Capítulo 20 - Hogar

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—Hombre Colibrí—llamó a Daniel.

El Hechicero volteó accediendo al pequeño espacio onírico que Athecátl había preparado para que pudieran hablar. La Hechicera se presentó en el aspecto que Daniel la había conocido en El Pueblo Fantasma. La máscara de la Gran Líder Sonajas era la de un Puma con un sol sonriente pintado en rojo en su frente.

Daniel no preguntó donde estaban, debía imaginarlo ya.

—Gran Líder Sonajas ¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste a...?

Athecátl movió la mano haciendo que el piso se marcará un Mapa hecho de Agua.

—Te estaré esperando, Hombre Colibrí.

— ¡Espera...!

Athecátl liberó del espacio a Daniel.

La Hechicera se liberó de su atuendo, alzó la vista a la Pirámide, adentrándose en el Bosque. Había creado una barrera prácticamente imposible de romper, y Daniel fue el único lo suficientemente capaz de poder encontrar su única debilidad. No detuvo al Sacerdote de Fuego cuando la distracción de Huitzilopochtli había comenzado, permitiéndole llegar hasta el Bastón de Coyolxauhqui, Hechicera de las Arañas, diosa protectora de la Luna.

—Cumplí con mi parte, Xiuhtzin. Ya no te debo nada.

Sólo quedaban Tres de la Casta, ella, Nepextécolotl y Daniel. Tal vez era tiempo de hacer que su anonimato desapareciera.

.

Mictlantecuhli portaba una Capa Negra, que emanaba un enorme poder. Un collar de Ojos Humanos, de Bestias y algunos dioses; todos los ojos se movían no dejando ningún punto ciego. Encima de sus brazos llevaba una especie de armadura hecha de huesos. El dios invocó un Tepoztopilli hecho de la Columna vertebral de un Cocodrilo, la azotó contra el piso y el prado se pudrió hasta convertirse en un Desierto de tierra disecada.

Oye, Pequeño—lo llamó Tenexuche en su mente—, yo... Escucha no hay forma amable, así que vayamos al grano ¿Quién es el imbécil que está amenazando las raíces del Árbol?

Mictlantecuhtli—respondió Alexandro pensando en todas las posibilidades a partir de ese punto—convoca a los Amaxoaque. Nada entra o sale del Cerro. Indefinido.

Sintió la aprobación del Titán del Amanecer.

—Oler Terror tan puro de un Guerrero de tu clase es verdaderamente interesante, tiene una fragancia cautivadora—Mictlantecuhtli movió su lanza impregnando el viento de varios venenos—. Tranquilo, Xiuhcitlalli. Mi propuesta para que seas mi Sacerdote sigue en pie. Soy amable con aquellos que me han hecho algún tipo de favor.

Alexandro se mantuvo de pie manteniendo su mano en la corteza de un árbol. En ese árbol había dejado marcas de los combates ganados que tuvo contra Gus en sus juegos de Pelota. Por alguna razón notar esos cortes le dieron fuerza para tomar su decisión.

—No lo tomes personal—se colocó en posición de defensa con un Chimalli en brazo y un macuahuitl en mano—, pero eso de ser Sacerdote no me va mucho.

Alexandro recibió el impacto del Tepoztopilli con su Chimalli y giró dando un corte.

El Emperador de la Muerte saltó y pateó lanzando varios metros dentro de la selva a Alexandro. El Guerrero se levantó convertido en Águila, pero una Serpiente de Obsidiana, gigantesca, comenzó a tratar de devorarlo en pleno vuelo. Alexandro cayó convertido en humano, con el Macuahuitl preparado para cercenar alguna extremidad. Mientras caía pudo percibir la mirada de los Ojos en el collar de Mictlantecuhtli siguiéndolo. El dios de la Muerte se transformó en una Araña gigantesca que atacó con varias de sus patas a Alexandro, que apenas logró escapar escondiéndose entre las copas de los Árboles.

Los Guerreros del Quinto Sol III: Imperio RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora