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Después de aquel comunicado, Carmen cambió totalmente su actitud hacia su hermano pequeño. Ella se puso seria y hostil. Lo miró como si fuese menos que basura y le dijo:

-Cien flexiones, ahora.

Ella no gritó, temía que los monstruos de la niebla la escuchasen y fuesen a por ellos. Ella podría salvarse con facilidad pero su hermano no. Su hermano era demasiado débil para sobrevivir en aquel mundo y lo único que haría sería estorbar. En aquel mismo momento estaba estorbándole, él estaba llorando demasiado fuerte. Estaba tan asustado que no le iba a hacer caso, por lo que Carmen lo agarró del pelo y lo estrello contra el suelo.

-Te he dicho que hagas cien flexiones princesa.

Diego no reaccionaba, por lo que le dio una patada en el abdomen. Antes de que le volviese a decir algo, Diego reaccionó, comprendió que debía obedecer a su hermana y se puso a hacer las flexiones. Él sabía perfectamente como era el carácter de su hermana, siempre que no fueses uno de sus hombres, ella te trataría con amabilidad, si eras uno de sus hombres, te trataría peor que a un insecto. Por la situación en la que se encontraban, ahora era uno de los hombres de Carmen.

Lo que hizo ella durante las siguientes horas fue ir mandándole ejercicios mientras intentaba contactar con diversas personas por teléfono. Al principio, Diego intentaba hacerlos y a su vez escuchar las conversaciones de su hermana pero al poco se centró en los ejercicios e ignoró lo que decía su hermana. Ella no solo hablaba en idiomas que nunca había escuchado ni sabía de su existencia, sino que lo hacía susurrando. Por ello se centró únicamente en hacer lo que le había mandado su hermana para no ganarse más golpes.

Cuando Carmen terminó de hablar con esas personas, empezó a sacar los muebles de la habitación y a dejarlos todos en la habitación de Diego, por si acaso entraba, así ya no podía entrar ni queriendo. Ella se encargó de no dejar ni un hueco por el que pudiese meterse. Le costó bastante hacer eso y sabía que tendrían que romper las paredes para sacar los muebles que había metido porque no había forma de sacarlos.

Después de un día ajetreado, decidió dejar descansar a su hermano. Ella sabía que a la mañana siguiente estaría destrozado por las agujetas y agotado, sin embargo no iba a dejarlo descansar ni un segundo, debía de comprimir semanas de entrenamiento en unos días para que, en el peor de los casos, pudiese correr sin parar durante mucho tiempo sin muchos problemas o aguantar colgado de cualquier parte hasta que ella llegase.

A la mañana siguiente, lo despertó a patadas y se puso a enseñarle como debía de recibir los golpes. Al principio, Diego intentaba gritar por el dolor que le producían los golpes de Carmen. Lo intentaba pero no gritaba ya que Carmen lo estrangulaba para que no pudiese gritar. Cuando comían, Carmen le enseñaba a su hermano como identificar comida en mal estado, como debía de tratar sus propias heridas, como saber si alguien era hostil por su comportamiento o por la posición de su cuerpo.

Sorprendentemente para Carmen, su hermano dejó de intentar gritar a los pocos días de empezar con su entrenamiento. No tenía claro si había sido porque había aprendido a recibir los golpes y a caer correctamente o había aprendido a no gritar por el dolor. Aunque también podían ser ambas, ya que Diego ni si quiera soltaba un solo sonido cada vez que lo golpeaba. Él no solo aprendió a recibir golpes, también aprendió a zafarse de agarres y a dar golpes fuertes en lugares donde duele (no solo en los genitales).

Ella siempre estaba encima de él para vigilarlo y así evitar que su hermano se comunicase con aquel ser. Ella quiso averiguar qué tipo de monstruo estaba intentando atacarlos y por ello se puso en contacto con sus jefes. Les explicó lo que le estaba pasando a su hermano y ellos le pidieron que le dejase hablar con ese ser. Ella obedeció sin rechistar. Dejó a su hermano solo en el comedor y se puso a escucharlo a escondidas. La primera vez que Carmen se lo encontró con la oreja pegada a una grieta, tuvo el impulso de separarlo, de alejarlo de la grieta y taparla para que aquel ser no le pudiese hacer daño; pero se contuvo y escuchó atentamente. Al parecer, aquel ser le estaba preguntando algo y Diego le contestaba trivialidades. Era como una conversación entre dos niños.

Dentro de la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora