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No me acosté en la cama junto a la ventana, ni en la que estaba en el centro, ninguna de las dos me causaba confianza en aquel momento. Nos acurrucamos entre las suaves y calentitas sábanas de la cama en la otra esquina de la habitación, que curiosamente, olía a avellanas. Aspire gustosa hasta que volví a caer en los brazos de morfeo, donde soñé con Fred y nuestro reencuentro, pero era uno de los tantos sueños que no recordaría al despertar.

***

El plan para ese día era simple, bajaría a desayunar con Lav y Hades. Pasaríamos la mayor parte del día en lo de Hagrid, hasta que los chicos llegaran. Luego de eso, simplemente seríamos los mismos de siempre.

Pero el universo tenía planes diferentes para mi. Cuando el frío rozando mi piel me provocó un fuerte escalofrío que sacudió bruscamente mi piel, mis ojos se abrieron, revelando el paisaje que me rodeaba.

Como si mis sentidos se espabilaran, mis pies se sintieron húmedos y fríos por el contacto con el rocío mañanero. El aroma a tierra mojada y madera húmeda junto a las miles de fragancias de todas aquellas plantas que eran acariciadas por los primeros rayos de sol se colaron por mis fosas nasales. Busque con desesperación entre la neblina la pequeña silueta negra de Hades, pero aunque susurrara su nombre, no llego a hasta mi. Me abrace con fuerza tratando de darme calor y aunque las medias mojadas me molestaran, no me las quite, porque el contacto directo con el suelo hubiera sido aún más devastador.

Analice el entorno por largos y tortuosos minutos, pero no había manera de encontrar la salida, solo veía árboles y más árboles.

Sabia lo que pasaba, sabía que estaba en el Bosque Prohibido. Era consciente de que probablemente esa vez Hagrid no me había frenado, sabía que tal vez jamás saldría de allí, sabía que estaba sola, que no vendrían a buscarme, porque nadie cruza el límite hacia una muerte segura.

***

Rebusque entre mis bolsillos una vez más, pero no importaba cuanto la buscara, mi varita no estaría allí. Me pregunté por milésima vez como es que Hades no decidió seguirme cuando, en mi persistente inconsciencia sobre mis acciones, me, asumo, levante de entre las suaves telas que nos protegían del frío y decidí aventurarme a los pasillos del colegio. Me planteé que tal vez no hubiera podido, me asuste al pensar que tal vez lo hubieran herido.

Y mientras me sumergía en miles de pensamientos cada vez más negativos, camine sin rumbo alguno entre el frondoso bosque.

***

No había caso, los árboles eran muy altos, grandes y numerosos, no había forma de guiarme por la luz solar. Además, no tenía mi varita para conjurar algún hechizo de orientación, y dentro de aquella prisión natural los árboles parecían cubrir toda forma de escapar. Estaba muy cerca de rendirme, pero cuando cerraba los ojos y soltaba el que pensaba era mi último suspiro esperanzado, unos ojos azules tan brillantes como el cielo diurno me llenaban el cuerpo de calidez. Escuchaba vagamente la voz de Lee haciendo eco en mi cabeza, como si me llamara y las risas de George y Lav lo coreaban.

En cierto punto, cuando los rayos de sol se volvieron mucho más intensos, pero no lo suficiente para calentar el ambiente, un maullido proveniente de un agujero en un árbol logró herizarne la piel.

-¿Hades? - murmuré, con miedo a encontrar allí algo más que un amistoso felino.

A pesar del gélido sentimiento de peligro que alertaba mi piel erizada, me acerqué más y más hacia aquel agujero, encontrándome sumamente confundida al sentir una briza proveniente de un presunto hueco finito. Un gruñido me obligó a arrugar el entrecejo y, aún con el miedo posado en el pecho, declare con parsimonia.

Segunda Oportunidad. (Fred Weasley Y Tú).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora