Epílogo

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No puso resistencia alguna, no tenía fuerzas para ello

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No puso resistencia alguna, no tenía fuerzas para ello. Las pocas que tenía eran debido a la mínima cantidad de agua que le ofrecían cuando la veían al borde de la muerte.

—¡Camina!—. Espetó Dickson cuando Chase se paró a comer algo de hierba. Llegó el punto en que el caballo no notaba a su amazona. Garlock dio la vuelta y galopó hasta ellos.

—¡Despierta zorra! Llegaremos en dos días. ¡Vamos!

Las palabras no la hicieron abrir los ojos. Era cierto que escuchaba las órdenes de sus secuestradores, pero no podría subir la mirada ni aunque quisiera. Fue la bofetada en la mejilla la que lo hizo. Chase volvió a caminar.

—Mucho mejor—. El líder de los tres volvió a la cabeza de la tanda. Mayleen los observaba con odio y rencor. No sabía por qué bando luchaban o si eran simples mercenarios o jinetes libres o soldados de islas del otro lado del Mar Angosto. Lo único que sabía era que llegaría en algún  momento a un campamento y la venderían para utilizarla como rehén.

Llevaban cerca de cinco días de camino y May notaba un líquido espeso y pegajoso correr por su montura. No estaba segura de si se trataba de otro periodo de florecimiento o, por otro lado, sangre de las hemorragias debido a… los abusos sufridos tras su captura.
En esos días, la chica seguía sin emitir ruido alguno y dentro de ella crecía más y más el sentimiento de venganza, ira y rencor. Poco a poco su mirada se transformó de dolorosa a oscura. Utilizó todos los sentimientos desagradables para convertirlos en una armadura para acabar de una vez por todas con las personas que la habían hecho sufrir.

—¿Qué os ocurre?

—…

—Habéis cambiado. —Era cierto, aunque lo hizo de dos formas. Físicamente estaba demacrada, perdió peso, empezaron a notársele los pómulos huesudos,  la suciedad en su pelo, las cuencas de los ojos parecían vacías y sus labios se encontraban agrieatados y sangrantes. Psicológicamente era más fuerte, jamás nada podría hacerle más daño del que hubo sufrido con esas personas.

—No me gusta esa mirada —repuso el tercer caballero. Ese del cual no sabía tan siquiera su nombre— ¡Más os vale comenzar a hablar!

Mayleen ni siquiera se dignó a mirarle y siguió su camino. Apretó espuelas y galopó delante de ellos, lo cual les hizo asustarse y salir tras su prisionera. Cuando la alcanzaron, May paró en seco, dejando sorprendidos a los otros dos. Garlock observaba todo desde la distancia.

—No he tratado de huir, ¿por qué hacerlo ahora?—. La voz de la rubia salió áspera y profunda ya que hacía días que no hablaba. Volvió a las filas y suspiró agotada. Se dio cuenta en ese instante de que estaba muerta de hambre.

—¿No os habéis preguntado a dónde os dirigimos?—. Gritó desde su posición adelantada Garlock. No recibió respuesta.

—¡Amigo, ha hecho un voto de silencio contra ti! —se mofó Dickson llevándose una mano a la barriga por la gracia que le hacía su propia broma— ¡Este y yo le gustamos más!

—Idiotas…—. Susurró Mayleen para sus adentros cuando a lo lejos comenzó a escuchar el ruido de los martillos contra el acero, caballos, muchos más soldados y gritos. Fue cuando Garlock le colocó una bolsa de tela en la cabeza, impidiéndole de esta forma ver cualquier cosa.

Se dejó guiar por el caballo a través de esos senderos. Podía notar cómo los trabajadores del lugar se asomaban a mirarla. Una de dos: el cubierto rostro les daba curiosidad o aquellos hombre no pertenecían al campamento.
Poco después escuchó a sus captores bajar de sus animales, la agarraron de malas maneras y siempre abusando de su vulnerabilidad. Las manos apretaron su trasero haciendo que Mayleen se mordiera los labios para no gritar. La guiaron de malas formas a través de más gentío hasta que supo que se encontraba en una tienda. La tela de la puerta había rozado sus manos.

—Aquí traemos algo… diferente—. La voz de Garlock sonaba sumisa, con algo de temor incluso. Tiraron de la bolsa y dejaron al descubierto el rostro de la chica. A Mayleen le costó unos segundos acostumbrarse a la luz, luego miró hacia arriba.

—Robb Stark… o ¿debería llamaros El Rey en el Norte?

—Mayleen Baratheon. Sabía que nuestros caminos volverían a cruzarse.

 Sabía que nuestros caminos volverían a cruzarse

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Bueno bueno bueno... ¡aquí concluye Loyalty!
¿Qué tal? ¿Nuevas apuestas? ¿Inesperado? ¿O simplemente no os termina de convencer?

Gracias por haberme acompañado hasta aquí, ahora empieza lo bueno de verdad así que... ha todo ha concluido. No vemos en la próxima aventura de Mayleen en Stark.

¡Besos!

Loyalty || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora