Capítulo 18 - Nueve Ríos

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Quetzalcóatl al dejar la Tierra se fue en un barco hecho de Serpientes, de dicha forma el barco se había vuelto indestructible, pudiendo surcar Océanos, Cielos y así desaparecer entre las Estrellas. Alexandro sabía que con el Barco que le acababa de dar Tonatiuh, hecho de Serpientes también, ninguna fuerza podría derribarlo o destruirlo, al cual llamó; "Citlaqueztalli" recordando las muchas historias de Viajeros, Guerreros y Cazadores que habían rezado a las Estrellas para que les indicaban el camino, y por su personaje favorito de libros Citlatzin Córtez Cuaulli, al navegante de las estrellas. Pero ese sólo era la mitad del trabajo.

Como siempre.

Surcaba los Nueve Ríos, Nueve Ríos dónde terminaban de purificar sus Tonales para que pudieran renacer por completo y en forma (1er Río: Valorar el esfuerzo ajeno, 2do Río; Abstenerse de la Mente, 3er Río; Reconocer los deseos Mundanos, 4to Río; Claridad, 5to Río; Abrir el Alma al Exterior, 6to Río; Recibir y dar Ayuda, 7mo Río; Dejar fluir el Alma, 8vo Río; Conexión con el Mundo, 9no Río; Reconocer que no existe nada fragmentado).

Alexandro no podía ninguno de esos momentos de apertura de conciencia debido a que seguía vivo, y de sumergirse en los Ríos perdería la Cordura o realmente acabaría Muerto. En lugar de ello, el Guerrero manejaba el Barco, combatía con varias Bestias acuáticas que trataban de devorarlo y se detenía a hacer campamentos es islotes que aparecían al azar. Comía con todos sus víveres repuestos gracias a Tonatiuh, mientras trazaba varios mapas de ensayo y error en las velas, habiendo probado ya 21 caminos distintos.

Los Ríos a ese punto parecían formar símbolos enteros en corrientes muy distintas.

Se sentía, pese a todo, intranquilamente tranquilo. Como si esa sensación de plenitud, alegría, éxtasis breve no fuera suya. Deseos de apresurarse a encontrar la salida lo inundaban a cada instante, teniendo breves conflictos internos cada vez que se detenía a descansar un poco. Otro pensamiento, casi apagado, sonaba dentro de su cabeza; no seguir. Detenerse y no seguir, no salir del Mictlán.

—Pero Xóchitl me espera—decía obligándose a seguir navegando—, así, me espera y debo salir de este encrucijada de agua rápido...—esa sensación ajena se sostenía de sus deseos de ver la Vida una vez más—, pero... Quizá deba esperar un poco más ¡NO! ¡No esperar más!

Alexandro se detuvo en un islote con un pequeño Templo destruido en él.

Sus manos temblaban exigiéndole seguir avanzando, pero la Noche, las Constelaciones de Estrellas, el Agua turbia, le decían que era una idea estúpida seguir navegando en esas condiciones tan abruptas. En lugar de eso, preparó una fogata y empezó a calentar sus tamales, acompañados de atole y chapulines enchilados. Se preguntaba que estaría haciendo Xóchitl en esos momentos, que harían Luna y Daniel con ella.

—Seguramente salvando al Mundo—dijo con una gracia que le dolía en el pecho.

Se preguntaba que habría dicho su abuelita de verlo a punto de cruzar el Mictlán en cosa de seis meses, lo que le diría Gus. O Tenexuche. O Pi y Po. Don Germán. Luna. Daniel y Lea. Xóchitl lo golpearía sin dudas. O su mamá, o su papá... O porqué no, sus dos papás juntos ¿Qué le habrían dicho?

Las Estrellas empezaron a formar dos Constelaciones distintas;

Un Águila y un Cocodrilo. El Cocodrilo nadaba en el Cielo, mientras el Águila volaba alrededor del Cocodrilo, como si estuvieran dando una danza ritual, en círculos, persiguiéndose, jugando entre ellos. Ale alzó la mano como si pudiera alcanzarlos; aquellos eran los Nahuales de sus papás. Que, tal vez, dónde sea que pudieran estar, bailaban de alegría para él. Sintiéndose orgullosos, su mamá por el gran Guerrero en el que se había convertido, su papá por la buena Persona que era.

Los Guerreros del Quinto Sol III: Imperio RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora