VII - Planes Matrimoniales

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May entró en el cuarto del viejo maestre, el cual parecía desordenado y lleno de papeles y pergaminos

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May entró en el cuarto del viejo maestre, el cual parecía desordenado y lleno de papeles y pergaminos. Junto a su cama había una mesilla llena de velas y al final de la estancia se encontraba un gran armario lleno de túnicas donde además, reposaba la pesada cadena que caracterizaba a los maestres.

—¿Qué os ha pasado? Dentro del castillo estáis a salvo, Princesa.

—Aquí dentro también hay monstruos escondidos entre todos—. El anciano llevaba vendas y algunas mezclas de hierbas para curarla, mientras, ella le contaba la historia del porqué de sus moretones.

—¡No puedo creerlo! Es…

—¿Imposible? Ya os digo yo que no. Hácedme caso. Perdonadme, pero no tengo interés en continuar hablando de este tema—. Le comunicó con la mayor suavidad que pudo.

—Lo siento… dedidme Mayleen, ¿conocéis al chico Greyjoy? Theon, creo que se llamaba—. Preguntó como quien no quería la cosa el sanador una vez había acabado de vendar la herida del brazo.

—¿El que ha traicionado a Robb, ha vuelto a Pyke y pretende hacerse con el Norte? Sí, creo que me suena. Durante mi estancia en Invernalia intentó quedarse a solas conmigo en un par de ocasiones. Criado por los Stark, pero sigue teniendo la sangre de los Greyjoy. Violadores y saqueadores —Pycelle la miraba confuso, ella le sonrió—. ¿Por qué?

—Curiosidad…—. Y tal como la hubo acogido en su cámara, le cerró las puertas para que se fuera de allí.  Indiferente subió a la suya, no quiso reconocerlo, aunque estuviera dolorida hasta lo más profundo de su ser se obligó a continuar su camino, subiendo las escaleras y saludando con una sonrisa a todo aquel que se cruzaba. Al fin llegó.
Se colocó frente al espejo, desabrochó el vestido, que corrió hasta el suelo, desabrochó el corsé y lo tiró a la cama y finalmente de desprendió de la ropa interior.

Fue capaz de verse frente al espejo, toda desnuda, con cada uno de los cardenales que la espada le había dejado. El color violáceo que se extendía por su brazo, por su pierna izquierda y su vientre. Todo aquello la hizo pensar, ¿quién era ella realmente? Sólo una persona que por haber nacido bajo un apellido debían arrodillarse. Pensó en la belleza de su madre y como todos los hombres de los Siete Reinos soñaban con tan solo pasar una noche con ella. Poco a poco, sus ojos bajaron a las curvas de su cadera y vientre.

—Buenas caderas para poder parir a vuestros futuros herederos—. Escuchaba decir en su cabeza a Lyress una de las primeras veces que la había bañado.

Su manos se pasearon por sus pechos; no eran ni muy grandes y muy pequeños. Otra arma más con la que engañar a un hombre, enséñales un pecho y lo tendrás en tus manos. No entendía hasta qué punto llegaba la lujuria de los varones.
Mayleen continuó inspeccionando su cuerpo, pero la puerta crujió y se abrió. En un acto desesperado, se llevó ambas manos para protegerse los desnudos senos. Por fortuna tan solo eran sus criadas.

Loyalty || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora