Epilogo: Nuestra Vida Juntos

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Parte 3

Con los meses pasando mi vientre aumentaba de tamaño, en un principio parecía que me había tragado una pelotita, era gracioso pero me sentía extraña, ahora estaba enorme y no sabía si era solo por mi pequeña o tenía que ver todos los antojos que había sufrido. Había hecho que Poncho me fuera a conseguir nachos a las 3 de la mañana, pastel cerca del amanecer y que recorriera prácticamente toda la ciudad en busca de un helado de nutella.

Había decorado la habitación en colores neutros, aun me parecía un sueño saber que en cuestión de semanas tendríamos a nuestro bebé con nosotros, me senté en la mecedora viendo hacia el jardín mientras acariciaba mi barriguita, comencé a cantarle ya que sabía que le gustaba, me lo hacía saber con sus suaves movimientos unos que repetía cuando escuchaba por un tiempo la voz de Poncho, nos conocía sabia que éramos sus papás.


—No me canso de escucharte cantar—levante mi rostro y me encontré con la mirada de mi esposo, me dio un tierno beso para después acomodarse en el suelo apoyándose en mis piernas, comenzó a acariciar mi vientre mientras le hablaba y al instante un pequeño bultito sobresalió.


—Ya falta menos para tener a esta hermosura entre nuestros brazos—acaricie su mejilla, desde que nos habíamos enterado que sería una niña, Poncho parecía completamente feliz, me había obligado a entrar a una tienda de ropa de bebés y me había hecho comprar vestiditos, al día siguiente había comprado un oso enorme que habíamos colocado en una de las esquinas.


—Estoy entusiasmada pero a la vez tengo miedo—beso mi vientre y se levanto hasta acunar mi rostro


—Nada malo les pasara a ninguna de las dos. Te lo prometo—suspire pero asentí


—Me ayudas a levantarme, quiero ir a recostarme un poco —me ayudo a levantarme con cuidado y me tomo en brazos, intente hacerlo desistir ya que imaginaba que pesaba una tonelada pero él negó.


Las visitas de mi madre, Alba y mis amigas se hacían más constantes conforme el día se iba acercando, Poncho se había negado a dejarme sola, pero como tenía que estar en la empresa tenía que dejarme y es por eso que siempre había alguien de su entera confianza y todo después de la falsa alarma. Fue antes de la comida cuando Poncho iba llegando a casa, habíamos salido de inmediato al hospital para saber que solo parecía una pequeña indigestión, me había disculpado aun cuando me había pedido que no lo hiciera.

Me mantuve con la mirada puesta en el techo ya que era la única posición que me mantenía cómoda, la mano de Poncho estaba puesta en mi barriga mientras el dormía tranquilamente, al menos uno de los dos lograba hacerlo, ya que cuando estaba quedándome dormida nuestra pequeña se movía espantando mi sueño. Una presión en mi pelvis dejando que un quejido se me escapara, respire profundamente logrando que el dolor desapareciera, me removí dejando la mano de Poncho fuera de mi cuerpo, estaba muy incómoda.


—¡Diablos! —me lleve la mano al vientre respirando profundamente


—¿Que sucede? — encendió la luz antes de girarse hacia mi


—Creo que esta vez si no es una falsa alarma, alguien está lista para unirse a nosotros—sus ojos parecieron salirse de sus orbitas, pero eso no le impidió salir de la cama, meterse en el armario y salir de él en un tiempo record completamente vestido.


—Con cuidado cariño—me ayudo a levantarme, y colocarme un overol que había dejado listo por si esto sucedía, una sudadera mientras el abrochaba los cordones de mis tenis. Me tomo en brazos y bajo las escaleras con cuidado


—Poncho no olvides mis cosas y las de la bebé—tome mi vientre ante un movimiento inesperado de mi hija, asintió regresando de nuevo a la planta superior por las mochilas de ambas, bajo los escalones de dos en dos y salió a meterlas en el auto.


—Any, ¿se encuentra bien? —pregunto Sara que se había despertado


—Creo que esta vez sí estoy en trabajo de parto—sonreí con alegría


—Que bueno que estas aquí Sara, podrías llamar a mis padres para decirles los que está sucediendo, ya llame a mis suegros—informo mi esposo, al momento que atendía una llamada que por lo que alcance a escuchar era mi madre, salió de nuevo al garaje y lo escuche encender el auto


—Sara recuérdale que le falta algo—la mujer fue hasta la puerta que se dirigía al garaje ya que todo parecía que los nervios lo habían hecho olvidarse de un pequeño detalle, "Yo"


—Lo siento mi amor, lo siento, es que bueno yo... tu... ¡ah! —me reí ante su nerviosismo, me tomo de nuevo en brazos y me coloco con cuidado en el auto, condujo con rapidez hasta llegar al hospital, donde nos confirmaron que efectivamente estaba en trabajo de parto, me conectaron a un par de monitores que registraban las contracciones, mi esposo estaba caminando de un lado al otro llevándose las manos al cabello mientras murmuraba algunas cosas que no comprendía.


—Herrera, me estas mareando—se detuvo


—Es solo que estoy nervioso, no pensé que me sentiría así—estire mi mano para que se acercara, la coloque en mi vientre


—Todo estará bien, es solo que llego el momento por el que hemos esperado—asintió—la nerviosa debo de ser yo no tu, la que va a pasar por todo seré yo, tu solo me apoyaras y me recordaras que esto es por traer al mundo a nuestra pequeña.

Sus nervios se esfumaron por un rato, al menos eso se los debo de agradecer a mis padres y a los suyos, veía como contraía su rostro cuando una contracción se presentaba y me obligaba a cerrar los ojos, apretar la mandíbula para no gritar. Me habían dicho que dolía pero jamás pensé que de esta manera, sentía como si me estuvieran partiendo, cada contracción era una presión enorme en mi parte inferior, mi ginecóloga me reviso anunciando que aun faltaba un poco más, cosa que no me hizo gracia ya que los dolores iban aumentando.

Gran parte de la madrugada estuve entre contracciones hasta que llego la hora. Mi madre y Poncho fueron los únicos que se quedaron conmigo, la presión era inmensa, respiraba con rapidez presionando la mano de mi esposo y tratando de pujar cuando mi madre y la Dra. Me lo señalaban.


—Solo un poco mas mi amor—susurro Poncho besando mi rostro, estaba cansada


—Una vez más Any, solo una vez mas y estará con nosotros—puje con fuerza dando todo mi esfuerzo. La habitación fue inundada por un hermoso llanto, mantuve mis ojos cerrados, estaba agotada, pero no podía dejar de sonreír.


—Gracias mi amor—me susurro Poncho la momento que me beso con suavidad y limpio mi rostro


—Hay alguien que te quiere conocer hija—me gire hacia mi madre que me entrego al pequeño bultito que traía en brazos. La acune con cuidado, roce su rostro con la yema de mis dedos, tenía que asegurarme que era real, una mata de cabello castaño es lo que poblaba su cabecita


—Igual de hermosa que su mamá— gire un poco mi rostro para besarlo nuevamente


—Es nuestra, es perfecta—regrese mi atención a mi hija, que abrió sus ojitos mostrándome unos hermosos y chispeantes ojos verdes—tiene tus ojos—dije con emoción


—La combinación perfecta—asentí, la sentí removerse con suavidad y comenzar a llorar. Entre en pánico ya que no sabía que es lo que sucedía, le pedí que no llorara, le comencé a cantar pero nada sucedió


—Solo tiene hambre—me dijo mi madre con diversión, pase mi dedo meñique por su boquita y la vi intentar tomarlo y al no conseguirlo comenzó a llorar nuevamente. Era completamente nueva en esto—Solo amamántala—me indico mi madre sin quitar su sonrisa, me gire nerviosa para encontrarme con la mirada de mi esposo, sabía lo que tenía que hacer pero con Poncho mirándonos me sentía un poco avergonzada, me acomode de lado y la pegue a mi pecho, comenzó a succionar y debo de decir que al principio dolió pero después no sentí nada, solo pude perderme en ver la manera en que succionaba. Estaba impresionada de la manera en que nuestro cuerpo está diseñado para dar vida y mantenerla, como de una persona se puede desprender una más pequeña y también puedes ser capaz de proporcionarle su alimento. Poncho se acomodo a mi espalda y se perdió observándonos, uno de sus dedos recorrió su carita.


—Si que tenía hambre—dijo mi esposo al ver que seguía sin soltarse. —¿No duele? —negué sonriendo


—Bueno en un principio, pero después nada—acaricie su pequeña cabecita y le di un beso—Dime que no es un sueño y que verdaderamente la tengo en mis brazos


—Está con nosotros mi vida, somos padres—susurro acariciando una de sus manitas

El trato que unió nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora