XVI - La larga travesía

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La imagen del terror estaba frente a sus ojos

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La imagen del terror estaba frente a sus ojos. Cada llamarada de aquel demoníaco fuego iba a costar caro a todo aquel que se topara en su camino, de tal forma cayeron más de diez barcos enemigos. Se escuchaban los gritos de los hombres que se achicharraban vivos, los que quedaban consumidos ante el calor o los que se ahogaban tras caer de los botes. Mayleen vio oleadas de flechas sobrevolar el cielo y clavarse en distintos lugares; sin embargo, las tropas de Stannis continuaban ganando.

No quiso ver nada más, el simple hecho de haber abandonado a Sansa allí la hizo sentir culpable y con ganas de volver por ella. En lugar de eso, cerró los ojos, respiró hondo y lo supo. Era libre.
Golpeó los costados de Chase y partió al galope, perdiéndose en la frondosidad del Bosque Real. Nada más poner una pezuña en aquel siniestro lugar, un tronco se interpuso en su camino, el caballo alazano de May no tuvo otra opción que saltar. Las ramas, hojas y espinas golpeaban sus mejillas, debía encontrar un claro sobre el que continuar su camino.

Consiguió hacer parar al inquieto caballo y respirar un poco. Chase empezaba a crear una espuma alrededor de su boca debido al cansancio. Se concentró en visualizar el mapa que hubo estudiado durante los últimos meses. Si seguía el Camino Real hacia el Norte como estaba haciendo en esos momentos, podría llegar a Harrenhall, actualmente bajo custodia Lannister. Podría bordearlo o podría ir en dirección a Rocadragón, hablar con Stannis, si sobrevivía aquella batalla o… ¿qué iba a hacer realmente? Quizás iría en busca de la que llamaban Madre de Dragones. Era posible que necesitara algún aliado en Poniente que la informara de lo que ocurría. También había pensado la opción de llegar a Aguasdulces, contar ante el ejército norteño toda la realidad sobre ella y sus hermanos…

No tenía ni idea de qué hacer. Estaba sola y sin un plan en mente, era la primera vez que se veía así de vulnerable. Tan tonta y frágil. Decidió seguir rumbo al Norte cuando encontró el camino despejado. Continuó al paso, pensando y recapacitando sobre sus opciones. Estaba tan absorta en sus pensamientos que sólo fue capaz de detectar el peligro una vez que Chase alzó el cuello y puso sus orejas tiesas en dirección delantera.

—¿Qué has…?—. Ni terminó de formular la pregunta, empezaba a escuchar multitud de herraduras golpear la tierra, el crujido de las ramas cuando las patas topaban con ellas. Los relinchos de numerosos corceles en dirección a Mayleen. ¿Qué era aquello?
Mayleen no podía ponerse en peligro, por lo que se escondió de nuevo entre los árboles más cercanos y se mantuvo quieta durante el tiempo en que los hombres pasaron. Miraba detenidamente la escena y lo supo, eran refuerzos, y no cualesquiera. Se trataba de su abuelo Tywin a la cabeza del pelotón, las banderas doradas y escarlatas típica de los Lannister asomaba junto a él y, a su espalda, había otro portaestandarte. Era una flor sobre una fondo verde: los Tyrell. No podían ser otros. A partir de aquello no pudo evitar acordarse de Petyr que había conseguido parte de su cometido. Lannister y Tyrell unidos. Las dos casas más adineradas unidas por fin.

Pasaron unos minutos hasta que el ejército pasó por completo y Mayleen volvió a la carga, esta vez más rápido que nunca. Chase parecía volar sobre el terreno, parecían inalcanzables cuando el viento golpeaba su pelo. La sensación de libertad era lo que más ansiaba la joven y no podía dejar de sonreír a cada tranco del semental. A pesar del buen ritmo, se vio obligada a parar en un pueblo para pasar la noche y descansar.

Loyalty || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora