Capitulo 10

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YongSun

—En verdad tengo que ir. —Me muevo en el asiento como un niño que... bueno, que tiene que ir al baño. 

Byul refunfuña—: Estaremos en casa pronto. 

—Pronto es demasiado tiempo... detente en el siguiente Starbucks. 

Me mira como si le sugiriera que se tirara de cabeza al océano, o la luna. 

—No tenemos un Starbucks aquí. 

Miro de izquierda a derecha, sospechando que bromea conmigo. — ¿Qué tipo de lugar desolado es este? 

A lo largo de nuestro viaje de dos días a través del país, los centros comerciales y los altos edificios son cada vez menos a medida que nos alejamos, reemplazados con maizales y solitarias casas asentadas detrás de la carretera. A pocos kilómetros de aquí, Byul señaló el cartel de Bienvenido a Bucheon, pero todo lo que he visto desde entonces son árboles y campos vacíos. Pronto me sentiré tan desesperada como para usar uno de los árboles. 

Estacionamos en una calle tranquila, con escasa cantidad autos. — Un restaurante entonces —ruego, tratando de pensar en algo más que la incesante presión en mi vejiga—. Cuando pasemos por el centro de la ciudad. 

Eso la hace reír, pero no entiendo la broma. 

—Ah, ¿Sun? Nos encontramos en el centro de la ciudad. 

Echo un vistazo. Hay solo unos pocos edificios de dos pisos. El resto son estructuras pequeñas de un piso —una oficina de correos, una farmacia, una peluquería, una librería— cada uno con pintorescas marquesinas, no un nombre de cadena a la vista. 

—¿Cómo lo sabes? 

Byul señala el semáforo rojo en frente del que aguardamos. —El semáforo. 

—El semáforo. 

Su sonrisa se extiende. —Sí... el único. 

Nos dirigimos por la calle y estoy sorprendida por lo vacía que parece, en especial en la mañana del sábado. 

Byul se detiene en un estacionamiento y hace un ademán hacia la puerta delante de nosotras. —Es un restaurante. Puedes orinar aquí. 

Salgo del auto antes de que pueda abrir mi puerta. —Esperaré aquí —dice—. Si voy contigo, estaré atascado en una docena de conversaciones diferentes y esto podrá ser una década antes de llegar a mi casa. 

Me lanzo a través de la puerta, una campana encima de mi cabeza anuncia una bienvenida. Y los ojos de cada cliente miran fijo. A mí. 

Hay unos pocos hombres de mediana edad con gorras de camionero, un par de sombreros de vaquero, dos ancianas en vestidos florales con gruesos lentes, y una joven de pelo castaño, luchando con dos niños pequeños rebotando en una cabina. 

Arqueo mi mano en un saludo. —Hola a todos. 

La mayoría me saluda con un asentimiento de cabeza, y le pregunto a la morocha de cabello corto detrás del mostrador dónde se encuentra el baño. Me indica el único baño unisex al fondo. 

Sintiendo el dulce alivio de estar cinco libras más ligera, me lavo las manos, tomo una hoja del rollo de papel toalla para secarlas y la tiro a la basura. Salgo del baño y me tropiezo con la persona que espera para entrar. 

Un tipo con una barriga cervecera, camiseta negra y sombrero de vaquero, huele a tabaco rancio, con mugre oscura debajo de sus uñas. Agarra mis brazos, para evitar que me balancee como una bola de pinball después de chocar con la masa gelatinosa de su torso. Una temporada de vida de ciudad me hace automáticamente pronunciar un falso—: Lo siento. 

Rechazada [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora