11. Promesa.

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A pesar de sus intentos, Mina no pudo dormir como quiso. El dolor envolvente en todo su cuerpo se lo impidió de forma cruel. La japonesa no podía soportar las punzadas en sus piernas, espalda y abdomen. Tal vez debía tomarle la palabra a Nayeon e ir a un hospital pero el solo hecho de pensar que tendría que explicar el por qué de su estado le hacía arrepentirse.

Se preguntaba cómo estaba Chaeyoung, tal vez peor, a pesar de que su amiga intentara verse ruda Mina sabía que era todo lo contrario. Ni si quiera tenía la fuerza suficiente para estirar su mano, tomar su teléfono y enviarle un mensaje preguntándole sobre su estado. Una nueva punzada en su espalda la hizo girarse y al hacerlo pudo darse cuenta que su playera estaba adherida a su piel.

— Odio la sangre.— Dijo en voz baja, lamentándose por haber sido tan tonta como para meterse en un mundo que claramente no era para ella. — Maldición. — Antes de poder quitarse su ropa para intentar -de nuevo- curar las heridas que cubrían su torso, se detuvo en cuanto escuchó la puerta principal abrirse. Necesitaba evitar a quien sea que haya llegado.

Se quedó quieta y en silencio, podría fingir que se había quedado dormida.

— ¿Mina? ¿Estás ahí? —

La suave voz de Nayeon hizo que volviera a respirar con normalidad, su cuñada empezaba a ser una molestia agradable. Que Jinyoung no se encontrara allí significaba que no le había dicho nada. Se levantó de su cama y como pudo se acercó hasta la puerta para poder abrirla. No se imaginaba a Nayeon como la mejor cómplice que pudiese tener, pero al menos respetaba su decisión de no contarle a nadie sobre su condición. Mina miró el rostro de la mayor y después desvió su atención a la bolsa que llevaba con ella.

— Pensé que unos analgésicos te harían bien... y traje gasas, algodón, alcohol.

— Con los analgésicos será suficiente. — Mantuvo su rostro serio, no deseaba reflejar el dolor que se acumulaba solo por estar parada. — ¿Viniste solo por eso?

— Es mi hora de almuerzo. — Respondió mientras se encogía de hombros. Mina amplió sus párpados, había estado tan concentrada intentando dormir que el día se le había escapado. — Dije que no estabas del todo a salvo, Mina, me preocupas.

La menor apretó los labios. — Estoy bien, solo algo adolorida... Nayeon, de verdad. Te agradezco por esto. — Dijo refiriéndose a las cosas que su cuñada había comprado. — Dormiré un poco y mañana estaré como nueva.

— ¿Estás segura de eso? — Volvió a insistir, si algo llegaba a pasarle a la menor se sentiría culpable por saber sobre su condición y no decirle a nadie. — Déjame ayudarte.

Negarse era la mejor opción pero no pudo hacerlo, se limitó a hacerse a un lado y dejó que Nayeon ingresara antes de cerrar la puerta con algo de fuerza. No le dio importancia al gesto que hizo su cuñada cuando esta notó la pequeña mancha de sangre en su playera.

Se sentó al borde de su cama y miró expectante a Nayeon. — Te lo contaré todo si prometes no decirle a mi hermano y mucho menos a mis padres.

La mayor se tomó su tiempo antes de exhalar con fuerza y asentir.

Mientras Mina narraba todo lo que había pasado desde que Chaeyoung le metió la loca idea de apostar en carreras clandestinas hasta su inevitable paliza por ganar, Nayeon se encargó de examinar la espalda herida de la japonesa. Aunque tuvo que omitir la parte del dinero prestado, no quería ocasionarle un paro cardíaco.

No era una tarea fácil, a Nayeon le temblaba la mano cada vez que sentía el cuerpo de Mina tensarse cuando el algodón con alcohol pasaba sobre sus heridas. Por otro lado, no podía creer que alguien con una apariencia tranquila y muy reservada pudiera meterse en tantos problemas en menos de una semana.

— ... si Jinyoung se entera estaré acabada. — Finalizó Mina su explicación, sus manos frotaron por tercera vez sus ojos para evitar que lágrimas de dolor se formaran gracias al terrible ardor que le generaba el alcohol.

— ¿Por qué lo hiciste? Desde un comienzo sabías que no estaba bien meterse en algo como eso.

— Quise experimentar... no lo sé. — La última gasa fue puesta sobre la herida que tenía en su vientre y por fin pudo ponerse una camiseta limpia de sangre.

— Fue irresponsable de tu parte. — La mayor no deseaba adoptar el rol de madre, pero le era necesario para asegurarse de que Mina no volviera a exponerse de tal forma. Se sentó a su lado y detalló su perfil, tan sereno como siempre. — ¿Y si te mataban?

— ¿Matarme? ¿Por ganarle? No creo que llegaran a ese extremo... solo querían darme una lección.

— Y espero que la hayas aprendido.

Ambas se quedaron en silencio, Nayeon debatía sobre lo que debía de hacer a continuación, quedarse un rato más hasta que la incomodidad entre ambas aumentara o irse de allí con cualquier excusa. De una u otra forma, prefería la primera. Le llamaba la atención esa facilidad que tenía Mina para minimizar cualquier problema grave, si ella hubiese estado en su lugar estaría llorando por el dolor en su cuerpo y por arriesgarse. La imagen que Jinyoung le había dado de él y su familia era muy diferente al estilo de Mina, pero no le desagradaba. Increíble, pero cierto. Hasta le llegaba a parecer más interesante.

— Gracias. — Rompió el silencio finalmente. Mina se animó a girar su rostro para mirar fijamente a la mayor, a pesar de que sus ojos lucían cansados y sus párpados estaban casi cerrados, Nayeon la encontró tierna. — Por todo, desde no decirles nada a mis padres hasta... esto. No era necesario que vinieras pero lo hiciste. — De forma nerviosa sobó su nuca antes de extender su mano. — Te debo una.

Sin pensarlo tomó la mano ajena y la estrechó ligeramente. — ¿Lo que sea? ¿Una pizza tal vez?

— ¿Pizza?

— Serás la primera y única persona que sepa que rompí la dieta. — Mencionó en forma de broma.

Mina hizo una mueca de desagrado. — Dieta. — Fingió una arcada provocando la risa de la mayor. — ¿Por qué harías dieta? Te ves bien así. De acuerdo, no le diré a nadie que rompiste tu dieta.

— Estaré esperando mi recompensa. — Nayeon guiñó su ojo derecho antes de levantar y soltar la mano ajena, recién caía en cuenta que ninguna se había alejado. — Ahora debo irme. Espero que te ayuden los analgésicos. — La mayor colgó su bolso en su hombro izquierdo. Comprendía la razón por la que Mina no volvió a levantarse para despedirla, así que se limitó a sonreírle amablemente. — No te metas en más problemas, ¿si?

La japonesa alzó su mano derecha, como si prometiera no volver a hacer algo tan descabellado.

Sin embargo era la primera promesa que rompería.

La primera de muchas.

↳ Dopamina┇ MinaYeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora