A escondidas, subí rápidamente por las escaleras con la bolsa donde tenía mis botellas de vino. Mi adorable tía me dejó escoger tres a manera de regalo de despedida, ella se iba esta noche con ella mi madre, según me contó Alicia, irían a comprar el vestido de novia a Seattle. Así que una vez guardé mi suministro de alcohol, bajé nuevamente para cenar algo ligero antes de que partieran.
Al llegar a la sala, el sonido de golpes secos hacen eco, y me encuentro a Alarik y Kaleb que entrenan con diversión con los guantes de box.
—Basta de tanta testosterona, a comer muchachos.—Ordena Alicia sirviéndose una copa de vino.—Y luego toma una ducha Kaleb, hasta los leones huelen mejor.
—Soy más lindo que un león.
—Pero ellos tiene más acción que tú.—Le bromeó sugerente alzando las cejas de arriba a bajo.
—¡Alicia!.—Brama mi madre en regaño.—No le metas ideas hermana, no quiero embarazos accidentales.
—¿Ya oíste bien, Alaysa?.—Dice Kaleb señalándome.—Que no te preñes.
—¡Cállate basura!.—Le replico arrojando con violencia el tenedor que tengo en mi mano.—Vete al culo.
—¡Alaysa lenguaje!
—Solo están bromeando, Meg.
Mi madre gira la cabeza totalmente seria hacia su novio.
—¿Ahora vas a opinar sobre mis hijos? ¿O solo vas a decidir cómo últimamente?
La mesa se quedó en silencio sepulcral ante la indirecta de mamá.
No otra vez.
Desde la ayuda que tuve por parte de Alarik, fue muy claro el enojo de mi madre hacia él. De hecho, siempre que tiene oportunidad de menciona algo indirectamente para demostrar su claro, y aún muy presente molestia, no duda en dejar en evidencia su descontento por el tan reciente problema.
—Voy a fumar...si me disculpan.—Musita Alarik abandonando su asiento para perderse por la puerta que da al patio.
Alicia rápidamente trato de aligerar el ambiente tenso mencionado la muerte de mi auto, pero después de cinco minutos Alarik no volvió a la mesa. Continuamos la cena y nadie decía nada; mi tía se ahogaba en vino, mi madre picaba su plato en aire distraídamente viendo la silla donde estuvo sentado su prometido, y Kaleb comía con el ceño fruncido.
Cuando acabé subí a mi habitación, me sentía culpable del que mi madre estuviera en bronca con Alarik gracias a mi estupidez. Tenía que arreglarlo, así que me encaminé a su habitación y toque la puerta. No contestó y me adentré, esta vacía y la lámpara ilumina las paredes, en su buró descansa un porta retrato con una fotografía de Alarik y mamá. Se ven bastante jóvenes y la sonrisa que muestran me hace sonreír también.
El ruido de la puerta siendo nuevamente abierta llama mi atención, mi madre aparece arrastrando una maleta. Una bastante grande para un viaje de solo un día y medio.
—¿No deberías estar durmiendo?
—Tal vez.—Contesto viéndola dejar la gran maleta a un lado de la cama.
—Deberías ir a dormir.—Sugiere sin mirarme y frunzo el ceño. Doy un vistazo al reloj de mi celular, apenas son las once.
—¿A qué hora te vas?.—Cuestiono viéndola sacar ropa de su armario.—¿No el vuelo es hasta mañana?
—Decidí con tu tía que era más agradable viajar hoy en la madrugada.—Seguía guardando ropa sin mirarme.
Aunque su cabello ocultaba parte de su rostro, pude ver sus ojos algo rojos, mi pecho se oprimió.
ESTÁS LEYENDO
"LA PANDILLA" #1 (En edición).
Roman pour AdolescentsEn su último año de preparatoria, Alaysa Fitzen y su grupo de amigos tendrán que enfrentarse cara a cara; con el amor, la familia, la amistad y enemistad. ¿Podrá sobrevivir la pandilla ante el golpe de realidad de sus secretos? ¿Su unión soportará l...