Si Caigo

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Alguien llamaba a su puerta. Natsuki yacía en su cama, era casi el mediodía y aún no deseaba levantarse. Se había pasado la noche entera leyendo el libro de Jiraiya y ya casi lo terminaba. La noche anterior la había pasado llorando luego de lo que le dijera Tsunade. Y además había tenido que ir al hospital de apuro para hacerse un análisis de sangre, ya que temían que la sustancia que había afectado a Kakashi estuviera actuando de forma silenciosa en el resto del equipo. Por fortuna ni ella ni ningún otro integrante tenía nada. Pero haber tenido que pasar parte de su día libre en el hospital mientras vivía uno de sus peores días la había desgastado emocionalmente. La voz insistente y chillona de Naruto la obligó a salir de su nido con desgano.

—Natsuki, ¿estabas durmiendo? —preguntó con sorpresa al ver la facha despeinada y ojerosa de la pelirroja—. Tenemos entrenamiento hoy.

—Ah. Lo olvidé —respondió y luego dio un largo bostezo.

De todas formas no importaba, su sensei nunca era puntual, ¿por qué debería serlo ella? Naruto entró a la casa de la muchacha y la esperó mientras está se cambiaba el pijama por algo más apropiado.

—Oye ¿Qué pasó aquí? ¿Un huracán o algo así? —preguntó a los gritos desde la planta baja. Natsuki no respondió. Era su desorden ¿a él qué le importaba?

Salieron caminando bajo el intenso sol de Konoha. La chica se demoró comprando comida para almorzar y luego pasaron por la librería, quería comprar el segundo tomo de la novela del sannin pero estaba agotado.

—¿Está todo bien, Natsuki? —preguntó el chico.

—Claro —respondió. Paso un brazo por sus hombros y le alborotó el cabello rubio. Estaba bien. Se había pasado una noche entera llorando pero estaba bien. El chico sonrió ante el gesto amistoso de su compañera.

En el campo de entrenamiento los esperaba una Sakura bastante enojada. Natsuki observó el cambio de su expresión al notar que había llegado abrazada del rubio y percibió que la niña estaba algo celosa. Creía que Sakura estaba tras Sasuke pero tal vez había una esperanza para Naruto después de todo.

—Bien, la trajiste. Ahora falta Kakashi-sensei —bufó la pelirrosa.

Natsuki se sentó bajo la sombra de un árbol y sacó la comida que había comprado. Los dos chicos se alegraron de que hubiese pensado en ellos y compartieron un picnic improvisado.

—Ahh, que rico estaba —exclamó Naruto. Natsuki estaba de acuerdo, por lo menos no había perdido el gusto por la comida y aún podía disfrutar de los sabores de la vida. Desde que se enteró que su sensei le había solicitado a la Hokage que la reasignaran, se sentía en el fondo de un pozo oscuro y solitario. Pero sabía que era el necesario primer paso para olvidar. La chica se recostó contra el tronco del árbol y cerró los ojos.

—Gracias por la comida, Natsuki —dijo Sakura muy educada—. Puedo ir a comprar té de la máquina expendedora si quieren.

—Por ahora, no —respondió Natsuki—. Después del entrenamiento podemos ir a la casa de té. Yo los invito.

—Gracias, sería encantador —Sakura parecía emocionada. Las casas de té eran lugares bonitos, donde servían el té debidamente y acompañado por postres delicados. Estaba segura que a una niña como la pelirrosa le fascinaría la idea de hacer algo tan femenino.

—Wow, Natsuki. Estas muy generosa hoy —exclamó el rubio.

—Para eso están los compañeros —respondió Natsuki—. Además quiero conocerlos mejor —Eso era verdad, pero había elegido ir a la casa de té por otras razones más personales.

Descubrió que mientras estaba concentrada en algo, no pensaba tanto en Kakashi. Se había puesto a investigar sobre la cita de su amigo y ya sabía todo sobre la chica. Shinko Inari regenteaba la casa de té más fina de la aldea. Había sido una kunoichi que abandonó rápidamente la carrera ninja para dedicarse a servir como mesera en el establecimiento y con el tiempo llegó a ser gerenta. Tenía veintiséis años, le gustaban los gatos y las flores. Odiaba la violencia y a las personas abusivas, y sufría de fobia a las arañas luego de haber sido mordida por una que causó que casi perdiera una mano. Todo lo averiguó por su cuenta luego que Genma, tras una fugaz visita, le anunciara radiante que la cita había sido excelente y que le veía futuro a la relación. Apenas había podido hablar con él ese día, sentía que lo podía perder en cualquier momento, y quería asegurarse que no sería en vano. Tenía que conocer a la mujer que le estaba robando a su único amigo. No estaba segura qué pretendía con eso pero de ser necesario, estaba dispuesta a ahuyentarla.

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora