Capítulo 14 Los Jaguares de las Montañas

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Existe, en la naturaleza de algunas Depredadores, la tendencia a asesinar.

A devorar Corazones.

A Cazar sin piedad.

Existe, para algunos, la tendencia a perderse.

Olvidar el pasado, su nombre, su vida, su Alma.

Renegar quiénes fueron, son o serán.

Pero existen, como sombras de la Luna, Depredadores

que son capaces de ignorar su tendencia asesina.

Depredadores que no son Bestias sin propósito, que

sin importar nada, son quiénes realmente son.

Xóchitl sigue viva.

Luna desapareció dejando a Ale con un corazón estallando.

—Señor—dijo Miguel muy preocupado viendo como Alexandro se agachaba tomando su pecho mientras lloraba sin ningún control—, Señor. Por favor, Señor.

Xóchitl seguía viva.

Xóchitl estaba viva. Xóchitl debía de estar en la tierra, con Luna, Daniel, Lea, Rodrigo, Amanda, Carlitos, Toto y el Telpochcalli. Xóchitl seguía viva. Había sobrevivido. No murió en la Cueva. Nepextécolotl no había logrado asesinarla.

Sonrió mientras seguía llorando.

—Me va a partir la madre si me ve así de madreado—dijo con mucha preocupación.

— ¡SEÑOR!

Ale alzó la vista y reaccionó al instante esquivando una flecha hecha de piedra de rubí. Miguel lo empujó al suelo y rodaron hasta un árbol. La flecha estalló a varios metros de distancia, Ale volteó viendo de dónde había llegado. Al voltear un destello de luz lo deslumbró momentáneamente. En cuanto recuperó la vista, tambaleándose mareado, vio como Miguel lanzaba flecha tras flecha contra una pequeña familia de Jaguares que estaba a metros de estar encima de ellos. Ale lanzó un cuchillo a los pies de los Jaguares, en los segundos que los depredadores agacharon la vista, el Guerrero cargó a su amigo en espalda y empezó a huir entre los árboles.

— ¡Sonido!—Gritó Ale— ¡Haz todo el ruido que te sea posible, Miguel! ¡Espárcelo por todas partes!—Ale comenzó a hacer lo propio lanzando piedras de rubí perforadas a todas partes alrededor suyo. El sonido mantendría a los Jaguares siguiendo rastros falsos por algunos minutos, pero en una lucha contra esos depredadores, incluso unos segundos podía garantizar supervivencia— ¡Azca! ¡Agua!

Ale vio la pequeña hormiga volando con un tono chillante para que no la perdieran de vista. Dieron varios giros violentos hasta que terminaron en las orillas de un río. Miguel se bajó y empezó a armar más flechas. Ale se levantó y trató de escuchar a los Jaguares, el sonido estaba demasiado lejano, al menos estarían a salvo por esos momentos. La hormiga comenzó a sobrevolar alejándose tanto que era indistinguible para cualquier sentido.

—Esos Jaguares—dijo jadeando Miguel—son naranjas, son rojos. Son como si su pelaje fuera sangre. Son muy, muy fuertes y rápidos. No creo que... Que pueda... Que podamos ganarles señor.

Ale trató de sonreír para calmarlo, pero Miguel tenía razón. Un Jaguar del Mictlán era bastante peligroso, sabía que en el Séptimo Reino cazaban en solitario. Pero atacaron en manada, al mismo tiempo. Y la flecha de rubí sólo había funcionado para distraerlos. El resplandor fue otro truco. Alguien estaba comandando a los Jaguares. Alguien con experiencia en Caza.

Los Guerreros del Quinto Sol III: Imperio RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora