Equipo 7

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—Sabe que estoy aquí, Hokage-sama.

—Hmm, pensé que con el suero quedaría inconsciente —respondió Tsunade— ¿Deberíamos suspender?

—Pues, está bastante enojada, pero no interfiere.

¡Claro que no! Quiero que terminen cuanto antes. Estoy harta de que estén escudriñando mi cerebro —gritó la chica en su mente.

El ninja revisaba sus recuerdos de forma cuidadosa. Se encontraba en el inicio del verano de su estadía en el Monte del Espíritu. Natsuki no podía verlo en su mente, pero sentía su presencia, y suponía que podía entender lo que pensaba; se había dado cuenta de su estado de ánimo.

Cuando llegó al recuerdo de la cascada, Natsuki estaba incontrolable. Era un recuerdo muy íntimo, no quería que vieran esas cosas.

¡No veas eso! —pensó exaltada.

—Lo siento, tengo que revisarlo, trataré de no mirar. Lo prometo —dijo  Inoichi en voz alta.

—¿Qué sucede, Yamanaka? — Natsuki reconoció la voz del anciano Homura Mitokado.

—Oh, no hay de que preocuparse. Solo es un recuerdo que le provoca pudor.

¿¡Solo un recuerdo que me da pudor!? —pensó. Estaba indignada— ¿Cómo te sentirías tú si me pongo a ver como fue tu primera vez!?

Lo sé, lo sé. Ya falta menos.

Continuó buscando en su memoria. El señor Yamanaka era cuidadoso y gentil, pero cada vez que llegaba a algún recuerdo íntimo de Itachi y ella, la joven ponía el grito en el cielo. El ninja se disculpaba cada vez, pero no dejaba de ser algo avergonzante.

—Es que hay tanto de... de esto —comentó a modo de disculpa. Eso la hizo enfurecer aún más.

—¡Ohhhh! Por favor, discúlpeME. Siento mucho que mis recuerdos LO avergüencen —pensó con ironía.

La joven corría por el bosque junto a Itachi. Iban tomados de la mano, siguiendo a un niño que brillaba con destellos dorados. Al final cada uno tomó un camino por separado. La cueva a la que había entrado se transformó en un lugar conocido: el Bosque de la Muerte, el lugar donde se llevaba a cabo la segunda etapa del examen chunin. La escena se repetía una y otra vez. Iwao la empujaba contra un árbol y se avalanzaba sobre ella para degollarla, Kenshi lo retenía y luchaba contra el ninja, pero éste era más fuerte y veloz. Natsuki probó de todas las formas posibles pero siempre terminaba igual.

—Esa montaña es increíble —comentó Inoichi.

Caminaba por la ladera de la montaña, acompañada por decenas de cuervos que graznaban y revoloteaban a su alrededor. Divisó un pequeño pueblo, pero no tenía fuerzas para continuar.

Cuando despertó, se encontraba en una cama mullida. Escuchó el crepitar del fuego en algún lugar cercano. Una anciana de piel apergaminada y cabello blanco despeinado, le traía sopa. Le contó que vivía sola en ese lugar. Natsuki se quedó un día, dos, una semana... La vieja le enseñaba sobre las plantas del lugar y sus propiedades. Sobre las fases de la luna y las estaciones. Cuándo recoger ciertas raíces, cómo hacer extracto de tal o cual hoja, a preparar una tintura de tal pétalo o tallo. La chica hacía el trabajo pesado, araba la pequeña huerta al costado de la cabaña. Limpiaba la casa. Daba de comer a las gallinas y a los cerdos. Los sábados iba hasta el pueblo a vender los productos de la huerta y huevos, también las pócimas curativas que preparaba la vieja con su ayuda. Y en sus tiempos libres entrenaba sola en el bosque. En ocaciones rodeada de cuervos que graznaban hasta que ella les tiraba maíz, y quedaban entretenidos comiendo. La vida era tranquila y aburrida. Pero la rutina tenía cierta magia para la chica, se sentía en paz.

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora