ＤＯＮ'Ｔ ＳＡＹ ＮＥＶＥＲ

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- Sabes muy bien que es lo que debes de hacer Aro -habló el vampiro en el trono de la izquierda, el de cabello castaño.

- Saben demasiado -habló el rubio mirando a ambas humanas-. Son un peligro.

La sala de quedó unos minutos en silencio, Cira al captar lo dicho por la realiza vampira tomo a Isabella del brazo poniéndola en su espalda. Su mirada se dirigió a la Cullen y al ver cómo negó solo se frustró más, no podría transformarse, no era buena idea.

- Félix, Dimitri -les pidió-. Encarguense.

- ¡No! -grito Edward queriendo ponerse frente a Cira.

- ¡Bella es quien nos necesita! -habló sin quitar la mirada del vampiro frente a ella.

Félix se acercó a ella comenzando a lanzarle golpes, los cuales ella esquivaba, se podía apreciar como el la veía con deseo, queriendo probar su sangre que le había llamado desde el primer momento.

Ambos se habían enfrascado tanto en su pelea que no se daban cuenta de su alrededor, la pequeña Cullen la tenían sometida e inmovilizada, Isabella solo veía con impotencia, no podía hacer nada por ser una simple humana.

Mientras tanto los tres reyes veían impresionados como la morena esquivaba los golpes del vampiro y es que apenas podía pararlos ya que no contaba con toda su fuerza. Ellos estaban seguros que ella no era normal, que era algo más allá de una simple humana.

La loba al ver una oportunidad le dio una patada en el estómago que apenas lo movió, iba a irse nuevamente contra él cuando algo la distrajo.

- ¡No le hagan daño! -escuchó a Isabella gritar.

Volteo a ver qué pasaba cuando sintió como la tomaron del cuello poniéndola de rodillas, paro de moverse cuando sintió al vampiro hacer presión, soltó un gemido de dolor.

- Paren por favor, ya no les hagan daño -hablo nuevamente la castaña.

Cira levantó como pudo la mirada, vio a la vampira, a su impronta y luego a Isabella.

- Matenme a mí pero a ellos no les hagan daño -pidió Isabella, en su voz se ponía notar el miedo.

En menos de un segundo Aro ya se encontraba cerca de la chica, lista para tomar su sangre.

- Pido clemencia -dijo la loba atrapando la mirada del rey-. No la maté, por favor.

- ¿Por qué no querida? -le pregunto mirándola y haciendo que su guardia la acercara a él.

Fue levantada de una, se quejó por lo brusco.

- Déjenla -habló con dificultad el cobrizo viendo como la lastimaban.

- Porque... -se calló cuando la voz de la vidente se hizo presente.

- Ellas serán como nosotros -habló mirando al rey-. Lo he visto.