Capítulo 32.

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El repartidor había salvado a James. Sollozaba en silencio, en una esquina del comedor, mientras Nicholas le pagaba al muchacho la comida, y le daba su propina.

─ ¿Está todo bien adentro?─ quiso saber el muchacho, ladeando el rostro, encontrándose con el desastre─. Hay cosas rotas en el piso.

─ ¿Eres policía, amigo?─ preguntó el mastodonte, a la defensiva, antes de alegar, recibiendo su cambio, echándose hacia un costado para cubrirle la vista─. Mi novio se tropezó y se lastimó la mano con el vidrio.

─Creo que le oigo llorar.

─Ya sabes lo dramáticos que son los pasivos, ¿Eh?─ Y como si el chico hubiera entendido toda la oración, Nicholas le cerró la puerta en la cara, dejando la comida sobre el mantel arruinado, en dirección a la cocina. James, con su mano bajo el agua, intentaba detener el sangrado─. Eres ruidoso, Jimmy.

El apodo le revolvió el estómago. Nicholas le sacó la mano de debajo del chorro de agua, sujetándole por la muñeca, y retiró sin mucho cuidado un fino vidrio incrustado en la palma de su mano. James lloriqueó, sacudiéndose para que le soltara.

─No lo hagas, eso duele.

─Estoy intentando ayudarte─ Le tomó por los muslos sorpresivamente, sentándole en el mueble de la cocina, y volteándose para buscar unos vendajes y una pinza en las gavetas─. Extiende tu mano.

James obedeció, porque temía las consecuencias de eso. Nicholas no era gentil al hacerlo, retiraba los vidrios como si estuviese apurado, y cuando terminó con la mano izquierda, se volteó a buscar un desinfectante. Continuó con la otra palma, poniendo un poco más de atención en los cristales pequeños que se habían adherido a las yemas de sus dedos.

Vertió el desinfectante sobre las manos de James, quien lógicamente soltó un alarido por el ardor. La mano del mayor le cubrió la boca, para que los vecinos no se pensaran que le estaba golpeando de nuevo.

─Nicholas, duele─ Las lágrimas brotaban, y Nicholas soplaba sobre las heridas, mientras el desinfectante hacía su trabajo─. No soples...

Sin una respuesta, tomó las vendas, comenzando a envolverle las manos con ellas. Algo de sangre humedeció de más las gasas, transparentándose. La presión, el ardor, y lo punzante de la sensación de ser herido por los cristales, le provocaron la necesidad de morderse el labio, ya que no podía gritar, al punto de romperse el belfo inferior con los dientes.

El mayor alzó la mirada, encontrándose con esa cara desastrosa, empapada en lágrimas de dolor, que le miraba con miedo. Le secó las mejillas, antes de deslizar el pulgar sobre ese labio inferior sangrante. James se encogió en su lugar, creyendo que esa amabilidad se volvería violencia una vez que las vendas se cayeran. Su pensamiento no estaba muy lejos de la realidad.

─Te estás lastimando la boca─ murmuró, presionando su pulgar contra su boca, provocando que separase los labios y Nicholas usara su saliva para humedecer su dedo─. ¿Follaste con él?

Ahogó un sollozo, sin poder retener los que le siguieron, a la vez que intentaba cubrir su cara. Él le tomó por las muñecas, apartándolas de su cara. No se veía para nada similar al chico que le acosaba en su adolescencia.

Ahora traía el cabello desordenado, la camisa arrugada, y un rostro molido a golpes, que le daba un aspecto lamentable, para toda la belleza que el James de diecisiete años tenía al momento de comenzar su relación.

─No lo hice─ gimoteó, bajando la cabeza y ladeándola para no mirar a Nicholas a la cara─. Intentó besarme y me largué, sabía que esto pasaría, no quería tener problemas contigo.

Cazando al Baby Boy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora