Encuentros

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Volaba junto al ave de alas negras bajo el oscuro cielo nocturno. Apenas se veían las luces de la ciudad y la música era un rumor lejano. La joven kunoichi miraba constantemente hacia la oscuridad del bosque montañoso con el corazón en la mano. Nadie la seguía, pero debía asegurarse. «Maldición, Itachi. ¿Justo hoy tenías que aparecer?».

El cuervo comenzó a describir círculos descendentes en torno a una formación rocosa enclaustrada en medio de una tupida arboleda. Natsuki lo imitó. «Itachi... », a medida que se acercaba, se repetía su nombre mentalmente con desesperación, olvidando por completo que segundos atrás se lamentó por lo inoportuno del momento. Quería abrazarlo, estrecharlo en sus brazos, sentir su calor, su aroma. Quería que sus tímpanos vibraran con la melodia única de su voz profunda y pausada.

Descendió sobre una roca afilada y gris que sobresalía del suelo cubierto de hojas. Desde donde estaba, la ciudad de Shirukku quedaba oculta tras un sinfín de picos rocosos. «Itachi... ». El cuervo se posó en su hombro y bajó de un salto de la roca. Se internó por un corredor oscuro formado por hileras de árboles altos y frondosos. Se había echado por arriba una capa de viaje oscura y polvorienta que encontró en el guardarropas de su habitación del palacio, y el roce de la tela arrancaba murmullos de las hojas secas del suelo. Había estado en un castillo, había bailado con Kakashi... Todo parecía tan lejano, como si hubiera ocurrido en otra vida. En ese momento sólo podía pensar en Itachi. Iba a verlo, después de tanto tiempo. Después de pasar años en el bosque esperando por algún encuentro secreto y fortuito, donde se arrancaban suspiros apurados y palabras dulces que se perdían en el viento.

El oscuro cuervo que llevaba al hombro graznó y Natsuki se detuvo. Se encontraba frente a una alta pared de piedra semi oculta por la hiedra y los altos cedros. Realizó unos sellos de mano: el cuervo, el gato, el tigre y el dragón. Estiró la mano en la oscuridad, liberando un poco de chakra y dio un paso al frente, luego otro más hasta llegar a tocar la roca y atravezarla. El pasaje se sentía como caminar bajo una cortina de agua helada, nunca podría acostumbrarse a la sensación, pero era un excelente jutsu de barrera, y su mejor atributo era que los recuerdos que quedaban dentro del jutsu no podían extraerse.

El ave desapareció en una nube de humo al traspasar la barrera. Adentro sólo se escuchaban sus pasos, apurados, torpes y ansiosos.

—Natsuki... No tenemos mucho tiempo —«Esa voz. Su voz», el corazón de la joven latía desbocado. De pronto una luz cálida iluminó la cueva. El Uchiha clavó una antorcha en la pared de la cueva. Le costó acostumbrar sus ojos a la luz, pero cuando pudo enfocar la mirada, sintió que no había fuerza en el universo que pudiera detener los pasos que estaba dando hacia el joven de cabello negro y grandes ojos tristes que tenía frente a ella.

Se encontraron a medio camino y se estrecharon en un abrazo interminable colmado de besos y caricias —Itachi... —susurró Natsuki.

Sus labios húmedos y ávidos se entralzaron con ansias, hambrientos el uno del otro. Natsuki desprendió la capa del joven y recorrió su cuerpo cálido y suave bajo la ropa. El joven deslizó las manos por sus piernas y bajo el vestido bordó que se había puesto en otra vida. Natsuki levantó los brazos mientras Itachi le quitaba la ropa y le ahuyentaba la soledad. La levantó por la cintura y ella se abrazó a su cadera con sus piernas. El joven le regaba el cuello y los pechos de besos y tiernos mordiscos, a la vez que se desprendía el pantalón. Natsuki lo alentaba con gemidos ahogados, moviendo sus caderas y recorriendo su espalda y su cabello con sus manos.

Su intimidad más profunda se colmó de Itachi mientras los movimientos rítmicos y vehementes del muchacho le arrancaban agudos gemidos. Él la miraba a los ojos, deleitándose en lo que provocaba. Natsuki movía las caderas al compás, y cada suspiro y jadeo del joven, le producía una oleada de placer.

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora