Capítulo 7 - Temeyotl

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Un edificio como cualquier otro en el centro del estado de Córdoba, enorme, con historia, pasado, y con la vegetación siendo parte de él. Apenas distinguible a la vista de cualquier que pudiera pasar por allí. Camuflado entre los demás edificios, casi a la sombra de ellos, oculto entre los árboles que rodeaban discretamente toda la calle. Ríos bifurcaban a unas calles debajo. Varios mercados se alineaban alrededor del edificio. Acceso casi inmediato a rutas de escape por Agua y el camino de la diosa Miquiztel.

—Debiste tardar mucho en ocultarlo—dijo Xiuhtzin sonriendo frente a la guarida de Rodrigo Germán Platas de la Serna, ex Comandante del Telpochcalli. Pese a no estar familiarizado del todo con su historia, Xiuhtzin sabía que el Ex Cazador era alguien de extremo cuidado—. Apuesto que esto fue lo único de provecho que estuviste haciendo en tus años de exilio de la Orden Mexica. Nada mal, nada mal.

Escuchó el cántico de Guerra del Dragón Olmeca de Alexandro.

Eso sólo hizo que tuviera más ansiedad por tenerlo en su posesión ya.

El Sacerdote de fuego movió la mano inundada en fuego.

Ningún Espejo de Tezcatlipoca ocultaba la visión del edificio. Era algo mucho más profundo, más poderoso que un Espejo hechizado. No ocultaba nada desde fuera, realmente no ocultaba nada en absoluto. El edificio como se veía por fuera, era como realmente era.

El Sacerdote enfocó la mirada en el portón del edificio.

—Madera de Cedro Rojo.

Escuchó como las escaleras de metal, piedra y madera dentro se movían con lentitud.

—Construcción hecha por arquitectos chaneques.

Xiuhtzin tronó los dedos.

De las sombras de toda la calle comenzaron a emerger Yoaltepoztli.

Bestias nacidas de las pestes, enfermedades y la podredumbre de la humanidad y la naturaleza. Ambos elementos, gracias a Nepextécolotl, abundaban desde hacía meses. Las bestias tenían forma humanoide, sin cabeza, decapitados. Con la caja torácica, desde el estómago hasta el cuello abiertos con agresión demencial. El corazón expuesto, siendo recubierto por pequeñas telarañas de arterias y venas. Su cuerpo tenían las piernas deformadas casi hasta adquirir el aspecto de un venado, la columna y brazos estirados con agresividad, cual ramas secas de un árbol petrificado. Algunos tenían garras gigantescas en las manos, o pequeñas hachas o guadañas.

—Asesinen a todos, menos a aquellos que estuvieron en mi jardín en el Solsticio de Invierno.

Los Yoaltepoztli empezaron a escalar por la fachada del edificio hasta entrar por el techo.

Rompiendo ventanas.

Trepando por raíces de vegetación.

— ¡...YOALTEPOZTLI! —Escuchó gritar desde dentro.

— ¡PROTEGAN A LOS...!

— ¡...ESTÁN INVADIÉNDONOS...!

Xiuhtzin escuchó deleitado el sonido de las armas tratando de destruir a los Yoaltepoztli.

Un poco de destrucción innecesaria no le sentaba nada mal a Xiuhtzin.

Seguramente Copil ya habría arrasado por completo con el Reino de Citlalli, en las minas de Tasco. Eso era un capricho, sí, pero necesitaba dejarles en claro a vampiresas que debían obedecer y acatar sus órdenes al pie de la letra. Acabando con ese refugio, iría de inmediato a asesinar a las sobrevivientes de la masacre de Copil, y a empezar a buscar la ubicación de la Biblioteca personal de Magia negra de las Guerreras de la Oscuridad de Tezcatlipoca.

Los Guerreros del Quinto Sol III: Imperio RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora