VIII - Mercenario

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Y fue tal como Meñique dijo

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Y fue tal como Meñique dijo. Al día siguiente se hubo marchado a Bastión de Tormentas, dejando sola a su aliada. En aquellos días en castillo, Lancel Lannister había sido visto en varias ocasiones por Mayleen hablando con Tyrion y esto, claramente, significaba otro movimiento por parte de la Mano del Rey. Seguía enfadada con su tío y no quería acercarse para tragarse su orgullo y de esta forma obtener información, de modo que sólo le quedaba una táctica. Y esta tenía nombre propio: Bronn, el mercenario.

Era obvio que además del oro y la bebida, el otro placer favorito se trataba de las mujeres y le daba igual que fueran rameras o cualquier otra de la calle, por lo que no sería capaz de rechazar a una hija de la realeza, ¿o sí?
Mayleen se vistió con un traje más atrevido, sacó la mejor de sus sonrisas y dejó su melena suelta con algunos mechones recogidos en pequeñas trenzas. Con suerte le encontraría cerca de la Torre de la Mano matando el tiempo. Allí mismo estaba y May no tardó en comenzar su actuación.
Caminó apresurada, en dirección al caballero, miró hacia atrás y chocó con el hombre. En el impacto Mayleen se dejó caer, Bronn se sacudió unos pasos más adelante, se dio la vuelta y la miró. Al reconocerla se agachó para quedar a su altura.

—¿Os encontráis bien, Princesa?—. La chica colocó sus pechos a la altura de sus ojos, de forma, que sin disimular, las pupilas del hombre no se separaban de ellos, hasta que habló.

—¡Lo siento, ser Bronn! Caminaba distraída y choqué con vos. Perdonadme, iba en busca de lord Varys, ¿le habéis visto?—. Decía ella sin mirarle si quiera, se estaba colocando bien el vestido.

—Ese hombre es bastante escurridizo, pero Tyrion debe de andar aquí, seguro que mantiene a Pycelle con él y me va a hacer entrar y amenazarle en pocos instantes—. El caballero se cruzó de brazos—. Espero que no os hayáis hecho daño.

—Para nada, pensándolo bien, creo que he sido afortunada de tropezar con vos… —Bronn sonsacó una risilla—, no sois tan malo como hacéis ver.

—¿Qué queréis de mí, Princesa?—. Odiaba que aquel tipo la llamara “princesa”, utilizaba ese apelativo cuando se burlaba de ella por ser tan joven.

—Una noche, una quedada, hoy junto a las caballerizas. No habrá nadie que nos pueda ver —Mayleen se vio obligada a levantar parte de su falda—, ¿qué decís?

—Que sois una jovencita muy peligrosa—. Respondió Bronn poniendo una sonrisa.

—No sabéis cuánto—. Ambos sonrieron, él pícaro, ella triunfante. May se dio la vuelta golpeando la cara del mercenario con el pelo. Tras esto escuchó el crujido de una puerta, el grito de Pycelle y el cierre nuevamente de la misma puerta. Ahora se dirigía a la habitación de Myrcella. Debía estar destrozada.

—Buenos días, hermana ¿estáis... ?—. La pequeña estaba echada en su cama, lloraba sin parar y casi no se percató de la presencia de May, que se acercó y sentó junto a ella. Myrcella, al sentir el peso de un cuerpo junto a ella, la miró y abrazó muy fuerte. Estaba claro el sentimiento: miedo.

Loyalty || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora