Relámpago Rojo Crónicas De Konoha

La Maldición Liberada

¿Qué podía hacer? Todo era un caos. Sus compañeros estaban rodeados por una masa de personas que se les acercaban más y más. Al parecer habían podido liberar a los guardias del castillo de la posesión de las mariposas, pero no eran suficientes. La ciudad entera estaba contra ellos y para peor, una nube monstruosa de insectos se cernía sobre sus cabezas.

—¿Qué sucede? ¡Déjame ver! —Naruto intentaba trepar a la roca pero Natsuki lo estaba empujando. De seguro iba a hacer algo intempestivo y primero necesitaba pensar.

—Espera Naruto, quedate quieto un segundo.

Tamura subió y se posicionó junto a ella. De su boca escapó un jadeo de terror cuando divisó una figura en el cielo envuelta en un millar de bichos que actuaban de escudo.

—El concejero... —murmuró aterrorizada.

El ser estaba rodeado de una especia de cascarón que comenzaba a partirse, era algo similar a una crisálida. Kakashi le lanzó una bola de fuego, pero las mariposas se formaron como un escudo frente a su amo y no llegó a provocarle ningún daño.

—¡Jutsu multiclones de s... —exclamó el rubio. Natsuki se abalanzó contra el chico para detenerlo.

—¡Espera! ¡Ten cuidado con la gente! Solo están poseídos, son inocentes.

—Si, por favor ¡Mi familia esta ahí! — sollozó Tamura.

Naruto titubeó un momento pero luego asintió —Yo los protegeré — El muchacho hizo su jutsu y cientos de clones bajaron por la pared rocosa hasta el centro de la ciudad, donde se estaba llevando a cabo la contienda.

Choji apareció a su lado. El muchacho se sentía mejor y quería ayudar, pero la chica aún lo notaba débil, no quería ponerlo en peligro aunque quería ir a auxiliar a su equipo. De repente un agudo chirrido apagó los demás sonidos. Su sensei había creado un raikiri y se abalanzaba sobre el bicho mayor, mientras Kiba y Akamaru atacaban la nube de mariposas para dispersarla. Si daba en el blanco la batalla terminaría ahí.

Todo quedó en silencio sepulcral. El brillante jutsu dio en el centro del cuerpo de la criatura. Kakashi cayó al suelo pero se puso de pie con rapidez. La caparazón del deforme ser comenzó a romperse en pequeños pedazos. Natsuki suspiró. Pero la tranquilidad no duró mucho.

—Choji, no te separes de Domi, y cuida de Tamura — El muchacho asintió y Natsuki comenzó a realizar sellos de mano, mientras que de entre los trozos de crisálida quebrada salía un ser alado, cubierto de bellos blancos y con amenazadores ojos rojos.

—¡Sean testigos del nuevo amanecer de Shirukku y el mundo! — La voz gutural provenía de la bestia alada que se elevaba sobre la ciudad. «Así que para eso necesitaba tanto chakra», pensó la chica recordando las decenas de personas que encontró alimentando al gusano deforme de rostro humano de la cueva— ¡Una nueva era de orden y paz es posible! — De las palmas de sus garras surgían miles de finos hilos de seda que se unían y se iban convirtiendo en puños gigantescos— Pero primero ¡hay que acabar con la resistencia! — La criatura arremetió con los enormes puños sobre la multitud sin discriminar entre aliados o enemigos. Los shinobi pudieron dispersar a la gente mientras que un montón de clones de sombra de Naruto hicieron de escudo. Kakashi se subió a un tejado y escupió una gran bola de fuego a la vez que Shikamaru intentó atrapar al bicho usando la sombras que proyectaba.

Natsuki saltó a la acción. Desde el cielo lanzó una bocanada de viento con la boca para darle mayor potencia al fuego de Kakashi, aumentando su tamaño. La bestia juntó sus manos y luego las separó, de ellas surgió un escudo de seda endurecida que resistió el ataque pero al contacto con el fuego se carbonizó. Aprovechó el humo negro para atacar, y emitiendo chakra con viento por su cuerpo, voló veloz como un rayo y logró propinarle un puñetazo en el rostro peludo del bicho. Luego otro y otro más, haciendo que se elevara más en el aire. Se impulsó con sus alas sobre él, y dando un giro le asestó una patada en el centro del pecho. La criatura cayó de forma estrepitosa al piso pero las mariposas detuvieron el impacto y volvió a alzarse sobre la ciudad.