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Durante el desayuno Jimin no dijo una palabra, no dejaba de pensar en la mancha de aquella pluma que debería estar totalmente blanca, preguntándose qué había hecho mal, esperando que fuese algo momentáneo y sus alas no continuaran manchándose. Se fue más temprano de lo normal, pasó el día sentado sobre el verde pasto que rodeaba el lago, mirando hacia la nada, esperando.

- ¿sería por el beso? -susurró.- no... papá también me ha besado y no pasa esto. ¿será porque él es un demonio?

Suspiró abrazando sus piernas mientras ocultaba su rostro entre ellas.

- El beso de los amantes...

Después de haber realizado algunos contratos, como siempre, Yoongi volvió a casa y suspirando subió a su habitación.

- Estos humanos codiciosos. -murmuró.- no pueden hacer nada por sí mismos.

Se quitó su chaqueta y la tiró sobre la cama, miró la hora en su reloj y sonrió, sabía que Jimin lo estaría esperando. Se cambió de ropa y fue hasta el espejo para arreglar su cabello, se quedó allí algunos segundos y llevó su mano a su boca, pasando suavemente su dedo pulgar sobre sus labios.

- Jamás había sentido algo así. -dijo, recordando aquel beso bajo la sombra del árbol.- dolió mucho, debo reconocerlo, pero se sintió bien.

Aclaró su garganta y antes de salir desplegó sus negras alas, emprendiendo el vuelo hacia el lago encantado; cuando llegó se sentó al lado de Jimin, se dieron ambos un cálido saludo, comenzando a hablar sobre cualquier tema que viniera a la mente de Yoongi, pero podía notar que Jimin estaba distraído, aunque quisiera ocultarlo era alguien muy transparente y fácilmente podía hacer notar que estaba mal, el mayor podía ver su miedo y su preocupación, pero no entendía la razón.

- ¿pasa algo, Jimin? -dijo el peli-negro.-

Al escuchar su pregunta, Jimin se giró para verlo, sonrió levemente y negó con su cabeza.

- ¿por qué preguntas eso?

- Puedo ver que algo te preocupa. -Yoongi ladeó levemente su cabeza.- ¿descubrieron que nos vemos aquí?

- No, nada de eso. -el menor negó con su cabeza, volviendo a desviar su mirada.-

- ¿entonces qué es?

- No es nada, estoy bien. -el rubio rió un poco, aunque con algo de falsedad.- ¿qué hay de ti?

- Yo estoy preocupado por ti. -llevó su mano hasta ponerla sobre la del menor.- ¿estás bien?

- Sí...

Acarició suavemente la mano del rubio, sabía que estaba mintiendo pero no quería forzarlo a decirle qué era lo que le pasaba; levantó su otro brazo, con intención de llevar su mano a la mejilla ajena, pero se detuvo al ver algo extraño, se asomó para mirar bien, sorprendiéndose al ver una mancha negra creciendo en la punta de una blanca pluma de las alas del menor.

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Las dos caras del paraíso || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora