Todo Mal Con El Equipo 7

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Genma aún no volvía de su misión. La chica comenzaba a preocuparse por su amigo, pero Tsunade le aseguró que era normal para el tipo de trabajo que se le había encargado, que se tardara tanto. Eso la tranquilizó un poco. Se esforzó en dejar su casa inmaculada y con el refrigerador lleno para que tuviese una agradable sorpresa al regresar. La Hokage le consiguió un apartamento que le pareció precioso, ya estaba amoblado con lo básico, y aunque era sencillo, lo encontró encantador. Más adelante podía darle su toque si así lo deseaba. De todas formas, la decoración no le importaba mucho. Solo deseaba un lugar al cual llegar luego de entrenar o de una misión, que fuera de ella. Nunca antes había vivido sola, sin contar el tiempo que pasó viajando. Pero nunca sola en una casa. Estaba emocionada.

Esos días se la había pasado entrenando sola. Mientras estuvo en el hospital, había perdido algo de masa muscular. Además, tanto tiempo viviendo en el bosque con la viejita ermitaña, entrenando sola con los árboles y sombras, le habían oxidado bastante su taijutsu y resistencia. Necesitaba ponerse en forma para comenzar a trabajar.

Varias veces se cruzó con la chica pelirrosa en sus idas y venidas, y la chica siempre reaccionaba extraño, la evadia o le lanzaba miraditas que Natsuki no comprendía. No recordaba haberla ofendido de ninguna forma, tal vez la chica solo era desconfiada o algo así, pero su actitud comenzaba a preocuparle. Y bueno, la actitud de Kakashi no era mejor. En las raras ocaciones en que lo veía, el ninja siempre estaba ocupado o pretendía estar muy concentrado en su lectura como para verla. Desde que había llegado había sido así con él: frío y distante, luego cariñoso, y de vuelta a lo primero. Ya estaba harta. Su inconstancia la exasperaba, no comprendía cómo en un momento podía haber estado a punto de besarla para luego ignorarla por completo. Pero no iba a caer en su juego. Se dijo a sí misma que no iba a intentar acercarsele más. Lo trataría de la misma forma que él a ella.

Una mañana se apareció mientras ella entrenaba taijutsu contra un estafermo. Lo vio llegar pero siguió entrenando sin decirle nada. El ninja estuvo parado un buen rato en silencio, hasta que finalmente habló.

—Oi, Natsuki —dijo levantando una mano, con su habitual tono despreocupado.

—¿Hmm? —se limitó a responder, sin dejar de golpear al muñeco de madera y esquivar sus golpes. Le iba a dar una probada de su propia medicina. Si enfocaba su enojo con el muñeco, de hecho practicaba mejor.

—¿Estás entrenando?

—No... es que maderitas me debe dinero —respondió irónica. De una patada hizo volar uno de los brazos de madera recubierto en metal del estafermo, el pesado apéndice voló por los aires y fue a caer justo donde estaba el shinobi, quien de un salto se corrió para evitar el golpe.

—Bien... Hum, sigue así —dijo y se marchó. Natsuki sintió una oleada de rabia y le propinó un fuerte puñetazo al muñeco que giró y le devolvió su golpe en el estómago. Cansada, sin aire y con ira, decidió que ya había tenido suficiente por el día.

La mañana del jueves, llegó puntual al lugar de encuentro. Sabía a la perfección que su sensei llegaría varias horas más tarde, pero pensó que era oportuno para ir conociendo mejor a sus nuevos compañeros. Hacía frío y estaba nublado. Esperó sola unos minutos hasta que llegó el chico rubio, con cara de dormido. Se sorprendió al verla pero le alegró de encontrarla fuera del hospital. Natsuki se decepcionó, al parecer no sabía que tendría una nueva compañera y no dejaba de parlotear de que quería ir a buscar a Sasuke cuanto antes y darle su merecido al rarito de Orochimaru.

—Lo traeré de vuelta a rastras si es necesario ¡de veras! —afirmó Naruto. La chica tenía serias dudas sobre el hermanito de Itachi, tal vez si era en algo similar a su hermano mayor tuviese una oportunidad de defenderse. Pero Iwao no la tuvo y si bien no era un prodigio como el Uchiha, era uno de los ninja más fuerte que había conocido. Prefirió no hacer ningún comentario. Su misión era ser los ojos de Itachi dentro de la aldea, defenderla y cuidar de Naruto. Debía intentar llevarse bien con él. No iba a poder acercarsele si empezaba por decirle que creía que su amigo era insalvable. Y necesitaba que el chico confiara en ella. En caso de que llegara el día en el que el rubio no pudiese controlar a la bestia y Konoha estuviese en riesgo... No quería pensar en ello.

Relámpago Rojo Crónicas De KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora