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La puerta se abrió mientras yo permanecía en el piso, una figura conocida se alzaba frente a mi.

-¿Tío Lucius? - pregunté incorporándome con brazos temblorosos. Mi garganta ardió al hablar pero, como llevaba haciendolo por un tiempo, lo ignore.

Mi tío, Lucius Malfoy, un hombre de piel blanca y penetrantes ojos grises, se alzaba frente a mi con evidente sorpresa. Sus dorados cabellos caían por encima de sus orejas y reposaban en sus hombros. Algunos cabellos blancos producto de la edad eran ya evidentes, mas sin dejar rastro de ello en su impecable rostro uniforme.

-______- susurro casi sin aliento.

-Padre, Minerva esta aquí - advirtió una chillona e infantil voz. Lucius se volteó hacia la misma y entonces fui capaz de divisar otra cabellera rubia, mucho más corta, junto a un par de ojos extremadamente claros y brillantes. La piel blanca contrastaba a la perfección con aquel cabello rubio platinado y sus ojos grisaseos que, de a ratos y con la luz adecuada, parecían azules.

-Pequeño Draqui- susurre aun con sorpresa - ¡Draquito! - grite esta vez con obvia emoción y felicidad.

Mi pequeño primo se volteó hacia mi, abrió la boca con espanto un minuto pero, al posar sus ojos en los míos, toda expresión se esfumó dando paso a una radiante sonrisa, de esas que dejaban ver sus lindos dientitos de niño pequeño. Corrió hacia mi con los brazos abiertos y se lanzó a mi encuentro cuando le quedaban poco mas de 2 pasos.

-PRIMA LIZ - alcance a oir su ahogado grito sobre la piel expuesta de mi cuello.

-¿Cómo está mi primito favorito? - cuestione haciéndole cosquillas. El comenzó a carcajearse y, luego de tomar mis manos para que parara, me sonrió radiante dispuesto a hablar.

-¡Estoy bien! Hemos hecho muuuuchas cosas con mi padre y mamá me ha enseñado como se deben hacer algunos hechizos, ¿Puedes creerlo? Eso que ni siquiera me ha llegado la carta de Hogwarts - mi sonrisa fue desapareciendo a medida que mi blanquecino primo hablaba.

Otra vez con eso.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el mismo sonido de pasos de mis sueños. Que parecían no ser sueños al final.

Debo estar atrapada en otro sueño.

Me anime nuevamente, aún no dispuesta a creer en disparates como esos. Los pasos eran casi inaudibles, aún estaban lejos.

-¿Liz? - Draco me miraba preocupado ante mi falta de respuesta. Sonreí para él tanto como mis labios me permitían estirarlos y entonces tome su pequeño rostro entre mis manos.

-Eso es genial, Draqui, siempre supe que eras un niño brillante. No por nada eres primo mio, ¿No? - bromee. Él soltó una sonora carcajada y me abrazo de nuevo.

- Te extrañe mucho, prima Liz, la mansión Malfoy es demasiado grande y silenciosa para mi solito. Odiaba mucho que no fueras desde que tuviste el accidente - su vocecita infantíl, sincera y dolida me estrujaron el corazón. Lo abrace muy fuerte pidiendo perdón por mi ausencia y, fue entonces, que note a mi tío en una especie de shock en el mismo lugar que cuando llegó.

Lo mire por largos segundos en los que Draco no se separó de mi.

Al ver su falta de respuesta, abrí la boca dispuesta a llamarlo. Sin embargo, no fue mi voz lo que lo sacó de su trance, sino una fina y delicada mano que se posó en su hombro.

Lucius se giró de inmediato, dejando paso y permitiendo verse a Minerva a sus espaldas. Tan correcta, tan elegante, con aquella mirada tan impotente.

Mi mente me exigía recordar algo, pero me era imposible hacerlo incluso queriendo.

-Pequeña Liz, veo que has despertado, pero ¿Por qué te encuentras en el suelo? - cuestiono alzando una ceja.

Sólo entonces Draco se separó de mi, posicionándose en el lado izquierdo de mi persona, aprisionando mi mano como podía en la suya, ya que era muy pequeña. Todo en silencio.

-Basta de juegos - solte con frialdad.

Tenía planeado incorporarme como pudiera, pero no pude ni siquiera respirar. Todo ocurrió muy rápido. Me eleve por los aires, casi ni tuve tiempo de soltar a Draco para evitar que levitara conmigo. Cuando el aire, que no note que retenia, abandonó mis pulmones, me encontraba nuevamente en la cama, tapada y con las abultadas almohadas bien acomodadas en mi espalda.

-¿Cómo... - me vi interrumpida por Minerva.

- No se supone que ella debía verte o ¿Acaso cambiaste de opinión? - la elegante y sofisticada mujer de ajustado rodete cuestiono con voz fría a mi tío.

-Escuche un ruido y me asusté, pensé que se la habían llevado - explico de la misma manera el hombre rubio.

Intercambiaron una última mirada, antes de que Lucius tomará a Draco de la mano y comenzará a arrastrarlo fuera de la habitación.

-¡Alto ahi! - ordene con la voz mas fuerte que podía. Mi tío, para mi sorpresa, se congeló en su lugar -. Ven a decir adiós, pequeño dragoncito - acuse abriendo los brazos para invitar a mi ladino primo a un apretado abrazo. El pequeño no lo pensó mucho, por no decir nada, antes de correr a mi encuentro safandose del agarre de su padre.

- Te quiero mucho, prima Liz. Por favor, no me vuelvas a olvidar - susurro en mi oído. Abrí la boca para contestar, pero fui demasiado lenta. Todo se había vuelto negro antes de que pudiera reaccionar.

***

-Veo que estas despierta ya - la voz de Minerva llego a mis oídos ni bien recupere los sentidos. Ni siquiera tuve tiempo de abrir los ojos, así que no estaba muy segura de como supo que había recuperado la conciencia.

El irritante sonido del utensilio de plata chocar contra la delicada porcelana llego a mis oídos, causándome un fuerte dolor de cabeza.

-¿Dónde estoy? - cuestione una vez mis ojos se acostumbraron a la luz que se filtraba por las ventanas de la habitación.

Crei sentir olor a pino, pero ya no está.

Minerva se encontraba parada frente a un mueble de madera, revolviendo una taza de algún líquido que no pude diferenciar.

- En El Caldero Chorreante - contesto con una sonrisa volteandose hacia mi por completo. Sólo entonces pude notar que la cuchara de plata que provocaba el incesante sonido no necesitaba humano que la controlara, pues hacía su labor muy bien sola.

*****

*Entra outro de HP*

Segunda Oportunidad. (Fred Weasley Y Tú).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora