Capítulo 17

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Capítulo 17

El silencio de la habitación estaba siendo interrumpido por la madre con una pregunta:

Madre —¿Qué te ocurre?

Federico —No quiero que me traten como “pobrecito el inválido” soy tan humano y capaz como todos, incluso mucho más que algunos con dos pies, eso que hacían en la mesa era tratando de hacerme reír por lástima –Expresa furioso.

La madre se acerca a él y le recuesta la cabeza en su vientre —Mi niño, no es lástima, eso que sienten, es amor, ellos tratan de hacerte reír porque están preocupados por ti, no soportan ver tu cara de tristeza.

Federico —Pero bueno, tampoco voy a estar dando brincos de alegría porque soy inválido –dice con una pequeña sonrisa.

Madre —Pero nadie quiere verte triste.

Federico —Está bien, ya sé que haré.

Con una sonrisa sobreactuada entra al salón donde todos comían, el lugar quedó en un silencio absoluto, las miradas sobre Federico como un público esperando por el acto.

Federico —¿Qué? ¿Esperan que les haga un truco de magia? ¡A comer! –Todos comenzaron a comer pero en silencio, tanto que se estaba volviendo incómodo, incluso para quien reclamaba los chistes– Papá –llama al padre con una carcajada mientras todos detienen las cucharas solo observando– Me respetan más en la mesa que a ti, que vergüenza –todos miraron con cara de asombro, hasta que el hermano expulsó en un acto de risa toda la comida que contenía en la boca.

Padre —¿Le vas a reír las gracias? –en broma comienza una serie de juegos en la mesa.

Hermano —Bueno padre, la verdad no ofende.

Padre —A partir de ahora no tienes mesada para que veas como no ofende.

Hermano —No me hagas eso papá por favor, tengo una novia que mantener.

Novia —¿Sí? Si yo soy la que te paga todo. Ahora que la mesada te dé para mis gustos.

Federico —Hermano, mejor no abras la boca porque te estás cavando un hueco a tu talla.

En fin, la cena terminó feliz y Federico se desplazó con una sonrisa en el rostro hacia su cuarto. Cierra la puerta lentamente mientras observaba la libreta mágica, no tenía ganas de volver a aquel mundo, quería disfrutar un poco de la realidad, es así que abre la ventana y deslumbra su mirada con el brillo de las estrellas acompañado de la radiante luz lunar. El viento fresco le calmaba, haciéndolo suspirar como quien expulsa todo lo que tiene por dentro. Fija la silla al lado de su cama y mueve su cuerpo, aunque era incómodo taparse lo logra, entonces cierra los ojos hasta el día siguiente, día en que retomaría el curso escolar.

(Día siguiente)

La alarma resonaba en los oídos pero las ganas de dormir aún las contenía su cuerpo, la apaga y se coloca la almohada sobre su cabeza. Escucha la puerta abrirse, la avisan que ya tiene que levantarse con un suave beso mañanero y se retiran.

Al poco rato alguien vuelve a entrar, le estaba jalando las sábanas, seguidamente en un acto veloz también retira la almohada del rostro. Lo levanta en peso y comienza a cambiarlo de ropa, una vez que termina, lo coloca en la silla en acto brusco trasladándolo hacia el auto, es entonces que comienza a perder un poco el sueño reaccionando:

Federico —¡Espera! ¡El desayuno! –Gira la cabeza, era su hermano mayor llevándolo hacia el auto– ¡Oye! ¡¿Qué se supone que haces?! –El hermano sonríe y continúa– ¡Tengo que desayunar!

Hermano —Ya no tienes que alimentar a todo tu cuerpo, te falta lo que más trabajaban los pies, por tanto no vas a gastar energía.

Federico —¿Qué estás hablando? No tiene ningún sentido, todo el organism… –Le tapa la boca con un trapo.

Hermano —Cuando no te comportes bien te lanzo al suelo y digo que te caíste y quieres culparme.

En silencio es colocado en el autobús para ser llevado a la escuela, nuevamente se sentía mal, todo el amor del hermano era fingido, pensaba que luego del accidente había cambiado pero no era así.

Al llegar a la escuela es bajado del auto y colocado nuevamente en la silla, acerca la boca al oído para susurrarle algo:

Hermano —Antes, yo era el centro de atención, todos atendían mis peticiones, pero como siempre, tuviste que fastidiarla sobreviviendo en el accidente y para colmo inválido. Me das asco, lástima que deba comportarme bien delante de nuestros padres –Le pega una bofetada y se marcha en el carro.

Apretando sus labios como para trozarlos baja la cabeza y contiene las lágrimas, tragaba en seco una y otra vez, mientras su respiración incrementaba la frecuencia. Todos pasaban por su lado como si no existiese, lo normal.

El timbre suena pero nadie parece estár interesado en ayudar a un inválido; es entonces que siente moverse la silla, no escucha voz alguna, simplemente se estaba moviendo. Al girar la cabeza mirando hacia arriba observa un muchacho moreno, corpulento y con unos espejuelos, aquel muchacho sonreía como disfrutando. Al ver que Federico lo observaba se presenta:

Erdwin García — Hola muchacho, soy Erdwin García, veía que nadie te ayudaba por lo que decidí hecharte una mano, por cierto ¿Cómo te llamas? –tras esa pregunta vuelve la mirada y baja nuevamente la cabeza– Está bien, no te preocupes, entiendo que seas tímido –una vez que lo ayuda a subir sonríe– Te llevaría hasta la puerta de tu clase pero como no hablas.

Federico —Aula C-4

Erdwin García —¡Vaya que hablas! ¡¿C-4?! ¡La misma que yo, genial! –No podía comprender el entusiasmo, pero apreciaba el buen gesto.

Una vez que entra al salón nota que no era su clase, Erdwin lo coloca al final al lado de donde se sentaría este y no dice una sola palabra. Federico se sentía paranoico al tener las miradas de todos sobre él, temía que fuese a ser molestado.

Entra el profesor al aula con suaves pasos, nuestro principal levanta suavemente la mirada para observar que asignatura era, para su mala suerte tenía historia a primer turno, el profesor se sienta en el buró y con voz casi de burla dice:

Profesor —Bueno, bueno, bueno mira qué cara tenemos aquí, Federico Hernandez –Todas las miradas como un imán siguieron a la del profesor– ¿Sabes que te equivocaste de grupo? ¡Verdad! No tienes, ve a la oficina del director para que elija en donde ponerte, mientras tanto no puedo dejarte dar clases aquí.

Federico con la voz un poco baja y tartamudeando pregunta — ¿C...c…cómo que no tengo grupo?

El Profesor sonríe —¿No te lo dijeron? Fuiste el único en sobrevivir del accidente, ahora… ¡Fuera de mi clase hasta que el director te asigne un grupo! –Como un golpe en el pecho alza la cabeza con los ojos bien abiertos, desconocía los sentimientos por los que pasaba su cuerpo, pero de algo estaba seguro, era el único sobreviviente.

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