XV - La batalla del Aguasnegras

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Los dos últimos días fueron estresantes para todo el pueblo y castillo

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Los dos últimos días fueron estresantes para todo el pueblo y castillo. Los guerreros no dejaron de moverse y colocar las posibles armas a utilizar. Desde los arqueros y sus flechas hasta piedras para lanzar a todo aquel que quisiera trepar las murallas. La actitud iba conforme al estado de nervios y era por eso que las personas no tenían buenas relaciones. A toda la tensión se le sumaba la incertidumbre de la llegada de la flota de Stannis. Por aquel entonces sólo sabían una cosa: los barcos iban a llegar esa noche.

Las mujeres se dirigían al Torreón de Maegor, desde la llorona Lollys, hasta las criadas de cada señora de alta cuna. Entre todas ellas se encontraba Shae, siempre tras Sansa. A decir verdad, se querían. Sansa había adquirido en esa mujer algo más que una criada, también a una amiga. Cersei se sentó en unos cojines, llenó una copa de vino y comenzó a mirar todo a su alrededor. Observaba a las demás mujeres con cara de asco; ella no era como las demás, ella no lloraba por el temor que podría causar esa batalla. Odiaba a aquellas damas porque eran como el ganado: tontas y manipulables.
Ser Ilyn Payne entró en último lugar en la sala, como ya le comentó a Mayleen en su día.

—Madre, tengo la sensación de olvidar algo. Ahora vuelvo—. Sin esperar la respuesta de la Reina se levantó de su asiento a buscar y tantear el terreno.

Los pasillos estaban desiertos, pero Mayleen sabía dónde se encontrarían la mayoría de los soldados en aquellos momentos, por lo que sus pasos la guiaron hasta las cocinas. Cuanto más se acercaba, más escuchaba las voces de las personas. Unos ebrios, otros felices, otros bebiendo para ocultar el temor de salir al campo de batalla. Sin embargo, lo que más escuchaba era una canción, una canción que conocía demasiado bien: las lluvias de Castamere.

—Sois un ser despreciable, ¡solo bebéis, cantáis y folláis! Un simple mercenario al que contrata un enano—. Sí, el Perro se estaba enfrentando a Bronn. Nunca tuvieron una gran relación y es que el soldado se encontraba sentado en un taburete con una ramera sobre él. Fue en el último instante antes de comenzar un duelo ambos cuando sonó el cuerno avisando de la llegada del Baratheon.

Mayleen se dispuso a irse a toda velocidad, pero los ojos de los dos hombres implicados en el duelo la vieron. Sandor fue el primero en alcanzarla.

—¿Qué hacéis aquí? —dijo en un tono no muy agradable— ¡Debéis estar con las demás mujeres! Salid de aquí, no me…

—Vos deberíais estar junto a Joffrey, no emborrachándoos y retando a otros soldados. —Sandor la miró, pero no parecía enfadado ni irritado, sino apenado y cansado. No supo descifrar qué significaba aquella mirada. —Idos.

—Ya veo que os apañáis bien sin…

—Callad —se volvió ahora en dirección a Bronn—, ya veo que no sois capaz de aguantar un solo día sin yacer solo en una cama.

—¿Estáis molesta, mi señora?—. Rio ante el claro enojo de la muchacha.

—Venía a decir que lo sé. Fuego Valyrio. Vais a estallar la mayoría de esos barcos.

Loyalty || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora