Capitulo 3: segunda parte

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—¡Muchacho, que alegría verte! —Alfonso lo abrazó y el hombre palmeó su espalda—. Anahi Puente.

—Felicidades —lo abracé sutilmente. Tomó mis manos y besó una de ellas; noté su mirada detenerse en cierto detalle.

—¿Es lo que creo que es? —preguntó mirando a Alfonso y después a mí; Alfonso volvió a colocar su mano en mi espalda baja.

—Henry, me complace presentarte a mi prometida.

—Pero quién lo iba a decir, el Casanova al fin fue cazado —sonreí, ante su mirada picara— ¿te dio una batalla dura?

—Honestamente, fui yo el que sufrió para que aceptara salir conmigo —ambos rieron y yo los imité apoyando mi rostro en su pecho, el me estrechó mas contra su cuerpo; era simples gestos, pero eso hacía pensar que era una relación real.

—Se de lo que hablas Alfonso, yo pasé por algo similar, Vanesa me dio una gran batalla, pero es la esposa perfecta y sé que Anahi te mantendrá a raya.

—Lo haré —afirmé fingiendo una enorme sonrisa.

—Si me disculpan tengo que recibir invitados —lo vimos alejarse.

—Lo hiciste bien —le sonreí al saber que se refería al mentir, había sido fácil con él junto a mi.

Minutos más tarde llegaron mis padres y después los de de Alfonso. Nos sumergimos en una plática amena y lo que nunca sucedía, sucedió: muchas personas se acercaban a intentar conversar de alguna cosa, por muy estúpida que fuera. La razón real era que iban a cerciorarse si en realidad estábamos comprometidos; ellos, sin siquiera cerciorarse que no estábamos mirando, bajaban su mirada de nuestros rostros, a mi mano, donde se encontraba la hermosa sortija.

Respiré cuando la hora de la cena llegó, nos acomodamos en las mesas. Vi a mis amigas a un par de nuestra mesa, me sonrieron y leí de los labios de Dulce un 'lo siento', yo le resté importancia y sin más, le sonreí abiertamente. Escuchamos la música detenerse y un carraspeo. En una pequeña tarima improvisada, pero adornada de manera elegante, estaba Henry con su esposa.

—Antes que nada quiero agradecerles a todos por acompañarme a celebrar mi cumpleaños número sesenta, es un placer tener a mis amigos disfrutando junto conmigo. Muchas gracias por los regalos, han sido muy generosos —agradeció, todos aplaudimos.

—Espero que la cena sea de su agrado y disfruten de la buena música —me giré hacia mi madre que me había susurrado algo que no había logrado comprender.

—También quiero aprovechar para felicitar a una joven pareja que ha decidido formalizar y que se han comprometido —nos dedicó una enorme sonrisa al momento que abrazaba a su esposa y le daba un beso en la mejilla—. Chicos, les deseo lo mejor, y no olvides Anahi, mantenlo a raya —yo solo pude asentir sonriendo.

—Esto no debía de pasar —le susurré a mi madre, que parecía divertida al igual que los demás.

—Tranquila pequeña —entrecerré los ojos al escuchar la manera en que me había llamado Alfonso.

—Lo dices porque soy varios centímetros más pequeña, o porque soy siete años menor que tú —le recordé nuestra diferencia de edad, lo que no pareció hacerle la suficiente gracia.

—Es solo de cariño —besó mi sien y noté las miradas extrañadas que se lanzaron nuestros padres, pero que decidimos ignorar. Platicamos sin tocar el tema, las felicitaciones nos abrumaron y es por ello que cuando me pidió bailar acepté, al menos en la pista preguntarían menos detalles.

Cuatro melodías después, estaba riendo como la primera vez que había bailado con él hace un par de semanas. Las miradas estaban puestas en nosotros y nos reímos cuando escuchamos decirnos que nos veíamos muy enamorados, pedí regresar a la mesa por un poco de agua.

—¿Así que se casaran?, permítanme felicitarlos —ahí frente a nosotros estaba David Villareal, el hombre que amenazaba con arrebatar lo que teníamos.

—Gracias David —cortó Alfonso abrazándome.

—Vamos chicos, no soy tonto y sé que lo hacen para proteger sus empresas —aunque me admiraba la tenacidad de sus conclusiones, estaba orgullosa de saber que en mi no vería reflejada la respuesta a la que había acertado.

—Me caso con ella porque es la mujer perfecta.

—Claro, como es que se casan y nadie sabía de su relación.

—Fuimos discretos, no somos de los que les gusta estar mostrándose en todos los sitios, además, si me lo permite, esta es una decisión que solo concierne a dos personas y esas dos personas somos Alfonso y yo.

—Tenaz con las palabras, pero tendría cuidado de hablar, en una de esa te podrían cortar la lengua.

—¿Es una amenaza a mi prometida? —el hombre levantó las manos y negó sin dejar de sonreír.

—Claro que no muchacho, a una dama jamás.

—Si nos disculpa, nos retiramos a nuestra mesa —apreté la mano de Alfonso.

—No engañaran a nadie con esa farsa, al final de cuentas todo esto no servirá de nada y el final será el mismo, no soy tonto muchachos.

—Esto no es una farsa, es un compromiso real —insistí.

—Eso lo creeré cuando conozca al primer heredero Alfonso Herrera —mantuve la mirada penetrante del hombre que intentaba intimidarnos, sabía que no lo lograría con Alfonso y menos conmigo.

—Lo conocerás —dije abrazando a Alfonso, su pulgar acaricio la piel desnuda de mi espalda.

—Nos veremos pronto chicos —alzó su copa y se marchó.

—No debiste de decir eso —levanté mi rostro hacia él.

—¿Decir qué?

—Decirle lo de un heredero cuando ni siquiera puedes decidirte por... —me coloqué de puntillas y lo besé para callarlo, cosa que funcionó— ¿Ese beso fue una respuesta o solo una manera sutil para hacerme callar?

—Interprétalo como desees —di media vuelta y caminé hacia nuestra mesa, donde estaban nuestros padres. Las palabras de David resonaban en mi cabeza, no me había puesto a pensar en la posibilidad de un bebé, uno que sería dueño de ambas empresas. Noté a Alfonso ponerse de pie e invitarme a bailar de nuevo. Me pegó a su cuerpo, moviéndose de una manera lenta. El sentir su pulgar acariciar mi espalda desnuda, mandó un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo; después de esa pieza regresamos a nuestra mesa para marcharnos.

Nos despedimos de los anfitriones y salimos de la casa, la ráfaga de viento me hizo estremecer ya que había olvidado mi abrigo en el auto.

—Any —me giré para ver a mis amigas que llegaban junto a nosotros, me abrazaron.

El trato que unió nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora