Capitulo 1.2

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—Algunas ideas son realmente geniales, podríamos implementarlas y mejorar ¿...un diez por ciento? —pregunté a Felipe quien aún estaba de pie; el asintió—, lo que al poco tiempo nos traería grandes ganancias. Además, hay que tener muy en cuenta el hecho de que en estos momentos hay crisis y debemos de asegurar nuestros clientes; por cierto, lo de revisar cuales pequeñas empresas son factibles es muy importante porque es donde hay mayores pérdidas.

—Pero no crees que diez por ciento es algo bajo —rebatió Rodrigo.

—Es un porcentaje adecuado, lo sabrías si al menos te tomaras la molestia de leer los informes mensuales —rematé, viendo como su rostro contraía, trayendo una sonrisa de victoria a mis labios.

—Concuerdo con Any, creo que debemos de adoptar algunas de las propuestas que son muy buenas, pero hay otras que en verdad son algo... ¿como decirlo?, sí, ilógicas, por lo que las desecharemos —habló mi padre evitando una riña entre mi querido colega y yo.

Después de casi una hora, la junta terminó. Agradecí que así fuera, había sentido la mirada de Alfonso puesta sobre mí en muchas ocasiones; al principio la había querido ignorar pero era imposible. Tomé mis cosas y me marché a mi oficina, dispuesta a trabajar.

—¡Espérame! —Detuve el ascensor para que Andres ingresara— ¿es que ya no quieres los detalles?

—Sabes que sí, es solo que tenía que... ¡que revisar si me habían enviado una información! —no iba a admitir delante de él lo que una simple mirada de Alfonso me había provocado.

—Claro —caminó junto a mí y abrió la puerta de mi oficina, antes de cerrar le pidió a mi secretaria que nos trajera un café.

—¿Hasta cuándo vas a dejar de coquetear con todo lo que tenga pechos? —pregunté dándole un sorbo a mi café y quemándome la lengua de paso.

—Esta caliente no te vayas a quemar —se burló. Cogí un borrador que estaba al lado del teclado del computador; cuando estaba desprevenido, se lo lancé, cayendo este dentro de su café. Me dirigió una mirada molesta antes de sacar el borrador de su bebida.

—Bien señor sarcasmo, ya me contaras que sucedió el fin de semana que te impidió concentrarte. —se llevó la mano al cabello y sonrió.

—Logré hacer que Luisa saliera nuevamente con migo. —enarqué una ceja. Luisa Granda.

Una hermosa cantante, quien había sido su novia hace un tiempo, lo había dejado cuando descubrió que mi amigo se besaba con otra modelo. —Se que estas pensando que me lo merecía, pero tú sabes que a veces se es débil.

—Eso no justifica lo que hiciste, te besaste con otra chica y, peor aún, la chica que le había quitado un par de premios a Luisa —señalé.

—Bueno eso es pasado. Logré hacer que saliera conmigo, ya sabes, una tarde en el parque, una película, una cena romántica y finalizamos en mi departamento recordando los viejos tiempos. —Sonrió abiertamente y yo di un chasquido con la lengua—. Luego, decidimos darnos una nueva oportunidad.

—¿Y es por eso que sigues coqueteando con cualquiera que se te pone enfrente, ah? Tenemos aquí al mejor ejemplo: la chica fácil de la empresa —señalé a Emily

—Mi secretaria— que en ese momento se levantaba de su escritorio.

—No tiene nada de malo un poco de diversión... —comentó como si nada.

—Tú nunca cambias. Date cuenta que Luisa no siempre te va a perdonar. Ella es una mujer exitosa y fácilmente puede tener al hombre que quiera —advertí furiosa—. ¡Madura de una vez, Andres! No toda la vida te la puedes pasar de cama en cama, hay un tiempo para todo y sé que no querrás quedarte solo.

—Es solo que por su trabajo y el mío a veces es complicado estar juntos y es cuando la tentación entra. —perdió la compostura y colocó sus manos detrás de su cabeza, estirando a su vez las piernas.

—Recuerda que una relación no solo se basa de lo físico, siempre debe de a ver algo más. —dejé descansar mi cabeza sobre mi mano sin apartar la vista de mi amigo.

—¿Es por eso que tú sigues sola? —Bien, ese había sido un golpe bajo, y él lo sabía.

—Sabes que he tenido un par de relaciones, pero en todas ellas solo había algo de vital importancia y el sexo no es algo que quiero que predomine en mis relaciones. Yo quiero a alguien con el que pueda conversar, reír y pasar el tiempo sin la necesidad de tener las manos encima del cuerpo del otro. —dejó escapar una risita que intentó ocultar.

—Ahora recuerdo porque terminaste con Manuel —se burló.

—Eso es algo viejo, pero tienes razón, yo no tengo una relación porque no he encontrado a alguien que me haga sentir de esa manera. Con los rufianes que he salido, o es por mi apariencia, o mi por mi posición social.

—Ya llegara el bueno. Además yo estaré ahí para ver que sea el que valga la pena, no te dejare que caigas en las garras de cualquiera.

—¡Ahora podré descansar!, no te imaginas lo preocupada que estaba por no saber quien me defendería. —me lleve dramáticamente las manos al pecho.

—Búrlate pero sabes que siempre te cuido —se inclinó sobre mi escritorio—, yo te he espantado a unos cuantos oportunistas.

—Y se te agradece.

—¿Trabajando? —ambos nos sobresaltamos al ver a mi padre en el marco de la puerta.

—Yo ya me iba, lo siento Sr. Puente. —mi padre solo le dio un par de palmaditas cuando pasó junto a él. Andres me indicó que lo llamara cuando se marchara mi papá, a lo que asentí. Mi papá se giro para verlo— ya me voy Sr. Puente, ahora sí, ya me voy.

—¿Ese chico jamás cambiara, cierto? —Asentí—. Tengo que pedirte algo de vital importancia.

—Usted dirá Sr. Puente —respondí burlonamente.

—Hablo en serio, hija. —se sentó y me extendió una carpeta, la abrí y miré su contenido sin comprender.

—¿Que significa esto?, es que ya te cansaste de mi y es tu manera de quitarme de en medio —señalé el boleto de avión que se encontraba dentro de dicha carpeta.

—Jamás me cansare de ti, pequeña; es solo que hay un problema en la compañía de Paris y al no poder ir yo, mando a la única persona capaz.

—Al menos puedo ir de compras. —sonreí sabiendo que era un comentario que no le gustaba mucho. Revisé el boleto solo para ver que mi vuelo salía en menos de tres horas, lo que indicaba que debía de estar en el aeropuerto en menos de una hora.

—A juzgar por tu cara veo que ya viste la hora, así que te recomiendo que te vayas.

—¿Así? ¿Sin equipaje?

—Iras de compras, pequeña. Cuídate y estaremos en contacto. —me besó. Tomé mis cosas y salí prácticamente corriendo hasta el auto que esperaba por mí. Harry era el chofer de la compañía, era un hombre de cerca de los 50 años que había conocido desde pequeña y al cual estimaba mucho. Me entregó una bolsita donde estaban todos mis papeles para poder salir del país.

El viaje había sido algo estresante.

Durante el vuelo repasé el detalle a tratar. Cuando llegué, agradecí que aun fuera hora de que las tiendas estuvieran abiertas, ya que urgentemente necesitaba ropa pues —realmente— solo hubiera viajado con mi bolso y mi abrigo.

Todo este viaje se dio porque la empresa de David Villareal, una de las más grandes en el ámbito empresarial, estaba intentando sacar de competencias a corporativos grandes que eran un "estorbo" para convertirse en el mejor, y lamentablemente nuestras empresas estaban en ese camino. Lo que él no esperaba, era que nosotros no seriamos como muchas de las empresas que se doblegaban, no. Con nosotros no sería tarea fácil, si quería pelea eso sería lo que le daríamos.

Mi estadía en Paris fue de una semana. Al principio me enfureció ya que arruinó la tarde de chicas que tenía programada el viernes cuando Mai, Dul y Tefa estuvieran de vuelta en la ciudad; aun así, debía admitir que le saque el mejor provecho.

Por las mañanas, que era el momento de estar en la empresa, lo dedicaba solo a eso. Me encargué de los asuntos delicados y los de mayor importancia; muchos empleados parecían extrañados, pero aceptaron bastante bien mi estadía en la empresa. Mi día seguía con una comida, en alguno de los restaurantes que me habían recomendado, y el resto de la tarde me dedicaba a visitar algunas de las tiendas para obtener lo más nuevo de la temporada que se acercaba. También me consentí en un spa y... conocí a varios chicos en diferentes partes y circunstancias.

El domingo por la noche llegué de vuelta a Nueva York. Sonreí al ver a mis padres esperando por mí. Los abracé y juntos fuimos a la banda a recoger mi equipaje. Ambos abrieron los ojos cuando notaron el tamaño de mis dos mochilas, ¡que puedo decir!

—Solo fueron compras —reí por lo bajo al notar la cara de mi papá.

—Espero que te hayas acordado de mi —señaló mi madre y yo asentí mientras la abrazaba y caminaba entre la multitud, con mi padre siguiéndonos. En el trayecto a casa, hablamos de todo lo que había hecho en mi estancia en Paris, y de lo que ellos habían hecho durante mi ausencia.

—Bueno algo que no te hemos dicho es que mañana los Herrera irán a cenar a casa —me informó mi madre emocionada ya que le fascinaba ser la anfitriona, además ella y Alba eran buenas amigas. No era la primera vez que había una cena en lunes, y sin un motivo aparente.

— ¿Gala? — pregunté y ella negó—. Entonces, ¿unos jeans y una playera?

— ¡Claro que no! Ya sabes, una linda falda y una de esas hermosas blusas, y qué decir de unas zapatillas altas.

—Normas de etiqueta —gruñí y ambos rieron.

—Normas, que de ser posible, tú ya hubieras cambiado —señaló mi padre, mirándome por el retrovisor, divertido.

—Sabes que solo son basura; dime porque tiene que haber algo que te dicte como debes de comportarte.

—Sabes que opino lo mismo, pero no hay de otra cariño, así tiene que ser.

Al llegar a casa cené y me dí un baño en la tina que logró relajarme, estado que no me duró por mucho tiempo, ya que mi celular comenzó a sonar. Fastidiada me levanté a tomarlo, pero sonreí al ver que se trataba de Dul.

—Oui —contesté en francés.

—Una semana en Paris, y ya te sientes francesita —se burló. Escuché como otra persona se reía a la vez.

—Hola Dul y... ¿Mai? —ambas saludaron, sabía que me tenía en altavoz.

— ¿A qué hora llegaste?

—Hace un par de horas. Cené con mis padres, y ahora estoy en medio de un baño relajante.

— ¿Qué te parece una cena mañana en nuestro lugar de reuniones?, Tefa está disponible...

—Lo siento, no puedo. Mi madre decidió programar una cena mañana con los Herrera y no puedo faltar —respondí molesta por no poder salir con mis amigas de nuevo.

—Entonces lo pasamos para el miércoles; el martes Estefania tiene una cita con un chico nuevo. —descansé la cabeza en el borde de la tina y sonreí, mi amiga nunca iba a cambiar.

—El miércoles es perfecto, ¿ustedes hacen las reservaciones o las hago yo?

—Yo me encargo de ello —gritó Maite.

—La dejamos para que descanse, señorita ejecutiva, ya el miércoles nos contaras tus conquistas parisinas.

—Después de que tu cuentes el número de corazones rotos que dejaste esta vez.

—Hecho. —nos despedimos y colgamos.

Duré un rato más, dejando que el agua caliente y las burbujas me relajaran.

El día en la empresa había sido como cualquier otro: Andres me había puesto al corriente de lo que había pasado en mi semana de ausencia y de lo bien que parecía ir su relación con Luisa, su ceño se frunció cuando la llame así, sabía que odiaba que lo hiciera pero no podía evitar molestarlo. Me marché un poco antes para poder llegar a arreglarme, pero no sirvió de nada, un accidente me mantuvo atrapada en el tráfico por más de una hora. Estacioné mi auto en su sitio y entré corriendo a mi habitación; solo escuché a mi madre decir que tenía menos de una hora antes de que nuestros, o mejor dicho, sus invitados llegaran a casa.

Me bañé mientras pensaba que sería bueno utilizar para la ocasión, era una cena entre amigos, que casualmente eran del mismo circulo social y aunque podía, no debía de vestirme con cualquier cosa... de nuevo ahí estaban presentes las normas de etiqueta, ¡maldiita clase social!

Envolví una toalla en mi cuerpo, y utilicé otra para mi cabello. Grité al ver a alguien salir de mi armario.

— ¡Mamá! —reclamé. Ella se burló y me entregó una falda amplia negra con una blusa blanca.

—Solo pretendía ayudar. —se quejó. Me entregó un conjunto de ropa interior, haciendo que yo enrojeciera en seguida, ¡¿Es que ya no había privacidad en esta casa?

—Deja eso Luz. —se los arrebaté y ella se burló.

—Cariño, como si yo no usara algo similar —rodé los ojos y entré al baño a cambiarme, sabiendo que ella estaría sentada en mi cama—. Quieres decirme que provocó el retraso, ¿o es que pretendías hacer una entrada triunfal?

—Búrlate todo lo que quieras, como no fuiste tú la que estuvo atorada en el tráfico por más de una hora, y para acabar el teléfono se quedó sin batería.

—Ahora entiendo porque no contestabas. —escuché un par de cajones abrirse. Me terminé de vestir para encontrarla, acomodando mi ropa interior.

— ¿Podrías respetar algunas de mis cosas? —pregunté cerrando el cajón.

—Creo que deberíamos de ir de compras, alguien debe de ayudarte a elegir ropa un poco más provocativa.

—No veo el caso —respondí mientras comenzaba a maquillarme.

—Uno nunca sabe cuándo puede suceder, y no querrás que en ese momento tu ropa interior sea como las de la abuela, ¡Imagina el rostro del pobre chico!

—Una madre normal estaría feliz de que su hija usara ropa interior normal y no esas cosas que dejan poco a la imaginación.

—Pero yo no soy una madre normal —sonrió acercándose y comenzó a cepillar mi cabello—. Mañana iremos de compras, ¿Qué dices?

—Una tarde madre e hija. —ella asintió con el característico brillo de sus ojos.

—Me encantaría, hace cerca de tres semanas que no salimos. —seguimos hablando mientras terminaba de arreglarme, con su ayuda lo había conseguido. Bajamos y estuvimos en la sala riendo hasta que nuestros invitados llegaron.

—Lamentamos la demora —se disculpó Alba saludando a mi madre y después a mí, Carlos hizo lo mismo, y al final, Alfonso que besó nuevamente mi mano.

Pasamos a la sala y tomamos una copa de vino tinto para abrir el apetito. La conversación no fue para nada de negocios, era agradable platicar de otras cosas —aunque fuera el marcador de los Lakers—. Mantenía mi atención en la conversación que mantenía mi madre y Alba. Sentí una mirada puesta en mí, sabía de quien era así que la ignore. Media hora después pasamos al comedor donde se sirvió la cena, mi madre como siempre se esmeraba en la elección de los platillos. Todos disfrutaron de la crema y del plato principal, como postre hubo pastel, pero yo opte solo por un café.

—Creo que es hora de que hablemos de algo importante. —observé a mi padre al darme cuenta de que esta cena si había tenido un motivo, el cual por alguna razón no había querido revelar...

—Pensamos que solo sería una cena entre amigos y nada de negocios —señaló mi madre frunciendo el ceño.

—Lo era, pero debido a algunos movimientos decidimos que hoy era el mejor momento —dijo Carlos, haciendo que su esposa lo mirara interrogante.

—¿Y que es eso tan importante que no podía esperar? —preguntó Alfonso, enfocando su atención en su padre.

—Como todos saben, nuestras empresas peligran y hemos buscado diferentes formas de protegerlas, pero ninguna es totalmente efectiva —aclaró mi padre.

—Hemos hablado con diferentes personas para intentar encontrar una manera de lograr protegerlas. —Alfonso y yo asentimos, mientras que Alba y mi madre parecían un poco perdidas, ellas escuchaban hablar pero no entendían al 100% lo que se decía, ya que era sobre trabajo.

—¿De que se trata? —preguntó Alba mirando a su esposo y a mi padre.

—Queremos que sepan que intentamos con otras alternativas, pero junto con nuestros abogados solo encontramos una solución: unir nuestras empresas. Sería como una fusión, pero en realidad sería mucho más fuerte, sería algo irrompible; nosotros cuidaríamos sus espaldas y ellos las nuestras, pero esto solo será posible con la ayuda de ciertas personas.

—Por tu tono de voz me atreveré a decir que esto nos incluye a Alfonso y a mí. —decir su nombre me había costado trabajo, pero no lo había demostrado. Algo me decía que lo que seguía no era para nada bueno.

—En efecto los incluye tanto a mi hijo, como a ti, Any.

—¿Cuál es el misterio? —preguntó mi madre, bebiendo un poco de café que se había servido con anterioridad.

—Sabemos que ambos están igualmente compenetrados en las empresas, por lo que saben lo importante que es esto para todo nosotros. —ambos asentimos.

—La única solución es...—mantuve la mirada en la de mi padre, que no dejaba de mirarme como si quisiera leer lo que estaba pensando.

—Un matrimonio —terminó Carlos. Parpadee un par de veces.

—Disculpen, parece que escuche mal —hablé antes que cualquiera. Alfonso mantenía sus ojos entrecerrados, viendo fijamente a su padre.

—Es la única solución, Any. Si ustedes se casan, nuestras empresas se unirían debido a su unión, lo que daría mucha más fuerza a nuestros negocios. De esta manera, tendríamos un respaldo para protegernos de un posible ataque a nuestras inversiones. —intenté respirar de manera normal. Estaba apretando mi servilleta de manera que se descargara la furia de esa manera. Me giré para mirar a Alfonso, que se mantenía tan apacible, como siempre, ¡Era como si lo que le acabaran de decir era el estado del tiempo! Alba y mi madre estaban en shock ante tal propuesta y sabía que yo también lo estaba, pero no lo aparentaba; por su parte, Carlos y mi padre me observaban.

—Buscamos entre varias alternativas —apuntó Carlos dirigiéndose a mí.

—Tiene que haber otra solución —susurré.

—La buscamos, hija. Es por eso que se los decimos, no hay otra salida.

— ¿Se dan cuenta que lo que piden es un matrimonio arreglado? —pregunté casi gritando, ganándome así una mirada de advertencia departe de mi madre, ya que según las normas... ¡Al diablo con la normas! Estaba furiosa.

—Nos damos cuenta de... —empujé mi silla hacia atrás y me levanté, ganándome la mirada de todos.

—Lo siento mucho, pero yo no planeo participar en una atrocidad como la que están proponiendo.

—Anahi, la cena aun no termina —me dijo mi madre con una clara mirada de advertencia. En otra ocasión me hubiera sentado de nuevo y hubiera fingido que me interesaba de lo que hablaban, pero esta vez no... si lo hacía, explotaría.

—Se me ha quitado el hambre, y si me disculpan, me retiro —tomé aire y miré a nuestros invitados—. Que tengan buenas noches.

Salí lo más aprisa que pude, subiendo por las escalares hasta llegar a mi habitación. En ningún momento perdí la compostura. Cerré la puerta y me dejé caer con la espalda recargada en ella, ¿como se atrevían a proponerme eso?

Un par de minutos después me levanté limpiando mi rostro, había comenzado a llorar por la impotencia. Tenían razón en decir que nosotros sabíamos lo que sucedía y sabia que la situación apremiaba medidas drásticas, pero esto era el extremo. Me desmaquillé y me metí entre las mantas. La habitación estaba sumergida en la oscuridad total y yo no podía dormir, aun me parecía escuchar la palabra matrimonio. Me acomodé boca abajo, cubriéndome la cabeza con la almohada, intentando que esa vocecita se esfumara; pero no, seguía y seguía repitiendo aquella palabrita... más bien, palabrota.

El trato que unió nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora