Capítulo 41.

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Adolorido, despertó con el molesto sonido de su móvil. Estiró la mano hasta la mesita de café para alcanzar el dispositivo, se trataba de un número desconocido, así que optó por no contestar. Al incorporarse, un dolor en el cuello, producto de dormirse en mala posición, le azotó con fuerza. Eran las siete y cuarenta de la mañana. Se estiró para destensarse, sintiendo que se iba a morir. Se había quedado dormido sobre el sofá, en lugar de ir a la cama, pero es que estaba tan cansado, que esa opción ni siquiera había pasado por su cabeza, prefería arriesgarse a estar adolorido un par de días antes que desmayarse camino a la cama. Puede que exagerara, pero nadie iba a juzgarle, así que daba igual.

Tomaría una ducha rápida y desayunaría más tarde con Oliver o Clarice, pero en ese momento no tenía nada de hambre. Miró al rededor, la ropa de Ethan no estaba por ningún lado. Al bajar la mirada hacia su pecho, las marcas le hicieron avergonzarse, cubriéndose los ojos con una mano, realmente era un idiota. Su camisa era inútil sin los botones, ni su madre sería capaz de arreglarla, todo por culpa de ese imbécil de Ethan. Mejor que se fuera a su debido tiempo y no tener que andar echándole, porque no estaba de humor.

Bostezando, se encaminó al baño. Tras una ducha rápida con agua fría para despertarse mejor y recuperar su buen humor, lavó sus dientes. Llevaba la toalla atada a la cintura, mientras aplicaba crema para peinar que definiera sus rizos. Una vez fresco y despierto, volvió a la cocina. Necesitaba agua, la noche anterior había bebido bastante, aunque no tanta cerveza cómo era habitual en él. Parecía que Mason era un tipo que prefería alcoholes como el vodka, y a pesar de que al rizado no le apasionaba, estaba dispuesto a todo por pasar un buen rato. Si bien la noche no había terminado como lo previsto, sí que disfrutó el resultado, pese a que no lo admitiría en voz alta. Eso sí, tendría que decirle a Oliver que se había acostado con Mason, y no con Ethan, porque de saberlo, habrían problemas.

Apoyado en la mesada de la cocina, bebiendo agua, se detuvo un momento, apartando el vaso de cristal. Ahora que su aliento matutino no le estaba cegando el olfato, casi podía notar un ligero olor a cigarrillo. Más le valía a ese idiota no haber fumado dentro, porque la única persona con el derecho auto impuesto, era Oliver. Por casualidad, quizás también un poco por instinto echó un vistazo por la ventana de la cocina, que daba al jardín.

Por un instante creyó haber dejado los aspersores encendidos, porque hasta donde alcanzaba a ver, las plantas estaban húmedas, y era eso o que había llovido, pero el clima realmente no estaba nada mal. Dejó el vaso sobre la mesada, soltando un suspiro, deseando que no fuese lo primero, apenas vistiendo un pantalón de jean claro, estando descalzo, salió al jardín.

─Por el amor de Dios.

Tenía sentido el olor a cigarrillo, y qué las cosas con Ethan, obviamente, nunca resultaban como el rizado pretendía. Ahí estaba, regando las plantas y el césped, como si nada, mientras fumaba. Tenía profundas ojeras marcadas, el cabello alborotado, y pinta de qué se iba a morir en cualquier momento.

─Buenos días para ti también.

─ ¿Qué estás haciendo?

─Es que la tierra estaba sucia y pensé que tal vez podría limpiarla. ¿Qué parece que estoy haciendo? Obviamente estoy regando. No se supone que tengas así el jardín, eres un adulto.

Jeremy se sujetó el puente de la nariz, rogando internamente por paciencia, deseando no tener que llamar a la policía la próxima vez.

Respiró profundo. De acuerdo, sólo estaba regando las plantas, ¿Cierto? El tono sarcástico estaba de más, pero claro, el descarado niñato siempre tenía que salir victorioso con estúpidas respuestas disfrazadas de remates inteligentes.

Cazando al Baby Boy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora