La Tormenta

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—Pero si acabamos de llegar —protestó la kunoichi. Natsuki estaba cruzada de brazos, recostada contra la pared del pasillo fuera de la oficina de Tsunade.

Kakashi se adelantó y le hizo señas para que lo siguiera. La chica pensó que no querría que Tsunade lo escuchara.

—Es nuestro trabajo, Natsuki —dijo con seriedad. La chica revoleó los ojos.

Estaba cansada. Recién había llegado a la aldea luego de capturar otra de las hordas de shinobi de Kami-no-unmei. Parecían interminables. Aunque más que hordas de shinobi, eran hordas de aldeanos y mercenarios liderados por dos o tres shinobi. Eso lo hacía menos peligroso pero igual de agotador.

El cazador y la mujer estaban bajo custodia. Kakashi no le había revelado su ubicación, pero le informó que estaban en una prisión de máxima seguridad fuera de la aldea. Del miembro restante de Kami-no-unmei aún no se tenían noticias, pero seguramente andaría al acecho tratando de rescatar a sus amigos.

—Espera, Kakashi —exclamó Natsuki al ver que su sensei se alejaba. El jonin aminoró la marcha pero no se detuvo ni se volteó a verla.

Estaba enojado. Desde que habían capturado al cazador y su compañera se comportaba así.

La pelirroja sabía que su enfado se debía a que ella se les había adelantado y los había dejado atrás luego de la explosión. Pero en eso no podía ceder. Tenía un poder que le permitía llegar antes a lugares y pensaba usarlo. Más aún cuando se trataba de rescatar a su hermano.

Había intentado hablar con él pero lo único que obtuvo por respuesta fue un 'No vuelvas a hacer eso'.

Sabía del gran instinto protector de su sensei pero ella ya era una mujer adulta, incluso él mismo le había dicho que tenía nivel de jonin aunque aún fuera genin, debía darle algo de crédito.

—Salimos pasado mañana en la mañana junto al equipo de Asuma —le informó cuando la chica lo alcanzó.

—¡Genial! —exclamó la chica—. Me da tiempo de ir un rato a El Lugar esta noche —Kakashi arqueó una ceja en respuesta. Sabía que lo desaprobaría pero no le importó, quería cabrearlo.

—Mañana en la mañana habrá entrenamiento —gruñó antes de marcharse.

Natsuki, molesta, le sacó la lengua. El jonin pareció percibirlo porque se volteó en ese mismo instante. La chica cambió su gesto por una sonrisa nerviosa que no hizo ninguna gracia a su sensei.

En la noche alrededor de las siete, luego de bañarse y sacarse el polvo acumulado de tanto viaje, se dirigió al bar de siempre. Genma estaba de misión e Inomi andaba de cita, pero no le daba vergüenza ir sola, se merecía un buen trago y por lo menos pasar una o dos horas escuchando buena música.

Desde la calle se podía escuchar la banda que estaba probando el sonido y al instante supo que le iba a gustar. El sonido de las guitarras eléctricas era como gemidos desgarradores y la voz del cantante tenia un dejo áspero y melancólico.

—Tomba —saludó al entrar en el bar. Aun era temprano y estaba casi vacío. El dueño del local estaba tras la barra acomodando botellas—. Esa banda suena espectacular —comentó.

—Me alegro que te guste, Natsuki. Es la banda de un amigo muy querido —dijo el hombre con su vozarron característico.

La pelirroja le pidió uno de esos tragos frutales que le quedaban tan bien y fue al patio a sentarse a disfrutar de la música.

Al poco rato apareció Asuma y fue a saludarla.

—Hey ¿Y Kurenai? —preguntó por inercia. Últimamente siempre se los veía juntos. El jonin abrió los ojos con sorpresa.

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora