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Después de todo; estaba en el libro que tomó para mi.

-Es increíble, gracias - hablo, sin despegar la vista de su regalo -. No puedo creer que te hayas tomado la molestia, gracias en serio - me observó. Cuando nuestras miradas se encontraron, me sorprendí. No sabía que los ojos de Lavanda podían brillar de aquella manera.

Sus perfectos labios gruesos se estiraron hacia arriba, formando aquella sonrisa casi irreal de dientes blancos y perfectamente alineados. Sonreí por contagio, casi sin notarlo.

-No me parecía muy productivo llevar algo así por todos lados en su tamaño original, así que lo volví de un tamaño más conveniente. Por defectos secundarios, no es tan preciso como de costumbre pero aún capta las malas intenciones de los demás en un radio de 10 metros - aclaré, acompañando mi explicación con señas de manos.

Poco a poco, volvía a viejas costumbres que no recordaba que tuviera. El fenómeno se había desatado un tiempo después de mis aventuras nocturnas con Fred en busca de aquella endemoniada cocina, por lo que era el que más conocía sobre ellas. Aún así, yo no tenía idea al respecto, porque Fred podía guardar muy bien sus observaciones para si mismo cuando quería.

-Es increíble, espero que sirva contra ese intruso - susurró, viéndome de reojo. Asentí sería en respuesta.

El regalo que le había echo a Lav era nada más y nada menos que un objeto mágico llamado chivatoscopio o falsoscopio, como el intérprete lo prefiera. Era un objeto de tamaño regular con una forma muy similar a una peonza/rombo (esos juguetes que te daban en los cumpleañitos que parecen una bellota y ruedan), el mismo comienza a girar y hacer ruido cuando alguien que no es de fiar, o que comete un acto equivocado, está cerca. Suelen ser precisos con respecto a la persona, por lo que comienzan a chillar cuando están a solo 2 metros de distancia, pero al encogerlo con diferentes hechizos desconocidos y procurando que no perdiera su propósito como efecto colateral del encogimiento, se volvió menos preciso. De todos modos, lo consideraba lo suficientemente efectivo después de lo vivido en aquella biblioteca.

-Bueno, te faltan dos, abrelos vamos - animo Lav. Asentí, dejando mi bebida de lado y volteando tomar el siguiente regalo. Este ya no estaba dentro de una caja, la envoltura se notaba a mano, pero era igualmente prolija. El papel reluciente y de colores múltiples mezclados me recordaba mucho al papel de regalo de los muggles. Su porte tan manipulable pero algo pesado me causaba intriga, así que me apresure a abrirlo.

-Esto es - mis palabras se perdieron dentro de mi boca cuando noté una tarjeta en el interior del cuello.

"Para: _____
De: Los Weasley.

¡Te deseamos una muy Feliz Navidad, ______! Recuerda que puedes visitarnos siempre que quieras, te mandamos un cálido abrazo y esperamos poder darte uno pronto.

Con cariño,
Los Weasley.

Sonreí, extendiendo la prenda rápidamente, sin soltar la pequeña tarjeta hecha a mano. La tinta era curiosamente naranja, y la caligrafía era como aquella de una madre que le escribe una nota a la maestra para recordarle alguna cosa.

El suéter era negro, lo cuál me pareció muy curioso porque nunca me hubiera imaginado a Molly haciendo alguna prenda de color negro. Por supuesto que había oído que era Molly quien hacía esos suéteres todos los años para sus hijos, y el pecho se me calentaba al saber que se había tomado la molestia de hacer uno para mi. De algún modo, sentí que tenía un hogar al cual regresar.

Segunda Oportunidad. (Fred Weasley Y Tú).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora