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Carmen decidió despertar a la madre. Ella se colocó a los pies de la cama y levanto la sabana. Luego le pellizcó partes del pie esperando que la mujer despertase. Al ver que no despertaba, decidió sacudirla, pero ni así se despertaba. Sabía perfectamente que aquello no era normal, por lo que se puso a examinar el cuerpo en busca de alguna herida. No encontró nada extraño. Ella suponía que el insecto había inyectado algo en la mujer para dormirla.

Mientras revisaba el cuerpo, se dio cuenta que su boca estaba completamente cerrada. La mandíbula estaba marcada, estaba apretando los dientes. Le costó pero la abrió y se encontró con algo asqueroso y vomitivo, había un insecto incrustado en su lengua. Era tan grande como la lengua, sus patas se enterraban en la lengua (parecía que estaba fusionándose con ella) y su abdomen se extendía hasta la garganta. No se podía ver el final del insecto. Carmen volvió a cerrar la boca de la mujer con cuidado para no molestar al insecto. No sabía lo que era y lo peligroso que era. Ella quería salir de allí antes de que el insecto la atacase, sin embargo, lo que parecía un simple mosquito salió de entre las sábanas y se dirigió hacia la pared. En aquel momento Carmen sintió terror, no se fiaba de lo que podía ser aquel mosquito. Según ella, eso le podría haber causado el quedarse dormida. No tenía pruebas y no quería quedarse a comprobarlo.

Ella fue dando largas zancadas hacia atrás intentando controlar su respiración para que no fuese a llamar la atención del mosquito. Al salir de la habitación, cerró con cuidado para que el mosquito se quedase dentro. Ni si quiera intentó ver la condición del niño. Si no lo había visto por la casa, debía de estar muerto. Y si estaba vivo pero escondido, le daba exactamente igual, como si se moría. Ella fue directa a la habitación del bebé para ver cómo se encontraba su hermano y se encontró con su hermano sentado en el suelo con el bebé durmiendo entre sus brazos.

-¿Qué pasa? ¿Hay algún problema?- preguntó sorprendido por cómo se había puesto su hermana al verlo. Ella parecía estar diciéndole (ordenándole para ser más concretos) que alejase al bebé de él. Pero eso Diego no lo acabó de comprender. Lo que sí que comprendió fue que había algún monstruo cerca, aunque aquel ser no le había comentado nada.

-Deja al bebé aquí y marchémonos.

-¿Sus madre está bien?- Carmen no respondió nada. Él de alguna forma incomprensible para Carmen, comprendió que ella estaba muerta- No podemos hacer eso, es solo un bebé, morirá.

-Pero está contaminado.

Ella no sabía si lo estaba porque él no estaba durmiendo como su madre y no parecía tener un insecto pegado en su lengua. Tampoco sabía cómo actuaba aquel insecto y si se pegaba primero a la garganta. Solo sabía que este ponía a dormir a su víctima y se unía a la lengua. Sin embargo, aquella no era su única razón para querer abandonarlo. Lo quería abandonar porque los bebés hacen mucho ruido, no son fáciles de callar y son un gasto de recursos contantemente.

-¿Contaminado? ¿De qué? ¿De lo que haya puesto a dormir a su madre? Eso no lo sabes. Además, lo dudo. Él no está durmiendo como ella. Se ha puesto a dormir ahora, después de que le haya dado un biberón.

-No me pienso arriesgar.

-Si fuese yo no lo dejarías.

-Él no es tú- ambos hermanos se miraron fijamente a los ojos. Ninguno iba a dejarse doblegar. Al final, Carmen acepta-. Haz lo que quieras, pero nos vamos inmediatamente. He avisado a mamá de que llegaremos en un cuarto de hora. Vamos.

Diego pensó rápidamente como llevar al bebé sin que tuviese que llevar muchas cosas con él. Sabía que no podía llevar el carrito junto con todo lo que debería de usar para el cuidado de un bebé, pero no sabía cómo llevarlo todo. En aquel momento, el ser le habló desde una pequeña grieta en la madera de la cuna y le propuso la idea de usar una mochila porta bebes que había en el armario debajo de la chaqueta, la cual le quedaba enorme ya que era de su hermana.

Dentro de la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora