El Regalo

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«... me encantaría volver a luchar contra ti». Las palabras de su sensei quedaron resonando en su cabeza luego que este se despidiera. Habían despertado un sentimiento en su interior que aún no podía descifrar. Naruto se marchó enseguida, parecía bastante enfadado. La chica tenía pensado invitarles el almuerzo ese día, para poder charlar y conocerse mejor, pero el rubio no le dio oportunidad y Sakura alegó que debía ir a practicar su ninjutsu médico. Por suerte tenía a Genma. Era genial tener a alguien con quien hablar a veces, se sentía un tanto solitaria. Recordó que le había dicho algo sobre un regalo así que primero fue a su casa a asearse y luego hasta la casa de Genma, pero nadie respondió a la puerta. Asumió que debía estar muy cansado luego de pasar varios días fuera de Konoha. Podría pasar en la noche y tal vez invitarlo a cenar. Decidió ir a comer algo rápido, más tarde debía hacer compras y luego tenía la tarde libre.

Pasó por la florería de los Yamanaka, recordaba que Inomi a veces trabajaba ahí. Podría charlar un rato con ella, ponerse al día con lo que se había perdido en su ausencia y de paso, quería comprar algunas plantas para poder darle un toque más vivo a su nuevo hogar. Inomi estaba trabajando ese día pero como el día de los enamorados estaba cerca, la rubia estaba muy ocupada con pedidos y clientes. Compró una pequeña Spatifilium que tenía un precioso pimpollo blanco y algo de fertilizante. Las chicas quedaron en juntarse para ponerse al día la semana próxima, cuando la locura por el día de los enamorados pasara.

Deambuló un rato por la ciudad y al doblar una esquina, llegando a la tienda de ramen, vio a su madre. Su corazón se detuvo por un instante. Estaba igual a como la recordaba, el lacio cabello negro le caía como lluvia por los hombros. Su mirada altiva de párpados caídos y su mueca de desagrado constante seguían intactas. Iba con un pequeño niño de la mano. ¿Quién sería? ¿Algún nuevo primo? El pequeño no tenía más de cinco años, le aferraba la mano con fuerza. Tenía el cabello caoba, tirando más a rojizo, era casi igual al de ella solo que mas oscuro. El mismo tipo de cabello que no es liso ni enrulado, le enmarcaba un rostro de facciones suaves y dulces. Sus ojos grandes y vivaces eran del color del caramelo. Era extaño, en su familia todos tenían cabello oscuro y lacio, la mayoría negro o castaño. Y los ojos solían ser negros o verde musgo bien oscuros. Solo ella y su abuela habían resultado tener rasgos similares. Su bisabuela solía quejarse de que habían heredado los rasgos de su difunto esposo y no los nobles rasgos de la antigua casa Himitsu.

Su madre continuaba caminando en su dirección, su expresión no había cambiado, tal vez no la había visto o pretendía no hacerlo. Tras debatirse por un momento, decidió que lo más maduro era ir a hablarle. Pero cuando estuvo frente a ella no supo que decirle. Tenía la voz temblorosa y notaba como le sudaban las palmas de las manos, como si fuese otra vez aquella chiquilla que no había obtenido una calificación perfecta en la academia y tenía que mostrale su boletín.

—¿Mami, quién es esta muchacha? —preguntó el niño, escondiéndose tras la amplia falda de su madre. Le había dicho "mami", tenía un hermanito.

—No es nadie —dijo la mujer con su voz grave y continuó con su camino, dejando atrás a la chica que quedó cabizbaja e inmóvil.

Tenía la garganta hecha un nudo y sentía las lágrimas acumularse bajo sus ojos pero, no quería ponerse a llorar en público. Sabía lo que iba a pasar. Había traído la deshonra a su clan, estaba muerta para ellos. Pero tenía un hermanito. Siempre había querido ser una hermana mayor, ser una guía y consejera, tener a alguien a quien cuidar... Pero eso ya no iba a poder ser. No había forma que la dejaran acercarse, su abuela diría que podría contaminarlo con su rebeldía, y su madre, que era una pésima influencia; como solía decir de cada amigo que hacía en la academia ninja.

Respiró hondo para disipar el dolor. No iba a llorar. Venía teniendo un día horrible, se sentía sola y desamparada. Pero estaba haciendo las cosas bien. Había pasado por muchas cosas y se merecía tener un almuerzo sin lágrimas y una tarde libre en paz. De todas formas, al llegar a Ichiraku ramen, apenas podía hablar. La muchacha que atendía le preguntó qué deseaba pero ella sólo asintió, así que se le quedó mirando hasta que la chica dijo que ramen de cerdo estaba bien. Ni siquiera notó los otros tres comensales que había en el lugar.

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora