Capítulo 8 - Colmillo de Hielo

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La Muerte nunca es el final.

Aún para el Sol.

Aún para sus Guerreros.

Aún para sus Protectores.

Aún para sus Hijos.

Aún para los Hombres.

El final no existe.

Xóchitl escuchó el grito de Guerra de Cuauhyolotl. Sintió un acongojo en su corazón al darse cuenta que no reconocía ese grito. No era de Guerra, de ver una presa débil o una digna. Era un grito de dolor. Pero no estaba segura, era la primera vez que escuchaba ese grito por parte del Dragón Olmeca.

Se levantó recargándose en un árbol y siguió aminando a la profundidad del bosque.

No llevaba el arco preparado para atacar, pese a las órdenes que tenía de hacerlo. Su trabajo era proteger la retaguardia del grupo, principalmente la de los civiles que eran incapaces de defenderse solos.

Pero pese a todo, Xóchitl tenía la certeza de que nadie se acercaría a atacarlos.

—No todavía—susurró tocando la cicatriz de su estómago—, no aún.

Escaló a la copa del árbol más alto que pudo alcanzar a localizar y se quedó sentada viendo todo a su alrededor. El aire frío del anochecer la hizo sentirse fuerte de nuevo.

Sacó su libro de Quetzalcóatl, al que tuvieron que improvisarle una nueva portada, esa vez hecha de algo parecido a madera y con un tejido a mano encima. Era de fondo rojo con una Luna roja encima.

Agregaron hojas para las notas personales de Xóchitl. Mapas, métodos de caza, hechizos, piedras mágicas, sitios que evitar, flores que recolectar, fechas estelares importantes, pensamientos, cartas...

La Cazadora vio el mapa que robó de la Biblioteca Amaxoaque de la fortaleza.

Un camino a un sitio seguro, en el que nada ni nadie podría volver a atacarlos.

En el que, de existir una forma de detener a Nepextécolotl antes de que pudiera comenzar a destruir toda la humanidad, se encontraría allí. Un método, un arma, un conjuro, lo que fuera posible para detener al Sexto Sol.

Vio la luz de la fogata del Telpochcalli, internado en las sombras del bosque.

Volteó a ver a Córdoba, dónde una Oscuridad casi imperceptible se asentaba sobre esa preciosa combinación de bosque y ciudad. Un nuevo hogar destruido, nuevos recuerdos que le causarían melancolía antes de poder dormir, y sin embargo, como las veces anteriores, seguía en pie con su familia acompañándola.

Vio las primeras estrellas brillando en el Cielo.

Ale le había contado muchas historias relacionadas con Estrellas.

"—Son aves que siguen el destino del amor, la búsqueda eterna de libertad... El Fuego que los hombres conocemos es gracias a un Tlacuache que se robó la luz de una Estrella caída... Me gusta pensar que cuando me siento más solo, y veo el Cielo nocturno, tú también lo ves y así sabemos que no estamos solos... Cuando los antiguos Guerreros, Cazadores, o personas comunes se perdían, leían el mapa de las Estrellas, y éstas siempre los ayudaban"

Fue saliendo de un bosque en Chihuahua, estando los Seis juntos por primera vez, que Ale les contó el Mito del nacimiento de 400 estrellas. Los 400 hermanos de Huitziton Mextli, la encarnación humana de Huitzilopochtli, que fueron asesinados por éste y elevados al Cielo.

Resultaba curioso, que ése era el objetivo del Telpochcalli.

El sitio dónde murieron esos 400 hermanos.

Los Guerreros del Quinto Sol III: Imperio RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora