Brooke Stewart
Jamás pensé que un día antes de mi boda estaría con mi hija en mi habitación mientras veíamos una película de princesas de Disney. Rose estaba recostada sobre mi pecho mientras acariciaba su espalda distraídamente. Mi bebé estaba debatiéndose si quedarse dormida o despierta lo cual me hacía reír porque sus ojitos se abrían y cerraban. Con cuidado me di la vuelta y la recosté a mi lado donde la resguardaba el cuerpo de su madrina, y aunque habían instalado una cuna quería tener a mi hija a mi lado esta noche, y por supuesto Sarah que su unió a mi noche. Había decidido pasarla tranquila junto a la pequeña humano que era Rose, y mi mejor amiga rubia que se había quedado dormida a mi lado hace una hora. Los días anteriores habían sido de mucho movimiento y necesitaba esta noche para dormir tranquila, porque mañana seria un gran día.
-Duerme, princesa-le dije pasando un dedo por su mejilla-Mamá ya te dio de comer y no me moveré de tu lado.
Bese su cabecita justo en el momento en el que mi teléfono sonó, con cuidado me estire hasta la mesa de noche y me fije que eran las once de la noche. Sonreí cuando vi un mensaje de Noah.
Noah: No puedo esperar para verte mañana, futura esposa.
Yo: ¿Es normal que esté contando las horas para casarnos?
Noah: Creo que, sí lo es, estoy haciendo lo mismo. Y Dylan está mirándome extraño, cree que estoy loco.
Como era de esperarse Dylan se había quedado en la misma habitación con Tommy por esta noche.
Yo: Tú tranquilo en algún momento, será nuestro momento para molestar.
Noah: Tienes razón. No puedo esperar para llamarte mi esposa.
Yo: Pues básicamente ya nos casamos por lo legal esta tarde, así que soy tu esposa.
Noah: Tu si sabes como quitarle lo romántico a la situación, amor.
Yo: Bien, bien. Lo siento. Tampoco puedo esperar para llamarte mi esposo. ¿Quién diría que me casaría a los veinte años?
Noah: Yo.
Mire la hora de nuevo cuando mis ojos se empezaron a sentir pesados. Estoy a punto de quedarme dormida.
Yo: Te veré mañana en el altar, futuro esposo.
Noah: Duerme bien, futura esposa.
Desperté con una gran sonrisa en mi rostro, probablemente la más grande que había tenido en mi vida. Pero no era para menos, tenía una hermosa vista desde la ventana de mi habitación y por supuesto hoy era el día de mi boda.
Hoy me casaría con el amor de mi vida.
Noah y yo habíamos decidido por un lugar fuera de Los Ángeles, lo suficientemente privado y hermoso para que fuera inolvidable así que toda nuestra familia, y nuestros amigos se encontraban con nosotros en un resort de lujo llamado Montage Palmetto Bluff en Carolina del Sur. Habíamos pasado los dos últimos días hasta que el gran día había llegado. Yo misma me había encargado de reservar todo el lugar para nosotros, no estaba dispuesta a tolerar que alguien indeseado estuviera, por lo que además habíamos contratado demasiada seguridad, sin dañar los recuerdos.