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  Los mensajes no paran, ¿acaso mi vida va de un mensaje diario? Desde que decidí estudiar no pasa un solo día en el que no reciba una nota diaria en mi casillero, pero estas me hacen sonreír, sin embargo los mensajes de hace un mes para acá me quitan el sueño, son amenazas, diciéndome que me aleje de Antonio.

  En ocasiones me he puesto a pensar que los últimos sucesos de mi vida, y podrían tener cierta relación, la foto de Antonio y yo para ocasionar un problema en su vida o su trabajo y los mensajes de amenaza, pienso que solo fue el primer intento de separarnos.

  Le he hecho una promesa a mi ángel, una que no pienso ni quiero romper jamás. Así que la persona de los mensajes va a tener que esforzarse mucho para siquiera provocar una pelea entre nosotros.

AN: Ya despertaste hermosa. – entra mi ángel por la puerta de su habitación. Si, ya estoy viviendo con él.

 Mi hermano y Angeline están llevando muy bien su relación, creo que están hecho el uno para el otro, definitivamente estaban destinados a reencontrarse y ser novios, la verdad estoy muy feliz por él, ya era hora de que algo bueno además de mi le pasara.

EL: Buenas tardes mi ángel. – si, estábamos viendo una peli y me quede dormida en plena tarde, él se acerco y beso mi frente.

AN: En qué pensabas tanto?

EL: Pues en lo mucho que me gusta esta cama, es muy cómoda sabes. – me restregué los ojos y bostecé.

AN: Aww pero que hermosa te ves cuando abres tu boquita para bostezar.

EL: Hey, eso sonó muy feo. – le lancé una almohada.

AN: Ahora si que te buscaste un problema conmigo. – se hizo el dolido y luego se lanzó encima de mi para hacerme cosquillas, pero olvidó un pequeño detalle. – Aish olvidaba lo insensible que eras. – se sentó en la cama frustrado.

EL: Pues un punto a mi favor. – reí.

AN: No te me hagas ilusiones.... Sabes que últimamente te he visto preocupada, diría que en ocasiones llevas la mirada perdida.

EL: Son ideas tuyas. – claro que no, tienes razón, me estoy muriendo de la preocupación.

AN: Yo creo que no. ¿Sabes que si tienes un problema me puedes decir? – no quisiera preocuparte.

EL: Lo se mi amor. – acaricié su mano. – Ya, cambiemos de tema, de verdad no pasa nada. – bajó la mirada.

AN: Las amenazas por mensajes se consideran acoso, ¿sabes? – lo miré confundida. – No me mientas por favor, me interesa mucho lo que te pueda estar sucediendo, aunque no sea grave, no me ocultes las  cosas para "protegerme". – hizo comillas con los dedos. – Yo debería protegerte a ti. Se lo de los mensajes.

EL: ¿Cómo sabes eso? – mis sentidos se estaban alterando. Si oculto algo para proteger a alguien, es mi decisión, y si hay algo que realmente odio es que alguien quiera saber más allá de lo que yo le permito saber, no me gusta que me investiguen y mucho menos que registren mis cosas.

AN: ¿Por qué debería decirte cómo lo se? Tu no me dijiste nada acerca de eso.

EL: Antonio, soy una persona paciente hasta un punto.

AN: No, no, no lo estoy haciendo para que te alteres. Simplemente me gustaría que fuera recíproco y que tu… - lo interrumpí.

EL: Aún no me conoces bien, es que, ahh. – me revolví el pelo en frustración. – No quiero discutir, ¿vale? – me levanté de la cama y recogí  mi cabello morado y un tanto enredado, tomé mi chaqueta y me dispuse a salir, estoy segura de que estaba a punto de ponerme histérica y se que no quería que Antonio me viera así, suelo gritar mucho y contestar muy feo y ya he aprendido a controlar estas cosas.

AN:¿ A dónde vas? – se levantó detrás de mí.

EL: Por favor no me sigas. – no respondió, terminé de ponerme mi chaqueta y salí del lugar.

  Quiero conservar mi relación con Antonio, pero todavía le falta mucho por saber de mi. Nunca he sido una persona fácil de manejar, mi carácter es muy duro y no me gusta que nadie me diga que hacer o no.  Mucho menos que husmeen en mis cosas, no encuentro otra explicación, tiene que haber revisado mi celular.

 Me paré en un parque no muy lejano al edificio, así que fui a pie. Me senté en un banco con las piernas abiertas y mis manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta. Jugaba con una rama en mi boca, las personas me miraban raro, ya extrañaba esto, la brisa despeinando mi cabello enredado en una coleta.

 El crepúsculo ya era visible, ese rojizo con el que se mezclaban las nubes con el cielo, era lo más bonito del mundo, esa tranquilidad, las personas ya se retiraban a sus casas, dejando el lugar completamente desolado, solo estábamos yo y el silencio. Podría decir que disfrutaba aquel silencio, me gustaba estar sola, toda mi vida lo había estado, a excepción de mi hermano que siempre me extendía su mano cuando lo necesitaba.

 Crecí sin saber o recordar lo que es el cariño de una madre, de pequeña me sentaba en las escaleras hacia la calle del olfanato y miraba como los niños pasaban de la mano con sus padres hacia el colegio, como habían sonrisas y felicidad. Yo nunca experimenté lo que era eso, y Carlos tampoco, pero a él siempre parecía que no le importaban esas cosas de la vida.

  Mi pasado es muy borroso, solo tengo los recuerdos bien pequeños del día del accidente, algunas que otras pesadillas cuando era pequeña  de cortes de mi pasado que me vienen de momento, pero no les encuentro relación y no les presto atención, se detuvieron y no volvieron a pasar más.
  Carlos y yo prometimos no hablar jamás de nuestro padre, he preguntado pero la respuesta siempre fue “no deberías recordarlo, solo eso”, y así me ha dado de larga, quisiera recordar lo que se sentía tener un padre pero de él si no tengo absolutamente nada.

EL: Dios, ¿en qué momento se me hizo tan tarde? – miré el reloj y ya eran casi las 10, Antonio debe estar preocupado.

Me quise levantar del banco pero una mano me detuvo tapándome la boca, mis ojos se abrieron como platos y un escalofríos recorrió mi cuerpo.

La chica de los mil demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora