YongSun
Es gracioso, las cosas que recuerdas. Los momentos que están marcados en nuestras mentes, los minutos que desearías poder olvidar. No recuerdo estar asustada durante ese accidente aéreo de mi infancia, aunque estoy segura de que lo estaba. No recuerdo el dolor cuando mi costado fue abierto. El shock, la adrenalina probablemente me dejó entumecida.
Sin embargo, lo que aún puedo oír, incluso después de todos estos años... es el sonido. El estruendo del impacto. El rugido mientras nos deslizábamos por la pista. Era atronador e ineludible. Recuerdo extender las manos para taparme los oídos, cuando debería haber estado agarrándome para salvar mi vida.
Y este sonido, justo ahora, es casi igual. El chillido estridente del viento.
La ráfaga.
Tan ruidosa. Ensordecedora.
Pero eso no es lo que más se destaca en esta ocasión. La imagen que me perseguirá a partir de este momento es la de Byul, inmóvil, en el suelo. Ojos cerrados, su cuerpo flojo y terriblemente inmóvil.
—¡No! ¡Byul Yi!
Es curioso, la rapidez con la que llega la claridad cuando la vida o la muerte están en juego. Cuando un infierno sacudido, sucio y frío gira alrededor de ti, doblando árboles, lanzando trozos de madera y metal a través del aire. Y te das cuenta, de repente estás tan absolutamente segura de lo profundos que son tus sentimientos por alguien, lo mucho que significa para ti, cuando te enfrentas a la posibilidad de haberlos perdido.
—¡Byul, despierta!
Estaba tan enojada cuando salí de la casa, hace sólo un rato.
—¿Puedes oírme? ¡Bebé, por favor, despierta!
No, eso es una mierda. Hora de ponerse las bragas de chica grande.
No estaba enojada. Estaba herida.
—Oh, Dios, quédate conmigo, Byul. ¡No te atrevas a dejarme!
Cuando oí la admisión de Krystal, se sintió como si me hubieran clavado un atizador de acero en el estómago. Porque lo que había sucedido anoche entre nosotras en el río, la forma en la que Byul me miró, me tocó, me abrazó, pareció más, se sintió como si significara más que todos los otros momentos que habíamos compartido. Y profundamente dentro de mí, tuve la esperanza de que fuera igual para Byul.
Aparentemente soy una tonta, después de todo.
Y todas las excusas mentales que he hecho en los últimos días, las explicaciones, justificaciones y defensas, eran sólo mentiras que me dije a mí misma, sentimientos que aparté e ignoré.
Porque no quería admitirlo. No quería enfrentar la complicada verdad.
—Te amo —susurro.
Es horroroso. Un desastre. Y la cosa más verdadera y pura que he sentido en mi vida.
—¡Te amo, gran y estúpida idiota!
Si estuviera pensando claramente, recordaría todas las razones por las que no debería hacerlo: su historia sobre Chung Ah, el pedestal en el que tiene a Krystal, y cómo para ella no somos nada más que "amigas que follan". Estos sentimientos son lo último con lo que querría lidiar una persona como Byul.
Pero nada de eso importa. Porque estoy bastante segura de que ambas estamos a punto de morir.
En cualquier momento, una casa o una vaca va a venir volando y caerá sobre nosotras.
—¡Por favor, Byul, te amo!
No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que veo las gotas sobre su perfecto rostro. Su cabeza descansa en mis muslos, mi espalda está curvada, inclinada sobre ella, protegiéndonos a ambas debajo de mi cabello sacudiéndose salvajemente. Le beso la frente, la nariz, y finalmente me detengo en sus cálidos labios.
Entonces siento los dedos de Byul flexionarse en mi cintura, apretando la tela de mi camiseta. Y me inclino hacia atrás lo suficiente para mirarle a los ojos cuando finalmente se abren.
Sus pupilas están dilatadas, confundidas y escrutadoras. Pero en cuestión de segundos se contraen con comprensión, dándose cuenta de dónde nos encontramos.
En un movimiento fluido me hace rodar debajo de ella, su peso encima de mí presionándome hacia abajo, protegiéndome del viento cortante y los desechos que vuelan alrededor nuestro.
Agarro sus hombros, mi voz aún obstruida por las lágrimas. Y el miedo.
—¿Estás bien? ¡Gracias a Dios que estás bien! Pensé...
Byul me acaricia el pelo con su mano y me murmura palabras suaves y relajantes al oído. —Shhh... te tengo, Sun. Estoy justo aquí. Estamos bien ahora. Estoy justo aquí.
Aunque sé que todavía estamos en peligro, me siento cálida por dentro. Segura. Perfectamente satisfecha, porque ella se encuentra en mis brazos y yo en los suyos.
—Tienes suerte de haberte despertado... habrías estado en mi lista de mierda eterna si no lo hubieras hecho.
Le vibra el pecho mientras se ríe entre dientes y se alza para bajar la mirada hacia mí. Sus ojos acarician mi rostro, y su sonrisa tierna hace que mi pecho se apriete con fuerza. —No podría haber hecho eso.
Suspira, luego encaja mi cabeza debajo de su barbilla.
—Creo que esto cierra el trato —le digo, acurrucándome más cerca— . No estoy hecha para la vida en la pradera.
Se ríe de nuevo. Mis dedos acarician de arriba a abajo su espalda. Nos aferramos la una a la otra, sosteniéndonos con firmeza, pasando por la tormenta. Juntas.
***
Mientras conducimos de regreso a lo de los Jung, miro alrededor. El daño no es tan malo como había imaginado. Algunos árboles caídos, muchas vallas rotas, pero no hay destrucción real en la casa o el granero.
En la parte de atrás, los signos restantes de la fiesta (mesas volcadas, sillas dobladas) se encuentran diseminados por el patio. Un mantel ondea en un árbol, atrapado por las ramas. Byul conduce alrededor de la parte delantera de la casa, justo cuando el señor Jung, el padre de Krystal, se está metiendo apresuradamente en su propia camioneta, su esposa en el asiento del pasajero junto a él. Luego sale haciendo chirriar los neumáticos, conduciendo como un murciélago salido del infierno. Capto su cara cuando pasan: demacrada, tensa, aterrorizada. Luego Krystal se mete corriendo en su propia camioneta, Amber a su lado, Aeri y su hermana pelirroja en la parte posterior; y ella también se aleja conduciendo.
—¿Qué ocurre? —pregunto en voz alta—. ¿Alguien salió herido?
Byul aparca y velozmente sale de un salto del vehículo. Avanzo justo al lado de ella mientras trota hacia su madre, su rostro igual de aturdido y preocupado como el del resto de su familia.
—¿Está bien todo el mundo, mamá?
Ella pone una mano sobre su brazo. —Es nana.
ESTÁS LEYENDO
Rechazada [G!P]
RandomComo toda abogada defensora de Seúl, Moon Byul Yi mantiene la cabeza fría, sus preguntas son punzantes, y sus argumentos irrefutables. No la llaman la Encantadora de Jurados por nada. Con su acento sureño, sonrisa encantadora, y cautivadores ojos ve...