Capitulo 2: Decisiones

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—Any cariño —sentí como mi cama se hundía.
 
—Quiero estar sola mamá —pedí, pero ella me ignoro y se acomodó junto a mí. Sus dedos se deslizaron por mi cabello. Esperé en silencio unos minutos, creyendo que si no hablaba, entonces ella se iría; pero no lo hizo, lo que me obligó a incorporarme, apoyando la espalda en las almohadas.
 
—Any... —miré a mi padre —a quien no había sentido entrar—, estaba sentado en el banquillo de mi tocador, y se veía consternado.
 
—Tiene que haber otra solución. No pueden obligarme a que me case con un hombre que apenas y conozco. ¡Por dios, Gonzalo!, solo he conversado una sola noche con el, ¿y ahora pretenden que me sea mi esposo? —chillé. Mi padre mantenía su vista fija en el suelo, sabía que solo lo llamaba Gonzalo cuando estaba verdaderamente molesta, y en verdad que lo estaba en este momento.
 
—Cariño nadie los está obligando, solo es la única solución factible que encontramos y quisimos proponérselas. Ustedes son los únicos que decidirán que hacer.
 
—¿Están seguros de que no hay otra alternativa?, ¡Papá, él es seis años mayor que yo!
 
—Son siete —corrigió tímidamente—, y no, no hay otra alternativa. ¿Crees que si la hubiera, les hubiéramos pedido tal cosa?
 
—Fue un día duro. Mañana nos alegraremos con nuestra tarde de compras, ¿te parece si vamos a comer y de ahí visitamos un par de tiendas?—preguntó mi madre emocionada, dando por terminada la discusión que no nos llevaría a ningún lado.
 
—Primero debo de hablar con mi jefe para ver si me autoriza a no asistir por la tarde —me burlé de mi padre.
 
—Debe ser un ogro, pero apuesto a que lo entenderá —se levantó, me dio un beso y se disponía a salir, pero antes se giró—. Tómate la tarde libre y piensa lo de esta noche.

—Gracias papá.

—Bueno cariño, es hora de que duermas porque mañana nos espera una gran tarde de compras. —La mirada de mi madre era para asustar a cualquiera, sabía lo que me esperaba al día siguiente.

Seguí dándole vueltas al asunto antes de quedarme profundamente dormida. Aunque dormí, no logré descansar; la sola idea de casarme me aterraba. Jamás me había puesto a pensar que el día que me casara lo haría de esta manera, siempre soñé con un hombre diferente. No es que Alfonso fuera feo —estaría loca si dijera algo similar—, ese hombre es lo más parecido a la perfección; pero él tenía un gran defecto: había estado con muchas mujeres con las que yo no podía ni competir.

Además el ya era un hombre según las conversaciones que había tenido con Alba, estaba a punto de cumplir treinta y dos años, ¿Cómo alguien como él, querría casarse con alguien como yo?

No tenia que casarme mi padre lo había dicho, pero si no lo hacia nuestra empresa y patrimonio estarían en la cuerda floja, tenía que decidir si podía casarme con alguien a quien apenas conozco, o bien dejar que todo se perdiera y cargar en mi conciencia el hecho de una posible ruina... adiós a todo por lo que mi padre ha trabajado. Era una decisión, difícil de cual ya sabía la respuesta y esperaba que en algún momento me perdonaran.

El día comenzó como cualquier otro, me preparé para mi gran tarde de compras con mi madre, en el desayuno nos pusimos de acuerdo en el lugar que nos veríamos; agradecí que ninguno tocara el tema que aún me rondaba por la cabeza.

Había demasiado trabajo y muchas llamadas que atender, lo que me mantuvo distraída toda la mañana. A las dos en punto tomé mis cosas y me fui al restaurante donde había acordado verme con mi mamá; la vi leyendo el menú en una de las mesas que daban a un pequeño jardín.

—Lo siento, el tráfico de esta ciudad cada día es más horrible, ahora entiendo lo de la jungla de asfalto —comenté, besándola y tomando mi lugar.

—No te preocupes, se a lo que te refieres y sé que tienes trabajo.

— ¿Ya sabes que ordenaras? —ella asintió.

Una copa de vino tinto fue el acompañante de nuestra ensalada. Disfruté de sus anécdotas de lo ocurrido en el club. Cuando mencionó a Alba mi garganta se cerró y pensé que podría ahogarme, pero no mencionó nada sobre mi decisión, al menos no en ese momento. Tomamos un café antes de disponernos a ir de compras.

—Parece que no dormiste bien, se te nota cansada —acarició las líneas debajo de mis ojos, que debían de comenzar a notarse.

—Estoy bien, con muchas cosas en la cabeza, pero nada de qué preocuparse —le sonreí sabiendo que no era una sonrisa del todo sincera.

—Sé que no debo de interferir, y mucho menos presionarte pero, ¿ya lo pensaste?

—No hay nada que pensar mamá —dejé mi taza y me acomodé en mi silla para mirarla fijamente—. Lo siento, pero no puedo hacerlo. Es un hombre que acabo de conocer, tiene cerca de un año que no figura por sus tórridos romances, o mejor dicho aventuras. Sé que es hijo de Alba pero eso no le quita el hecho de que es un hombre superficial, alguien que yo no deseo tener junto a mí.

—No importa cariño ya no las arreglaremos, todo saldrá bien —acarició mi mano, y su sonrisa, aunque era amplia, era triste. Mi corazón salto al darme cuenta de que ella sabía que podíamos perderlo todo y no había manera de mantener la vida que llevábamos ahora.

Pagué antes que ella y nos fuimos a la quinta avenida. Entramos a un par de tiendas y en todas ellas compramos un par de prendas, debido a la cantidad de eventos a los que debíamos asistir, necesitábamos de tener un amplio guardarropa.

Al entrar a Victoria Secret's mi madre se volvió como un demonio. Solo veía sus manos arrojar conjuntos a la canastilla que tenía en mis manos, intenté quitarlos pero ella me lo impidió, alegando que serian perfectos, que era momento de un cambio, que ahora que era joven debía de lucirlos... pero no tenía sentido ya que la mayoría de ese tipo de ropa provocativa solo tenía un fin en particular, y ese era el hecho de que los viera ese alguien especial, ese alguien con el que yo no contaba.

Llegamos a casa justo a la hora de la cena, mi padre nos recibió y al ver la cantidad de bolsas en el maletero dio media vuelta y entró, siempre prefería ignorar la cantidad de bolsas y prefería solo ver la cantidad en el estado de cuenta de la tarjeta de mamá.

Subí a mi habitación a dejar las cosas y refrescarme antes de la cena. Me di una ducha rápida y me vestí con unos vaqueros y una blusa sencilla, era algo casual como solo solía vestirme en casa o cuando estábamos de vacaciones fuera del ojo público. Un par de toques me hicieron girar.

El trato que unió nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora