Capítulo 12

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Lisa.

Muchos en algún momento me criticaron por mi forma de hablar, de ser, de comportarme y de hacer las cosas. ¿Pero saben qué aprendí? A que todo me diera igual.

Lamentablemente vivimos en un mundo donde la gente tiene un parámetro de cómo uno tiene que comportarse, y son tan propensos a juzgar cuando haces algo fuera de lo normal, que de una vez te vuelves el blanco de las críticas y las burlas.

¿Pero qué pasa con esa gente que son altamente criticados? Muchos se suicidan, viven en la depresión, tienen problemas alimenticios y así sucesivamente.

Seamos la diferencia.

¿Por qué no queremos ser de ese pequeño grupo que quiere cambiar al mundo?

Ese grupo que le da la mano a quien lo necesita y que no deja que la soledad los arrope.

A mi en lo particular me encanta esa sensación de soledad, ¿saben por qué?, porque me acostumbre a ella, me acostumbre a tener a solo dos personas con las cuales contar, dejando a un lado el hecho de que mis padres no estuvieron ahí para mí, especialmente mi madre.

Madre, cómo quisiera que la mía actuara como tal conmigo.

-Señorita, ya hemos llegado -regreso a la realidad nuevamente y veo que el conductor me hace señas de que finalmente llegué a mi destino.

Estaba agotada, había sido muy intenso el día en la Universidad y luego cuidar al pequeño Adam, el cual se había encargado de demostrarme que era un chiquillo bien travieso.

Ya tenía una semana trabajando en esa casa y para mi fortuna no he vuelto a hablar con Alex luego de prácticamente haberlo llamado perro; a veces se sienta conmigo y Noah en el almuerzo pero yo actúo como si no existiera. Después de todo no me agrada.

Entro a mi amada casa y voy directo a escaleras arriba. Al entrar me paro en seco al ver quien es la persona que está sentada en mi cama y con la vista fija en mí.

Lágrimas comienzan a descender por su rostro, mientras me mira de una manera que no sabría cómo interpretar.

-¿Me odias, cierto? Claro que sí; te he tratado mal, te he descuidado, no he estado ahí para ti cuando más me has necesita..

Los sollozos impiden que continúe hablando y algo dentro de mi se va rompiendo poco a poco, sin embargo, me abstengo de reflejar alguna emoción en mi rostro.

-¿Recuerdas aquel día donde te habían golpeado y duraste toda la noche llorando? -mamá se deja caer al suelo poco a poco e intenta calmar un poco sus sollozos, pero no lo consigue.

Joder no.

No quiero recordar cosas del pasado.

-Yo estuve fuera de tu cuarto toda la noche y te escuchaba gritar.

-Mientes -la corto en seco-. No voy a soportar que vengas a manipularme, ya no soy esa niña.

-Sí estuve ahí, pero...

-¿Pero qué? ¿Si estuviste ahí por que no entraste?

-Yo... Tuve mis razones...

-No me hables de razones. ¿Cómo demonios escuchas a tu única hija llorar toda la jodida noche y no fuiste capaz de entrar a consolarla? Tú no estabas ahí, deja las mentiras -cierro la puerta de un portazo, provocando que ella de un brinco en su lugar.

Una expresión dolida adorna su rostro.

No me siento mal, simplemente no le creo.

¿Qué madre hace eso?

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