Capítulo 21 - Sacrificios

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—Esto no es real—dijo Xóchitl sintiendo el Viento golpeando su cara, descendiendo por el gigantesco vacío que parecía absorberla para dejarla caer asesinándola— ¡Esto no es real!

Xóchitl cayó contra la pared del estudio Amaxoaque. Tenía nauseas por la caída y por romper de forma tan abrupta el engaño de Xiuhtzin. Corrió tratando de no tropezar, saliendo de la Librería ignorando todos los Gritos de por medio. Rebanó por la mitad a todos los Espíritus mandados por Xiuhtzin para intentar detenerla.

Pasó por debajo de los Torniquetes del Metro más cercano y al llegar a los Túneles se convirtió en Nahual comenzando a buscar los Túneles escondidos del Sacerdote de Fuego. Volaba por encima de las Serpientes/Trenes que iban a toda velocidad. Tras varias vueltas llegó a una entrada enrejada. Cortó las cadenas y rejas con un machete y con antorcha en mano comenzó a correr dentro de la guarida del Sacerdote de Fuego.

Un grupo pequeño de Cihuahuateteo aparecieron flotando frente a ella.

Xóchitl apagó su antorcha de inmediato.

Caminó entre los Espectros, solamente dejándose guiar por los lamentos que emitían. Si se enfrentaba a ellas perdería demasiado tiempo tratando de erradicarlas por completo. Camino sintiendo varias garras de los Espectros arañándola levemente en sus brazos. No emitió ningún grito o sonido, sólo una respiración baja y constante. Se detuvo al escuchar el sonido de Agua a unos pasos delante de ella.

Se agachó al momento que una Tlanchona brincaba con los colmillos abiertos.

Brincó y rodó esquivando a un ahuitzotl y a un Cocodrilo.

Corrió hacía el cocodrilo para tomar impulso y saltar hasta llegar a la otra orilla del riachuelo. Mientras más corría más espíritus esquivaba, y el sonido de múltiples incendios y conjuros siendo realizados se intensificaban. Hasta que llegó a una sala circular enorme, con montones de árboles creciendo por todas partes, con un hibrido humano/araña colgado del techo. De todos los árboles colgaban montones de Arañas de todos tamaños (Desde una Camioneta a un Perro pequeño, a una Araña convencional) Todas de colores chillantes, cambiantes y con aspectos muy distintos entre sí. Ese sitio era un Punto de Choque trasgredido, obligando a un sitio Divino atarse a un Lugar Terrenal. Ese era el sitio dónde Tócatl, la diosa Araña del destino, tejía el telar de la realidad.

—Esto está mal—susurró viendo como todas las Arañas se mantenían completamente quietas, como si estuvieran congeladas en el Tiempo, incluso la diosa Tócatl (una diosa que no era precisamente de su agrado) parecía desmayada en el techo, con sus extremidades colgando inertes—, el tejido del Destino se detuvo...

En el centro del Bosque, entre todas las telarañas, estaba Xiuhtzin con las piernas cruzadas en el piso, manos cruzadas, con los dedos entrelazados. El Bastón de Coyolxauhqui (Un Bastón que parecía estar hecho de flores marchitas y disecadas) flotaba en Horizontal frente al Sacerdote. En sus piernas flotaba abierto el Libro de Quetzalcóatl, volteando sus páginas solas a una velocidad alarmante.

—Todas las posibilidades de la Creación—la voz de Xiuhtzin se distorsionaba—, no existe nada que sea imposible ya. No hay limitantes. No hay nada que no conozca ahora.

Xóchitl lanzó una flecha Relámpago contra el Sacerdote. Xiuhtzin alzó una mano haciendo que la electricidad se disipara. Llevaba puesta la Máscara de Quetzalcóatl, la auténtica y verdadera, no sólo una sombra y ya.

—Más de lo que esperaba de ti—pronunció con su voz, sí, pero parecía que una voz se montaba sobre la suya, una cansada y poderosa—. Te creí muerta desde que te dejaste caer en un Hechizo tan sencillo como el de la Librería—se levantó sosteniendo el bastón de Coyolxauhqui y alzando los brazos—. Ahora puedo percibirlo todo... Ahora todo está al alcance de mi poder ¡SOY EL NUEVO DIOS DEL CONOCIMIENTO!—azotó el bastón haciendo que todas las arañas despertaran con un brillo rojo en sus ojos, comenzando a moverse lentamente, produciendo más Telaraña, toda de tonalidades negras, con pesadez, tratando de resistirse a las órdenes de Xiuhtzin—. No, no, ninguna de tus flechas logrará detenerme. Y no, tampoco incendiar todo este sitio me detendrá. Tampoco podrás usar mis espectros en mi contra. No, no hay nada de los movimientos que sepas que pueda afectarme. Y claramente no estoy leyendo tu mente, sólo exclamo lo obvio.

Los Guerreros del Quinto Sol III: Imperio RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora