Capítulo 16 - La Casa de la Neblina

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La Esperanza estaba perdida, rota, fragmentada, sin Corazón.

La Vida, la Muerte, todo se quebraba.

El Día, la Noche, estaban sangrando.

Al final la lucha es inútil, al final siempre se pierde,

sin importar la fuerza, sin importar la habilidad, siempre se perdía,

la lucha es inútil. Pelear ya no tiene sentido;

Pelear sin Esperanza, pelear sin Fe, pelear sin un Motivo, pelear sin Corazón.

Sin una familia, sin un amigo, sin un amado, sin un Corazón, pelear es inútil.

La Esperanza se pierde cuando se pierde la razón para pelear.

La Esperanza es inútil sin Corazón.

Pelear es inútil sin Esperanza.

Desató un estallido de todos los Fuegos que era capaz de dominar, con toda la fuerza y poder que mantenía en esa forma fragmentada. Las paredes de piedra y madera que lo aprisionaban se mantuvieron inamovibles. Tezcatlipoca de verdad había creado una jaula lo suficientemente fuerte para retener a un Sol.

Sentía su cuerpo desvaneciéndose, pero tampoco podía sólo desaparecer y regresar al cuerpo original, porque esa maldita jaula también evitaba eso. Nepextécolotl dejó de atacar debido al agotamiento. Xipétotec lo estaba cazando en los océanos prohibidos del mundo desde equinoccio de Primavera. Tláloc y Ehécatl mantenían una barrera en el Primer Cielo que evitaba que el brillo Opaco que emitía llegara directamente a la Tierra arrasando con toda la naturaleza. Texcatlipoca estaba deshaciendo todas las maldiciones que había regado por todo el Universo, asesinando a todas las bestias primigenias que había despertado. Tlatecíhuatl mantenía un fragmento prisionero en la entrada al Mictlán por el Árbol del Anochecer. Xiuhtecutli y Xochiquetzalli mantenían la ubicación del Tonacacahuitl lejos de él, haciendo imposible que pudiera ubicar el Árbol de la Vida y concretar sus planes, incluso aunque el Veneno de Cipactli estuviera actuando ya. Otro fragmento de su Tonal estaba concentrado en dominar y poseer al Dragón de Tonatiuh que seguía resistiéndose a su poder. Pero todos tenían límites, y tarde temprano se desharía de cada uno de los traidores que no estaban doblegándose a su poder, a su Nuevo Imperio. Itztlacoliuhqui y Xólotl aún no se habían regenerado después de ascenso como Sexto Sol, por lo que no podría contar con más agentes en la Tierra que Tenoch y su ejército.

Luego se encontraba el más complicado de todos Huitzilopochtli. El dios de la Guerra lo estaba combatiendo con ejército de dioses menores en los cielos, de manera diaria, en la Tierra y el Mictlán. Huitzilopochtli parecía el único de todos los dioses y humanos que no se agotaba en lo más mínimo. Si no destruían su maldita Pirámide, sería cuestión de meses para que lo destruyera, y ninguno de sus sacrificios habría valido la pena. Hasta el último reporte del Gigante de Piedra, ya habían podido atravesar la Muralla de Ahuehuetes.

—Te demoras demasiado—dijo burlándose su Tlatoani.

—Lo dice el dios que lleva Siglos atrapado en su propio Reino.

Su Tlatoani hizo que comenzara a sofocarse. —Mantén tu respeto, Tecolote de Cenizas. Sigo siendo capaz de asesinarte en cuanto me plazca—Nepextécolotl asintió apretando los dientes—. Ese mortal que te ayudó a completar tu ascenso, es el mismo que me ayudará a por fin romper mi encierro. Cuando salga del Reino de los Muertos, me encargaré de cada uno de los dioses que están reteniendo tu poder, Sexto Sol. Sembraremos esta era con cadáveres.

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Al despertar, Alexandro Martínez de la Luz, era capaz de ver de nuevo. Su ojo izquierdo no se encontraba más nublado, podía ver todo lo que lo rodeaba. Su ojo... derecho, su ojo derecho podía ver igual de bien que el izquierdo. Su vista había mejorado bastante con ambos ojos estables, viendo con normalidad. Llevó sus dedos a su ojo derecho para sentir que no fuera falso, que realmente tenía su ojo de vuelta. Al tacto con la piel del parpado, parecía que estaba rosando la suavidad de una flor... de una Flor de Cempaxúchitl para ser preciso. Se llevó ambas manos al pecho, dónde antes había una cicatriz mortal ahora se encontraba un símbolo dorado que estaba sanando la herida. Miguel estaba a unos pasos de él lanzando piedras a la neblina. Las rocas emitían un eco en todo el Lago.

Los Guerreros del Quinto Sol III: Imperio RenacidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora