Prefacio

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Mantenía mi vista fija en el horizonte, viendo el atardecer. Frente a mis ojos, el sol parecía fundirse en el océano, dándoles a las calidas y cristalinas aguas un color anaranjado.

El único sonido que inundaba mis sentidos era el de las olas al chocar entre sí. Era tranquilizante sentir como el agua tocaba algunas partes de mi cuerpo, o como los granos de arena masajeaban un poco mis piernas.

Vi como el agua que llegaba a la orilla, borraba de a poco el nombre que había escrito en la arena... tan fácilmente. Desee que de esa manera pudiera borrar mis recuerdos, todos aquellos que me atormentaban cada día, haciendo que miles de lágrimas se derramaran de mis ojos. Estando en este lugar, había recordado todos los acontecimientos de los últimos seis meses. Todo había sido tan rápido que apenas me había dado tiempo de reaccionar y darme cuenta de lo que había pasado en mi vida.

Había conocido a un hombre por el cual decenas de mujeres estarían dispuestas a hacer cualquier cosa. De la noche a la mañana me había convertido en su amiga y, a la vez, en su amante. Después de un par de meses creí que las cosas se habían modificado un poco, y tal vez después de todo, ambos podríamos escribir nuestra historia juntos, ignorando la manera en que todo había comenzado, pero un par de llegadas inesperadas me habían demostrado lo contrario.

No quería seguir mintiéndome como lo había estado haciendo por algunos meses. Al principio me había logrado engañar a mí misma, pero ya no podía hacerlo; no podía seguir fingiendo que no sentía nada cuando poco a poco me moría por dentro. Sabía que lo nuestro era algo arreglado y que los sentimientos no tenían lugar, pero fui débil y deje que las cosas me sobrepasaran. Debía de recordar que lo nuestro era solo sexo y nada más, no había lugar para el amor que yo había anhelado.

Solo me quedaba intentar enterrar los acontecimientos de hace poco menos de un mes. Ese había sido el detonante que me había sumergido en este profundo dolor, uno que no creí capaz de experimentar y del que no sabía si sería capaz de sobrevivir.

El trato que unió nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora