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Después de más dos meses dentro de la niebla, los supervivientes de las ciudades comenzaron a agruparse en pequeñas tribus de no mucha gente. La más grande era la de Misha y gracias a la ayuda de Carmen, quien se lo dijo a sus compañeros de grupo aumentando así el número de integrantes de la tribu. Aquellas tribus, como la de Misha, eran reservadas y no les gustaba que nadie supiese donde estaban. Ellos les tenían más miedo a los desconocidos que a los monstruos, a pesar de saber que algunos monstruos tenían inteligencia suficiente como para comunicarse con ellos. Tanto era su miedo que pocas eran las que hacían tratos con otras tribus o con los grupos de personas que vagabundeaban por la ciudad en busca de comida y refugio. En las afueras había muy pocas tribusy con muy pocas ganas de contactar con nadie. Ellos eran menos en número porque en esta parte de las ciudades había habido más accidentes de coche y estaban muy dispersos en comparación con el interior porque no solían haber dos supermercados muy cerca.

A las afueras de la ciudad también había habitantes de la niebla que no se dejaban ver fácilmente, ni si quiera los que eran pacíficos. Además, los animales normales salvajes eran más salvajes. Había grupos de gatos que atacaban a cualquier humano que se encontraban, dándoles completamente igual si era más grande o llevaba algo peligroso. También se reunieron algunos pequeños simios que consiguieron escapar de los zoológicos. Estos se volvieron más agresivos y atacaban a cualquier cosa que entraba a su territorio. Toda esa información la había obtenido a duras penas Carmen durante ese mes que se quedaron obteniendo suministros. Las tribus de esas zonas no solían salir de sus zonas seguras, a no ser que sea algo completamente imprescindible. Lo normal era por un incendio que podía expandirse hacia su zona o que los monstruos inteligentes habían roto la red eléctrica a propósito para sacarlos y poder comérselos. Una vez un grupo de humanos se quedaba sin electricidad, se quedaban totalmente aislados y les costaba sobrevivir, ya que no tenían la ayuda de otros para saber qué zonas tenían trampas de los habitantes de la niebla.

Estas zonas no solo tenían que lidiar con los habitantes de la niebla y los animales con comportamientos agresivos, sino que también tenían problemas con grupos de humanos que creían que el fin del mundo había llegado, que no volverían a la sociedad de antes de ninguna forma, que iban a morir sin remedio; y por ello solo se centraban en pasárselo bien. Ellos tomaban drogas, mataban y violaban. Ellos intentaban hacer que sus últimos momentos en la tierra fuesen placenteros.

Nadie en el grupo tenía realmente una idea de lo peligroso que era el exterior, pero ellos veían como de tensa estaba Carmen y aquello provocaba que la gente estuviese alerta. Vigilando si aparecía algo o si los seguía algo para decírselo a Carmen o a alguno de sus ayudantes. La única que no estaba tensa y en realidad estaba emocionada porque podía ver y estudiar nuevos comportamientos de animales normales en la niebla, además de encontrarse con nuevas especies de habitantes de la niebla, era Ana. Y como buen aprendiz, Diego se contagió de su entusiasmo. Aquello lo notó perfectamente Carmen y en el momento en el que Diego hizo un amago de ir a un callejón oscuro a perseguir a lo que parecía un perro parasitado, mandó a Minerva entretenerlo. Nada más saber que tenía a un crio bajo su cuidado, Minerva se sentó en su andador y le hizo una seña a Diego para que la arrastrase.

-Cómo vas a tener que estar pendiente del camino mientras me arrastras no vas a poder fijarte en mis manos por lo que lo mejor es que susurre- dijo mientras abría una lata de refresco. Aquello hizo ruido provocando que la gente se asustase y comenzase a hacer señas increpándola por su comportamiento. Minerva tan solo levantó el dedo del medio y se puso a beber relajadamente.

Ella hablaba en susurros tan bajos que a pesar de aquel silencio no era capaz ni de escucharse a ella misma, pero sabía que Diego la escuchaba. Ella se había dado cuenta de aquella habilidad de Diego porque ella también tenía un buen oído. Un día le preguntó si podía escuchar a Tommy. Ella podía escuchar murmullos en las grietas, pero le costaba demasiado escucharlo. Cuando arreglaron el teléfono de juguete para que Diego pudiese escucharlo en todo momento, este le preguntó si ahora podía escucharlo y no pudo escucharlo. Cuando intentaron amplificar el sonido, ella sí que pudo escuchar perfectamente, pero sus compañeros no. Aquello se lo comentó a Carmen quien no solo transfirió aquella nueva información a sus superiores sino que hizo un par de pruebas para ver el alcance de este y si era solamente el oído el que era extremadamente fino.

Dentro de la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora