XXXIII

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Con el pasar de las horas el sol salió iluminando la mañana de otoño en que un inquieto Yoongi esperaba ansioso el nacimiento de su hija, al lado de su padre y la madre de Jimin, ya que no le permitieron pasar a la sala de partos.

- Se está tardando demasiado. –dijo Yoongi.- ¿por qué no puedo estar con ella?

- Es lo mejor, créeme. –dijo Namjoon, palmeando suavemente su hombro.- es un parto, Yoongi.

- Parirlo no es tan fácil como hacerlo. –dijo Jin.- no es una experiencia agradable, pero el resultado es lo que hace que valga la pena.

Soltando un suspiro, Yoongi se dejó caer en la silla, hasta que le indicaron que a petición de su esposa lo dejarían pasar; le colocaron aquel traje azul, con el gorro y los guantes, además del tapabocas. Entrando a aquella sala quedó estático ante los desgarradores gritos de Jimin y la imagen de la cabeza de su hija asomarse en su sangrienta entrepierna, tragó grueso e intentó borrar aquella imagen de su cabeza, acercándose a su mujer, que pujaba con fuerza, bañada en sudor. Sin saber qué decir en aquel momento, tan solo tomó su mano en un intento de darle su apoyo moral y trasmitirle la fuerza que necesitaba para soportar el sufrimiento por el que estaba pasando, hasta que ella sintió cómo todo aquel dolor se iba, dejándola con una sensación de alivio y vacío cuando su pequeña por fin salió, escuchando segundos después el inconfundible llanto de un recién nacido. 

Maquinalmente buscó con su mirada borrosa por las lágrimas, el origen de aquel incesable llanto, con su respiración agitada, que hacía que su pecho subiera y bajara una y otra vez, volviendo a distraerse ante la sonriente mirada de su esposo, quie...

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Maquinalmente buscó con su mirada borrosa por las lágrimas, el origen de aquel incesable llanto, con su respiración agitada, que hacía que su pecho subiera y bajara una y otra vez, volviendo a distraerse ante la sonriente mirada de su esposo, quien besó su sudorosa frente, sin importarle nada más.

- Felicidades. –dijo el médico.- es una niña perfectamente saludable, como era de esperarse y sobre todo, completa.

Una enfermera cargó a la pequeña envuelta en una manta luego de cortar el cordón umbilical y limpiarla un poco, acercándola a su exhausta madre, quien, sonriendo la tomó con cuidado en sus brazos, sintiendo lágrimas de felicidad correr por sus mejillas al ver a una preciosa pequeña de piel blanca, totalmente delicada.

- Se parece a ti. –susurró Jimin, viendo unos diminutos cuernos sobresaliendo en su cabeza.-

- No tiene aureola. –murmuró Yoongi.- ¿es normal?

- Los hijos de los ángeles caídos nacen como tal, sin aureola y con alas negras. –dijo el médico.- sus alas son muy pequeñas y tan delicadas como ella misma, así que trátenlas con cuidado e intenten ocultarla de los humanos.

Yoongi asintió, ellos obviamente sabían desde un principio que la pequeña nacería con tales atributos, por lo que ser atendida por un médico humano no era una opción y para su suerte en la ciudad había un hospital oculto, exclusivo para los seres que dejaron el paraíso y se fueron a vivir con los humanos, por lo que no tuvieron que ocultar ni arriesgarse a que un humano viera su verdadero aspecto; Jimin tan solo se dedicaba a mirarla con atención, acariciando un poco sus pequeñas manos, que apenas alcanzaban envolver uno de sus dedos, con curiosidad, ya que era la primera vez que veía a un recién nacido, pero no la tuvo por mucho tiempo, ya que tuvieron que llevársela para hacer el procedimiento rutinario que se hace con los bebés que acaban de nacer, además para culminar el trabajo con su cuerpo y dejarla descansar.

Las dos caras del paraíso || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora