Capítulo 18

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Capítulo 18
Comienza a trasladarse con su silla, le cuesta trabajo y Erdwin compadecido con el muchacho se dispone a ayudarlo, pero es regañado por el profesor anunciando que “podía hacerlo solo”. A grandes esfuerzos logra salir del aula y dirigirse hacia la dirección.

Durante su trayecto pudo observar como todos los profesores pasaban de él dejando la solidaridad a un lado y priorizando el trabajo ¿Es eso lo que se inculca en las aulas? Únicamente el profesor de filosofía se dispone a ayudarlo, pero era muy tarde, ya había llegado al destino. Se despide agradecido por el interés.

Realiza tres toques para escuchar la voz de su amigo el director con un nudo en la garganta, dolido aún por la muerte de su hijo. Escucha las palabras que le indicaban que podía entrar, sin embargo, decide tomarse un tiempo. Ya adentro puede apreciar como este tenía los ojos rojizos, la nariz humedecida, al parecer se había afeitado completamente el rostro y había subido de peso. En el director se denotaba la tristeza cual parecía ir en ascenso mientras más Federico avanzaba con la silla. Al notar esto, se detiene y decide iniciar la conversación.

Federico —Director, el profesor de historia me envía, dice que me buscaran un aula ya que después del accidente quedé exento de estas.

Director —¿Él te dijo eso? Llámalo, bien hablé con él sobre tu delicada situación –expresa el director con voz de enojado,

Federico —Por favor, no me haga ir al aula y volver.

Director —Es verdad, espera fuera de la oficina.

Al salir observa una señora entrando, luego de pasar unos minutos se le observa saliendo con perfil colérico. Segundos después ve llegar al profesor quien lo mira de reojo.

Ya era la hora de receso y este no parecía salir de la oficina del director. No es hasta que se escucha resonando el timbre que se abre la puerta, parecía como si estuviera molesto. Una voz suena del interior, era el director anunciando su aula, la misma en la cual se encontraba inicialmente.

Nuevamente se desplaza por los pasillos con su mayor esfuerzo y con la mirada caída, la sensación de ser observado no se quitaba de su cabeza. Por si fuera poco, en un aula comienzan a salir alumnos y alguien tropieza con él dejando caer los libros sobre sus piernas.

—Perdón –agrega una chica.

—No te disculpes –comienzan a recoger los libros y por accidente sus manos se superponen. Al sentir tan suave cálida piel se sonroja para seguidamente realizar un rápido intercambio de miradas que lo lleva a descender instantáneamente nuevamente la cabeza.

—Un momento ¿Tú eres el del accidente? –expresa con voz incómoda tras verlo.

—Sí –dice tímidamente alzando la mirada para contemplar nuevamente la chica. Era aquella que impidió su caída por las escaleras en el hospital. Lo miraba ahora con aspecto de repugnancia, cólera, como si se tratara de algo repulsivo.

—¡Tú no mereces vivir! ¡No vales para nada! ¡Ni cargar tu silla puedes! ¡Suelta los libros! –se los arrebata– ¿Por qué siempre la basura sobrevive? ¿Sabes quién murió en el accidente? ¿Sabes?

—¿El aula completa exceptuándome? –con timidez pregunta.

—¡Sí, pero también el mejor bateador del equipo de béisbol, una de mis mejores amigas, mi compañero de estudios! ¿Por qué no moriste tú en vez de ellos? –expresa apoyando un pie en la parte delantera de la silla– ¡Ellos significaban algo para la escuela, para los demás, tú eres todo lo contrario! –le grita a la vez que impulsa la silla hacia atrás con el pie de apoyo.

Marcha atrás se movió Federico por unos segundos, hasta que algo le detuvo las ruedas traseras haciendo que cayera de espalda sobre el suelo. Para su suerte las piernas se mantuvieron sin movimiento aparente. Estaba asustado y nuevamente era el centro de atención, afortunadamente Erdwin lo levanta preguntándole si estaba bien, pero antes de recibir respuesta se retira.

Ya casi acabando la hora de receso se sitúa en un lugar del pasillo tranquilo para intentar darle un mordisco a su sándwich, pero es interrumpido por una chica de vestimenta oscura, con audífonos grandes y pelo largo, su maquillaje carecía de colores, sin embargo, esto no impedía notar su hermoso rostro.

—Oye, no es que me gustes ni nada, pero tengo que hacer esto –acerca los labios para besar a Federico y en cuestión de segundos antes de realizar el acto es empujada por este– Es solo un beso, vamos no seas antipático.

—¿Por quién me tomas? No puedes venir y besarme así sin más, no soy un juguete ni alguno de tu colección de esos que recoges y botas cuando desees –le anuncia asustado, con el corazón en la garganta por los nervios de haberse encontrado tan cerca de dar un beso.

—Mira, no soy de ese tipo que tú piensas, esto es una apuesta que hice con mis amigas. Necesito ganarla ¿Cuánto quieres? Lo que pidas –le susurra.

—El primer beso no tiene precio, desde pequeño juré dárselo a quién amara. Por favor retírate, me estás haciendo sentir incómodo y por el día de hoy he tenido bastante. –comienza a mover la silla con el pan entre sus piernas provocando que aquella muchacha se hiciera a un lado justamente cuando culminaba el recreo.

Mientras se movía por los pasillos recuerda que debía mirar el horario para conocer su próxima clase, este se encontraba en la mochila, pero… ¿Dónde estaba? Extrañamente Erdwin se acercaba corriendo hacia él con esta en la mano.

—Eres goloso te acordaste del bolso de merienda y no de la mochila –expresa sonriente– Tuve que discutir con el profesor de historia para traértela pues se disponía a llevársela al director, es por ello que me demoré en volver para ayudarte. Nuestro próximo turno es Filosofía el profesor nos aguarda. 

Una vez que todos toman asiento anuncian la entrada de una nueva chica al aula por traslado, era aquella que lo había empujado. Escoge el puesto tras de Federico como si deseara continuar fastidiándolo. Para su sorpresa transcurre toda la clase y el carácter agresivo había desaparecido, no comprendía nada. Tras finalizar las clases Erdwin le ruega que se apresure para ir a almorzar al comedor.

Es así que introduciendo sus libros en la mochila nota la ausencia de algo, incluso estaba más ligera, con algo más de espacio ¡Había desparecido la libreta mágica! ¡¿Quién la había tomado?!

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