Kakashi Al Rojo (parte 1)

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«Ésto es una locura. Es una locura pero me encanta».

Intentaba leer aunque hacía casi cinco minutos que repasaba una y otra vez el mismo párrafo; mi ojo vagaba de manera involuntaria del papel y la tinta, a la mujer pelirroja que yacía desnuda y desvergonzada a mi lado.

Estaba de costado, dándome la espalda, con la sábana tapando el trasero que apoyaba sin cuidado en mi cadera. Dormía plácidamente luego de nuestra sesión amatoria post almuerzo.

Tsunade le había dado unos días libres hasta que su herida sanara y podía ver que se sentía despreocupada. Por mi parte era todo lo contrario.

Fui testigo de lo que el rechazo, el desdén y las habladurías de los aldeanos podían hacerle a alguien. En más de una ocasión.

Si nos descubrían, seguramente a mí me iniciarían un sumario disciplinario que quedaría guardado en algún archivero juntando polvo, nos separarían, y a ella le asignarían otro jonin hasta que alcanzara el rango de chunin.

La versión oficial sería que fue mi error y el 'castigo' debía recaer en mí. Pero secretamente la culparían a ella. Porque a los ojos conservadores y anticuados de los ancianos que manejaban la aldea, la mujer siempre tendría la culpa.

Lo había visto una vez, poco antes de convertirme en jonin. Fue todo un escándalo del tipo que se supone nadie debe mencionar pero que corre como agua en una pendiente y termina en boca de todos.

Habían descubierto que un jonin mantenía relaciones con su alumna, quien era aún menor de edad. Aparentemente era algo consensuado, aunque no sé que tan consensuada puede ser una relación entre un superior mayor de edad y alguien menor.

Al jonin le asignaron otro grupo aunque más tarde murió en batalla. Fue condecorado como un héroe. A ella le asignaron varios sensei en el transcurso de varios meses, nadie quería trabajar con una kunoichi que había seducido a su sensei, y la persecución en la aldea comenzó a hacerse más visible hasta que renunció y tuvo que mudarse para rehacer su vida.

Eso era lo que temía que pudiera sucederle a Natsuki, aunque a ella no le importara. Tsunade tal vez no pensara de la misma forma, pero ella no gobernaba sola y la mentalidad en las esferas más altas de Konoha seguía siendo la misma.

Tenía esperanzas en las generaciones más jóvenes, sin dudas ellos tenían muchos menos prejuicios sobre éstas situaciones, pero aún faltaba tiempo para que el idealismo de los jóvenes se convirtiera en moneda corriente en nuestra sociedad.

Sabía muy bien lo que debía hacer para que Natsuki estuviera a salvo del veneno de los ancianos. Con algo muy pequeño podía solucionarlo todo, pero dudaba que ella lo aceptara. Era lo más práctico, y a decir verdad me traería muchísima tranquilidad, aunque aún era pronto, demasiado pronto. Pero eso no me impedía hacer planes. Un buen shinobi debe estar siempre preparado.

El corazón de la pelirroja comenzaba a acelerarse. Me incliné sobre su rostro y su ceño fruncido me confesó que estaba teniendo una pesadilla. Peiné su cabello alborotado con mis dedos y su expresión de relajó hasta convertirse en una sonrisa.

También sonreí. Y ahí estaba esa sensación de vuelta. Paz. Así se sentía.

Me parecía gracioso pensar que hasta hacía unos meses, lo más cerca que estuve de pensar en mi porvenir era cuando imaginaba una muerte heroica y joven, y ahora me encontraba haciendo planes para un futuro esperanzador. Estaba siendo ingenuo y algo tonto. Lo sabía. Pero no podía evitarlo.

Miré a mí derecha una vez más. Se veía tan pacífica, tan feliz. También me parecía vulnerable y pequeña. «Eres lo más preciado que tengo en la vida, Natsuki. No dejaré que nada malo te suceda».

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⏰ Última actualización: Dec 07, 2020 ⏰

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