⚠️Importante: es una historia inspirada en la novela de Laura Donher acerca de las Nuevas Especies (por lo tanto la mayoría de los personajes y lugares son propiedad de dicha autora).
👉🏻+18. Esta historia contiene lenguaje inapropiado, violencia...
Desperté, absolutamente adolorida, como si un camión me hubiera pasado por encima. Me quejé al sentir el fuerte dolor en mi cabeza y al percibir cómo palpitaba. Al abrir los ojos, lo primero que anhelé fue encontrarme en mi departamento, con el agradable aroma a café y tostadas que solía invadirme por las mañanas, suponiendo que Blazer estaría preparando el desayuno.
Sin embargo, mi mundo se desmoronó al ver que lo que pensé que era solo una pesadilla era en realidad la cruda realidad. Frente a mí, se extendía una habitación en la que nunca antes había estado. Era un lugar completamente desconocido para mí.
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"¡No, no!" negué en completa frustración, escudriñando rápidamente el lugar donde me encontraba. Me incorporé de la cama de dos plazas y me lancé hacia la puerta, con la esperanza de que estuviera abierta. Como era de esperar, estaba cerrada con llave. Tragué fuerte al escuchar pasos acercándose, retrocediendo y buscando algo afilado o con lo que pudiera defenderme. Nada. Genial. Estaba completamente atrapada por un maniático. "Maldita sea", murmuré en voz baja.
"Hola. Veo que ya despertaste", dijo con una sonrisa que me resultó cínica. Llevaba una bandeja en sus brazos y su mirada era indescifrable, lo que me hizo temblar de miedo. "Te traigo el desayuno a domicilio, mi amor. ¿Ves qué atento soy?", bromeó.
"¿Dónde diablos me trajiste, maldito enfermo?", le pregunté, o más bien exigí saber, ignorando su comentario anterior.
Él sonrió de una forma aterradora, dejó la bandeja sobre la cama y caminó lentamente hacia mí. Retrocedí por inercia, temiendo tenerlo cerca y provocando que su enojo saliera a la superficie.
Rápidamente sentí su mano aferrarse fuertemente a mi cuello, y en cuestión de segundos, mi cuerpo estaba contra la pared de la habitación. Mis manos se dirigieron hacia esa zona, intentando liberarme de su agarre, ya que me estaba apretando con fuerza, causándome dolor y dificultándome la respiración.
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"¡Suéltame, me haces daño!" rogué, sintiendo el dolor. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y el pánico invadió mi cuerpo una vez más. Pero a él no pareció importarle.
