Brooke Stewart
La doctora me sonrió mientras anotaba cosas en su iPad, Noah acariciaba mi espalda baja mientras yo respiraba tranquilamente. Esto de las últimas semanas del embarazo no me estaba gustando mucho.
-Brooke tienes casi treinta y ocho semanas ya-asentí lentamente-La bebé ya está lista para nacer en cualquier momento, puede que pasé en estos días o que incluso llegues a la semana cuarenta. No creo que pase por las dificultades que tuviste al principio de este, pero ella decide cuando nace. Como ya debió de encajarse para el nacimiento debes sentirse más cansada de lo normal-asentí haciendo una mueca-Puedes darte masajes en esa zona y puedes ejercitarte un poco, puedes ayudarle en eso-le dice a Noah y él asintió.
-Doctora no puedo dormir, de verdad que no. Me la paso mirando al techo y cuando duermo es casi ya de madrugada. Y siento que mi vientre es del tamaño de una pelota de playa, no puedo dormir así. Siento que en cualquier momento me voy a ir de para adelante-la doctora se rio al igual que Noah, pero cuando apreté su mano, el se callo- ¿Puede nacer cuando sea?
-Técnicamente si, Brooke. Mi consejo es que te relajes por estos días, no salgas tanto, lo mejor es que cuando sientas las contracciones no sea en un lugar publico o que estés sola-agradecí por su recomendación, aunque no pensaba hacerlo-Termina de planear, revisa si tienes todo en la maleta y asegúrate que quienes estén contigo ese día, te ayuden, que no solo te apoyen psicológicamente sino también que te ayuden en los ejercicios de respiración, que te infunden tranquilidad.
-Lo hare-le aseguré.
-Cuando estén en el hospital puede que este allí, o aquí en la clínica. O incluso en casa, pero no se preocupen porque el personal me avisara cuando esten allí.
-Gracias, doctora-le dijo Noah.
-Suerte con su bebé.
Al llegar a casa me cambie por una ropa más cómoda para hacer ejercicio y fui hasta el jardín, Noah me observo en silencio cuando saque la pelota de yoga y una colchoneta y repase en mi mente los ejercicios que había visto. El se fue, pero volvió con su laptop y se sentó en la mesa con un vaso de limonada.
- ¿Practicaras? -asentí sentándome en la pelota grande de color rosa- ¿Necesitas mi ayuda? -negué- Bien, trabajare aquí para estar pendiente de ti-le hice una seña de que estaba bien y se quedo callado.
Me concentré en la respiración y puse una mano en mi vientre. En las ultimas semanas mi vientre había crecido tanto que parecía que ya no tenía solo una bebé si no dos. Había dejado trabajar desde la semana pasada hasta después de que naciera la bebé para estar concentrada en mi, y posteriormente en ella. Y la verdad es que ya no me apetecía salir teniendo una pelota de playa conmigo todo el tiempo. Me hacia sentir mejor el hecho de que en pocos días ella nacería y mi preocupación pasaría de un vientre gigante a una pequeña humana, claro sin contar la boda y lo que estaba antes de eso.