La Desertora

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La luz se filtraba por la persiana y le molestaba en los ojos. Sentía el cuerpo entumecido y bastante dolor en las costillas, lo más seguro era que tuviera un par rotas. Intentó darse vuelta para evitar la luz pero un dolor punzante la hizo gritar y despertar del todo. Intentó incorporarse pero algo invisible se lo impidió. Algún jutsu, de seguro. Vio una figura borrosa que estaba a los pies de la cama, parecía sostener algo a la altura de los ojos. Pelo gris alborotado... Vestimenta de shinobi...

—Oh, tú —masculló mareada por el dolor. ¿No había otro ninja que pudieran enviar a vigilarla? No estaba preparada para eso tan pronto. Se maldijo por haber aceptado volver.

El shinobi no dijo palabra alguna. Al ver que había despertado fue hasta la puerta y habló con alguien, pero Natsuki no pudo escuchar nada de la conversación. Luego se acercó a una mesita, sirvió un vaso con agua y le colocó un sorbito. Se acercó a la joven y le ofreció la bebida. Todo sin mirarla a los ojos ni una vez.

Me odia —pensó la chica—. Está bien, yo también me odio. Bienvenido al club —. Se sorprendió al notar que ya podía moverse, se incorporó en la cama, sintiendo una gran una oleada de dolor, y tomó agua con ansias. Parecía que había estado inconsciente por varios días. Sentía mucha sed.

—¿Que quieres con Naruto, Natsuki? — El tono frío en la voz de su antiguo sensei le dolió más que el cuerpo.

— ¿Quién? —preguntó extrañada. Se sentía demasiado desorientada como para empezar con los interrogatorios tan pronto. Su visión se estaba aclarando y pudo ver el único ojo que el jonin dejaba visible, observándola fijamente — ¿Naruto? ¡Cierto! El niño del Zorro —pensó. Kakashi era muy inteligente como para volver a confiar en ella a la primera, pero no esperaba que la atacara con preguntas ni bien despertara. Tampoco esperaba que fuese la primer persona que viera, aunque le causó gracia cómo el ninja no perdía el tiempo. Ante la mirada insistente, no le quedó otra más que responder de la forma más inocente que se le pudo ocurrir, en el estado en el que estaba: —¿Te refieres al chico rubio? ¿El que luchaba con Itachi Uchiha?

—¿De dónde conoces a Itachi? —cuestionó. No le daría tregua. Natsuki sintió una nueva oleada de dolor en el lugar donde una espada gigante la había golpeado, el día que volvió a la aldea. Ya se estaba arrepintiendo de todo y el dolor intenso comenzaba a causarle mareos. Se recostó con cuidado en la cama.

—Bueno, fuimos compañeros en la academia por un tiempo. Pero eso ya lo sabes, creo. No sé qué hacía ese chico luchando contra Itachi, debe estar loco —dijo con un hilo de voz. El mareo era cada vez peor y había empezado a sentir náuseas. Buscó con la vista algo en donde poder vomitar sin ensuciar todo.

— ¿De verdad esperas que crean que, justo dio la casualidad que tu estabas cerca cuando Itachi Uchiha intenta algo? — La voz de su antiguo sensei sonaba fría e impaciente, pero eso ya no preocupaba a Natsuki, tenía prioridades más biológicas que le eran urgentes —. ¿Esperas que crean que tú sola venciste a dos de los ninjas más buscados del libro Bingo y...

—¡Kakashi! — La puerta se abrió de golpe, y una mujer rubia y exuberante que Natsuki no había visto antes, irrumpió en la habitación. En ese momento la joven no pudo aguantar más, sólo atinó a inclinarse para que el contenido de su estómago cayera en el piso y no en las sábanas, aunque por suerte solo era agua y suero ya que al parecer hacía días que no comía alimento sólido —. No estás aquí para interrogarla. Aún no se recupera.

—Lo siento, Hokage-sama.

—¿Hokage? —murmuró Natsuki. Miró a la rubia que le estaba practicando curaciones con chakra y recordó —. Ah, es verdad... El Tercer Hokage... ¿Cómo pasó? — La mujer la miró a los ojos por un instante antes de responder. Sentía los parpados muy pesados, estaba a punto de perder el conocimiento pero ya no sentía ese dolor horrible.

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora