Jugando Con Tu Cerebro • Tord Y Tú.

XXIX

Caminando por los pasillos de aquella mansión pude ver qué solo había cuadros de mariposas blancas y del mismísimo Cristopher. Era extraño caminar por ahí sola, siempre estaba acompañada de Michael o Cristopher. Sus paredes tapizadas de blanco llamaban a qué las tocaras y sintieras aquella linda tela que parecía tener, me contuve para no hacer enojar al Dios de aquella mansión y seguí en la búsqueda de él.

Los colores pastel de las puertas y ventanas me tranquilizaban de todo que lo sucedía, mi estúpido cerebro no podía comprender en la situación en la cual me encontraban, eso hacia que fuertes puntadas horribles nacieron en mi cabeza.

-¿Que buscas?, ___-. Habló una voz masculina detrás de mí. Me di la vuelta y contesté: -Justo a usted, querido Dios-. Observó mis manos las cuales temblaban, él  tomo a ambas. -Ví a mi padre... Tengo que hablar a solas contigo-. Su mirada cambio y me agarró de la muñeca.

-Bien. Sígueme-. Cómo dijo él, camine detrás del hombre. Fuimos a un lugar oscuro... un cuarto abandonado, uno apartado de todos. -Nadie podrá escucharnos en este sitio-.

-No quiero ser un Dios-. Sus ojos se abrieron por aquellas palabras y me miraron fijamente.

-¿Esto es un chiste de mal gusto? Digo... Hija de un ángel... Sobrina de dos Dioses...-

-No es eso... Señor, con todo el respeto. No quiero ser un Dios, mi vida como humano es la mejor-. Baje la mirada. -Ví demasiadas personas morir por mi mano, no quiero ver eso por toda la eternidad-. Sus ojos y los míos se cruzaron. -¿No puede ser otro aquel Dios?-. Cristopher puso sus dedos en su tabique y suspiró.

-Claro que lo hay... Está más cerca de lo que creés-. Respondió. -Tú hermanastro puede tomar tu puesto-.

-¿Eso es posible?-. El asintió.

-Pero... ¿Estás segura de esto?-. Hizo una pausa. -Podrías ver a tu padre cuando quisieras-.

-¿Y eso de que me sirve?, Cristopher. ¿¡De que?!-. Mis ojos empezaron a soltar lágrimas. -¿Por qué querría estar con alguien que me abandonó?... No lo conozco de nada. En el mundo de los mortales existen personas que se llevaron mi corazón, personas que amó... Gabriel no es nadie para mí-. Un largo suspiró acarició los labios del Dios que tenía frente a mis ojos. Su mirada cambio a una melancólica, sin darme cuenta sus brazos me rodearon.

-Espero que algún día nos perdones... Te estaré vigilando, niña tonta-. Beso mi frente y revolvió mi cabello. -Tendrás que renunciar a este mundo para ir con las personas que amas...-. Sacó de su bolsillo un cuchillo de vidrio con el mango blanco. -Entregale esto a Zelan, acuérdate de las siguientes cosas: Debe clavar este cuchillo en su corazón y decir: "Ego pono animam meam, ut iterum pax et concordia vita mortalis in mundum vivorum. Ego autem in Deo et salvatore perhibuerit vitae huius mundi"-. Lo miré confundida. -Agh... Está bien, sabía que tenía que anotarlo. Toma-. Me entregó un papel y le regale un sonrisa.

-Te extrañaré-. Lo abrace nuevamente. -¿Puedo ver a Michael?-. Pregunté angustiada, a nadie le gustan las despedidas, ¿No?

-Claro... Acompáñame, debe estar esperando frente mi trono-. Caminos en silencio. Mire detalladamente cada detalle de la mansión, era raro que está sea mi última vez en ese lugar. Ahora podrá ver todo lo que veía, no creo que mi hermanastro se enoje por esto.

Al llegar a la sala principal de esa gran mansión, pude notar como Michael estaba sentando en el suelo mirando el techo. Al acercarme él se paró y me miró apenado. Lo abracé... Fuerte porque sabía que nunca más lo volvería a ver. Fue de gran ayuda en todo esto, le debía mucho, algún día tendría que pagarle todo eso.

-¿Ya no volverás?-. Pregunto casi susurrando. Negué con la cabeza y el se echó a llorar. -Te extrañaré-. Dijo con dificultad a causa del llanto.

Pude sentir como mí cuerpo se está despertando, aquel sueño se empezó a ver borroso... Hasta que finalmente, desperté.

Aquel cuchillo que el dios de la muerte me había dado permanecía en mi mano, lo apreté fuertemente al verlo. Tenía que armarme de valor para hablar con Zelan.

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