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-Eran tus padres, _______, algún día tendrás que perdonarlos - esa voz.

***

31 de agosto. Mi habitación en El Caldero Chorreante se había vuelto extrañamente acogedora. Me dolería dejarla al día siguiente.

Había perdido el apetito. No probé bocado del desayuno ni del almuerzo. Era algo extraño pues yo adoraba comer, pero ahora simplemente no tenía ni la más mínima intención de ingerir nada. En un momento me planteé la idea de comer igual, pero no me encontraba con ánimos ni para masticar mi propia comida. De hecho, ni si quiera tenia ganas de respirar, dejaría de hacerlo si no fuera porque es un acto involuntario.

Me voltee en la cama una vez más, no podía dormir y eso me estresaba. Cerrar los ojos fue mala idea, porque los recuerdos del día anterior volvieron a mi.

*Flashback*

-Eran tus padres, _______, algún día tendrás que perdonarlos - esa voz.

Me voltee solo para encontrarme con McGonagall. Su elegante y anticuado vestido color esmeralda se ajustaba a su esbelta figura. No había ni si quiera un cabello fuera de lugar en su ajustado rodete. Su mirada detonaba un sentimiento que no me paré a analizar, no valía la pena.

Volví mi vista a las siluetas dibujadas en el manchado suelo.

- Esa será mi decisión, Minerva - sentencie con frialdad.

El sonido de sus tacos avanzando hacia mi se hizo presente. No me sorprendí cuando una de sus manos se apoyó en mi hombro.

-Creo que debería mostrarte algo - y dicho aquello, su varita hizo presencia desde dentro se su manga. La agitó una sola vez, fue un movimiento delicado y leve, pero fue suficiente para hacer que todo a mi alrededor cambiara.

Mi casa estaba intacta, no había ni si quiera una partícula de polvo fuera de lugar. Los muebles, la alfombra, los adornos. Todo. Todo estaba bien. Estaba por estirar mi mano para tocar algo y comprobar que era real, cuando unos apresurados pasos a mis espaldas me hicieron voltear alarmada.

No puede ser.

Mi padre estaba ahí, con su cabello castaño rojizo perfectamente peinado hacia atrás. Una parte de su flequillo estaba mal acomodado y eso incluso lo hacía ver tierno.

-Leah, cariño, ¿Dónde has puesto el polvo de cuerno de unicornio? - levante una ceja hacia mi padre, aunque claramente no pudiera verme, ante aquella pregunta formulada con impaciencia mientras revolvía todo en el living.

-Ellos - susurre mas para mi misma que para cualquier otro ser -...se estaban preparando para una visita importante - anuncie aun en un susurro. Camine con sigilo hacia la mesa del comedor, la cual tenia aquel elegante centro de mesa que solo utilizabamos en las festividades o con las visitas importantes del trabajo de papá y la familia de mamá, la única que nos visitaba.

Segunda Oportunidad. (Fred Weasley Y Tú).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora